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Domingo, 13 de mayo de 2007

INDIA > HISTORIAS DEL TAJ MAHAL

Amada inmortal

Parece un palacio, pero es acaso la tumba más fastuosa de la Tierra. El Taj Mahal fue construido por orden del gobernador mongol de la India, Sha Jahan, para dar sepultura a su esposa favorita, muerta al dar a luz a su decimocuarto hijo. La historia y los secretos de la construcción de la obra cumbre del arte mongol.

 Por Julián Varsavsky

“Una lágrima en la mejilla del tiempo.”
Rabindranath Tagore

Sha Jahan, gobernador del imperio mongol en la India hasta 1666, fue uno de esos grandes megalómanos de la historia: sus recursos ilimitados le hacían considerar que sus dominios llegaban al “reino de la muerte”. Uno de sus precursores en la idea fue el primer emperador, Quin Shi Huang –el constructor inicial de la Gran Muralla–, quien hace unos 2200 años mandó a reproducir en terracota su ejército de 8 mil soldados para llevárselo íntegro a la tumba. El caso de Sha Jahan fue un poco distinto, no por comenzar la obra mucho antes de morirse –otros también lo hicieron– sino por el destinatario del mausoleo, que no era él sino su esposa preferida, Mumtaz Mahal, muerta al dar a luz a su decimocuarto hijo en 1631.

LA HISTORIA DE AMOR

Sha Jahan se casó en 1612 –siendo todavía príncipe– con Mumtaz Mahal, una doncella de sangre real. Al morir su amada, en 1631, fue tal la pena del gobernador que mandó a construir el Taj Mahal como homenaje póstumo para ella y en vida para él. La obra se terminó 22 años después de la muerte de la reina, y extramuros del complejo se levantaron también varios mausoleos secundarios para las demás viudas del harén del gobernador.

En 1657, Sha Jahan se enfermó y sus hijos pelearon entre sí para heredar el reino. Uno de ellos, Aurangzeb, venció a los demás hermanos y arrestó a su propio padre para destituirlo, confinándolo hasta su muerte en una cárcel de lujo dentro del Fuerte Rojo, el palacio imperial en Delhi, donde Sha Jahan culminó sus días observando desde la ventana el radiante mausoleo. Según la leyenda, lo veía reflejado en un espejo por el ángulo de visión. Murió a los 74 años y fue sepultado dentro de un cenotafio al lado de la mujer que más amó.

LOS JARDINES DEL PARAISO

Al complejo amurallado del Taj Mahal se accede por el sur, y se llega al recinto principal por un patio de piedra roja. Pero los cenotafios de los reyes están del otro lado de un gran portal, al fondo de unos jardines persas que armonizan con la fastuosidad de todo el conjunto. Estos jardines simbolizan el modelo del paraíso musulmán, donde cuatro ríos –en este caso acequias– emanan de una fuente central hacia los cuatro puntos cardinales “con cauces de agua, leche, vino y miel”. A su vez, estos “ríos” confluyen en un gran estanque de mármol que se corresponde con el “lago celestial de la abundancia” del que hablaba Mahoma. Estos jardines están divididos en cuatro cuadrantes de los que se abren avenidas de árboles, hermosas fuentes y estanques que reflejan la belleza invertida de los edificios, llevando al extremo los juegos de simetrías.

ARQUITECTOS Y ARTESANOS

Para levantar la estructura general no se utilizaron los tradicionales andamios de bambú sino otros, hechos con ladrillos, del lado interno y externo del edificio. Y como los materiales llegaban desde la cercana ciudad de Agra, se construyó una rampa de 15 kilómetros entre los dos puntos, por la cual llegaban carretas con material tiradas por bueyes y elefantes.

La construcción del pedestal y el mausoleo insumió unos 12 años, mientras que el resto del conjunto edilicio llevó una década más, culminando en 1643. No se sabe a ciencia cierta quién fue el arquitecto del Taj Mahal y, si bien todos los edificios del conjunto denotan un diseño estructural, es probable que hayan sido varios los responsables de la obra máxima de la arquitectura mongol, una síntesis de elementos islámicos, persas, hindúes e incluso turcos. Entre ellos, dos discípulos del gran arquitecto otomano Koca Mimar –llamados Isa Mamad Efendi y Sinan Agha– tuvieron un papel importante en el diseño final. La cúpula principal fue obra de Ismail Khan, arquitecto del Imperio Otomano especializado en esta clase de estructuras y el oro que remata la cúpula fue forjado por Qazim Khan, artesano de Lahore.

En total se sabe que al menos 37 maestros artesanos aportaron sus habilidades, llegados desde cada rincón del imperio. La caligrafía –o el arte de la caligrafía– estuvo a cargo de Amanta Khan de Shiraz, un calígrafo persa de la corte mongol, cuya traza escrupulosa y florida en las paredes es casi ilegible (la firma del autor aparece en varios paneles). El equipo de artesanos se completó con escultores de Bujara, maestros incrustadores del sur de la India, picapedreros de Baluchistán, un experto en construcción de minaretes y otro especializado en grabar motivos vegetales en placas de mármol. Y junto con ellos pusieron manos a la obra 20 mil obreros del norte de la India.

El principal material utilizado fue el mármol blanco traído desde las canteras de Makrana en Rajastán. Casi toda la superficie del complejo está decorada al estilo musulmán –sin imágenes humanas, ni de Alá–, con incrustaciones de piedras preciosas, motivos geométricos y las transcripciones del Corán.

El listado de gemas parece sacado de un cofre de Las mil y una noches: jade y cristales de la China, jaspe del Punjab, turquesas del Tíbet y lapislázuli de Afganistán, crisolita de Egipto, ágatas del Yemen, zafiros de Ceilán y amatistas de Persia. Y la serie se completa con corales de Arabia, malaquita de Rusia, cuarzo de los Himalayas, diamantes de Golconda y ámbares del océano Indico. La técnica de incrustación de las gemas era muy elaborada. Por ejemplo, una de las flores que adornan el Taj Mahal tiene –en sus escasos siete centímetros– sesenta incrustaciones diferentes que sólo se pueden distinguir con una lupa.

LA RESTAURACION DE LA OBRA

A fines del siglo XIX, varios sectores del Taj Mahal estaban en muy mal estado de conservación. Durante la rebelión hindú de 1857, un grupo de soldados británicos y cipayos locales dañaron el edificio y se llevaron piedras semipreciosas de sus paredes. Más tarde, en 1908, el virrey británico ordenó una restauración y remodeló los jardines de acuerdo con el estilo inglés. En 1942, el gobierno levantó un gran andamio para proteger la cúpula del monumento, temiendo un ataque japonés o alemán. Y lo mismo se hizo durante las guerras entre India y Pakistán, en 1965 y 1971. Al ser nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el Taj Mahal se aseguró perdurar en buen estado, al menos por muchos años más, y el único avatar que ha sufrido últimamente fue un reclamo de la comunidad sunnita de la India, exigiendo que le fuese entregado el control del mausoleo por tratarse de un monumento de origen islámico. El gobierno nacional, por supuesto, respondió que el Taj Mahal le pertenece a la nación india en su totalidad.

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Como en un legendario ritual, un grupo de mujeres hindúes levanta sus manos hacia el fabuloso Taj Mahal.
 
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