turismo

Domingo, 29 de abril de 2007

TIERRA DEL FUEGO > MISTERIO DE LA VIDA SUBACUáTICA

En el Museo Acatushún

Ubicado en la antigua estancia Harberton (1886), el Museo Acatushún alberga una extraña colección de esqueletos de aves fueguinas y de fauna submarina. Una didáctica visita guiada para conocer algunos de los secretos de la vida en las profundidades de los mares australes y la zona circumpolar.

 Por Julián Varsavsky

Los paisajes del finis terre irradian un aura gris y melancólica cuya sugestión emana más de lo que ocultan que por la espectacularidad de lo que se ve; razón suficiente –y acaso la principal– para atraer viajeros de todo el mundo. Muchos de sus misterios están en el fondo del mar, como los centenares de naufragios que se sucedieron a partir del siglo XV y la oculta vida submarina que habita en la absoluta oscuridad.

Una manera de conocer algo de ese mundo bajo las aguas sin necesidad de sumergirse es visitando el Museo Marítimo de Ushuaia, donde se exhiben piezas rescatadas de naufragios, y el Museo Acatushún, en la estancia Harberton, que guarda una colección de historia natural sobre vida submarina.

SECRETOS DEL MAR

Antes de ingresar al Museo Acatushún, llaman la atención tres esqueletos dispuestos uno al lado del otro en un jardín, que parecen ser los restos de alguna clase de monstruo submarino. Pero en verdad son los esqueletos de dos ballenas y el cráneo de un cachalote, algo que la mayoría de la gente no ve casi nunca a lo largo de la vida, salvo en estos museos.

El recorrido es guiado por algunos de los becarios que, como parte de sus estudios de biología, llegan a Ushuaia procedentes de diferentes países para especializarse en el laboratorio del museo. Conversando con ellos, por ejemplo, uno se entera de cosas tan extrañas como que los cachalotes –-un cetáceo con dientes que mide hasta 18 metros– come calamares gigantes y tiene una cabeza cuadrangular que ocupa un tercio de su cuerpo donde está el “órgano de espermaceti”, que le permite disminuir la flotabilidad y hundirse en las profundidades del océano para buscar alimento.

Durante la didáctica visita, se aprende a distinguir entre las ballenas francas pigmea (hasta 7 metros de largo) y austral (hasta 17 metros). Allí se observa la “barba” de la ballena franca, unos “dientes” de keratina similar a la de las uñas, cubiertos por pelitos que filtran y retienen peces pequeños y crustáceos como el krill. La ballena aspira grandes masas de agua que de inmediato expulsa a presión para que el alimento quede atrapado en las barbas.

El secreto más oculto de los mares del finis terre probablemente sea el del zifio de héctor, una especie de delfín picudo con dos surcos ventrales en forma de V, con sólo dos dientes, uno en cada extremo de la mandíbula inferior. Este delfín –cuyo esqueleto está colgado en una de las paredes del museo– mide hasta 7 metros de largo y llega a pesar 2 mil kilos. Es muy poco lo que se sabe de este delfín, ya que es prácticamente imposible observarlo. Viven realmente en otro mundo –mucho más allá del “fin del mundo”–, nunca se acercan a los barcos y, dadas las condiciones climáticas, nunca se los ha podido estudiar, y tampoco filmar. Se cree que habita en aguas de más de 2 mil metros de profundidad, en la zona circumpolar del Hemisferio Sur. Hasta el día el hoy hay registrados en el mundo unos 30 varamientos de estos delfines, la única forma de obtener información sobre ellos. Dos de estos varamientos ocurrieron en la costa occidental de Tierra del Fuego, en la Bahía de San Sebastián –cerca del límite con Chile–, donde el mar se retira muy rápido, lo cual suele ocasionar que la fauna marina quede “encallada” en la costa.

A simple vista, los huesos de las diferentes subespecies son similares entre sí, pero encierran explicaciones muy diferentes. Los delfines “piloto”, por ejemplo, se caracterizan por andar en grupos de hasta 200 individuos dirigidos por un líder, que vendría a ser el “piloto”. El delfín “piloto” es una especie con una alta cohesión social, cuya aleta pectoral es ósea, como un bracito articulado con cinco dedos. Un error en la dirección del líder podría causar el varamiento del grupo completo.

El último sector que se visita es el de las aves, donde hay una muestra de varias especies de pingüinos, cormoranes y aves migratorias en general. El museo fue inaugurado en 2001 y tiene una colección de más de 2 mil quinientas osamentas pertenecientes a 23 especies de cetáceos pequeños (delfines, marsopas y zífidos), siete de pinnípedos (lobos marinos y focas), grandes ballenas y muestras de un centenar de especies de aves fueguinas.

LA ESTANCIA HARBERTON

Harberton es una de las estancias más auténticas de la Patagonia, creada en 1886 por el misionero anglicano Thomas Bridges, quien dieciséis años antes había comenzado un trabajo religioso en la zona con los indios yaganes. La estancia está ubicada a 85 kilómetros al este de Ushuaia y fue el primer establecimiento de este tipo en Tierra del Fuego. Todavía mantiene su sobria estructura edilicia, con paredes de madera y techos de chapa corrugada, y aún viven allí los descendientes de los Bridges originales. Declarada Monumento Histórico Nacional, actualmente recibe turistas que pueden quedarse a dormir o llegar en excursión para pasar el día. En los terrenos de la estancia están los famosos árboles bandera, que parecen doblados hacia un costado por el viento, una de las postales más típicas y representativas de Tierra del Fuego. Más información en www.acatushun.org

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La colección que exhibe el museo es el resultado de treinta años de trabajo de la bióloga Natalie Goodall.
 
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