turismo

Domingo, 7 de diciembre de 2008

CATAMARCA > TELARES ANCESTRALES

La cuna del poncho

Las pequeñas ciudades de Belén y Londres se disputan el título de ser la cuna del poncho. Allí, donde esta tradicional prenda nacional es una institución, se utilizan antiguas técnicas que no todos quieren revelar. Un viaje mágico y misterioso al corazón catamarqueño, que incluye una visita al sorprendente sitio arqueológico El Shinkal.

 Por Guido Piotrkowski

En lo más alto del cerro, una virgen con un niño en sus brazos custodia los días y noches de las treinta mil almas que habitan Belén, la pequeña ciudad con aires pueblerinos del oeste catamarqueño, conocida y autoproclamada como la cuna del poncho. Este sitio, donde incas y diaguitas dejaron su huella, se caracteriza por la gran cantidad de artesanos que trabajan día a día en la confección de ponchos, la prenda nacional por excelencia, que aquí es una institución y casi una marca registrada.

En el centro de Belén, frente a la plaza principal, está la carpa de los artesanos, donde la mayoría de ellos exhiben sus artículos durante el año entero y aguardan con calma norteña la llegada de los clientes y la temporada de verano, que es la época en que más visitantes reciben.

Al otro lado de la plaza se encuentra la iglesia Nuestra Señora de Belén, fundada el 6 enero de 1907. Su altar, construido originalmente en oro, fue modificado en 1966 por una disposición del Concilio Vaticano luego del gran terremoto que azotara la región, y en 2007 se hicieron más refacciones para su centenario. Cada 6 de enero, los misachicos bajan de los cerros y caminan hasta cuatro días para llegar a esta iglesia con sus patronos a cuestas.

TEJEDORES E HILANDERAS El golpe seco y acompasado que producen las palas de los telares llega desde los fondos de las casas, jardines donde los herederos de tradiciones ancestrales trabajan la lana de oveja, de llama o de alpaca para transformarla en un cálido y colorido poncho teñido a base de fibras naturales como la cáscara de nuez, la yerba mate o la remolacha. El típico poncho de Belén lleva la guarda lisa, blanca, que en general se extraía del lomo de la vicuña, animal que actualmente está protegido por estar en peligro de extinción.

Marcos Herrera aprendió el oficio del tejido en telar de su madre, quien a su vez lo aprendió de su abuela. El es un artesano “moderno”, que incorporó las bondades de la tecnología como herramienta para comercializar sus productos. “Muchos de los artesanos viejos me dicen que no soy artesano, que soy un pequeño empresario. Puse un rulemán en el telar, una polea para disminuir el roce, así el trabajo es más liviano y la producción de hilo se agiliza un poco más. Además estoy haciendo una página web e incorporé la tarjeta de crédito, ya que participo en las ferias alrededor del país y esta es una estrategia comercial. Nuestros productos son únicos, caros, y muchas veces la gente no tiene el efectivo en el bolsillo”, cuenta Marcos, a ritmo lento por las callecitas de Belén, camino a la casa de Don Hilario.

“El telar del Chango Real” es una casa de adobe –material utilizado en muchas de las construcciones de Belén– que además de ser el hogar de Don Hilario y Susana, es su taller y punto de venta también: un muestrario casero y desordenado de los más fantásticos ponchos, alfombras, fajas y hasta artículos de cuero que el matrimonio confecciona. El hombre despliega sobre una mesa un poncho maravilloso que, según el, no tiene precio, pero sí muchísimo trabajo. “Un mes demoro en hacer uno como este”, asegura. Luego exhibe otro más simple que, al parecer, sí tiene precio: unos setecientos pesos. Y enseguida deja entrever que el otro puede llegar a costar unas veinte veces más... “aunque no tiene precio”, aclara.

Don Hilario llegó hace muchísimos años ya de la Puna catamarqueña, territorio hostil donde proliferan los camélidos y donde aprendió de sus ancestros, al igual que su mujer, técnicas que guarda celosamente, a pesar de la insistencia de Marcos en que debería enseñarla a alguno de sus hijos o a él mismo, ávido por aprender. Este viejo artesano descree de las nuevas técnicas y herramientas de comercialización; él aguarda pacientemente a sus clientes en la calidez de su hogar. A Marcos, ocupado en difundir el trabajo de los artesanos de Belén, le preocupa que gente con la sabiduría de Don Hilario se niegue a revelar sus técnicas ancestrales y, en consecuencia, se vayan perdiendo.

Quienes recuperan algunas viejas técnicas en materia de hilado artesanal, son las “Arañitas Hilanderas”, una cooperativa compuesta de unas 25 madres solteras de bajos recursos. Estas mujeres trabajan la lana de llama marrón y la oveja, con las que confeccionan el hilo que luego servirá para tejer los ponchos, rescatando las viejas técnicas de tintes naturales. Utilizan materia prima de la zona: yuyos, corteza de árboles, hojas de sauce, yerba mate, cáscara de cebolla, cáscara de nuez. Rosa de Vega, su mentora, dice: “Belén es el país de las artesanas de las manos de hadas”, y cuenta que comenzaron a trabajar hace ocho años, pero han podido transformarse en una cooperativa recientemente. “Nuestro sueño el de formar una escuela, mi preocupación personal es que no hay un semillero, yo aprendí de mi abuela y de mi mama”, apunta una de las mujeres que se encarga del teñido.

EL SHINCAL DE LONDRES El pequeño pueblo de Londres, a unos quince kilómetros de Belén, cumplió en julio pasado 450 años de su primera fundación –luego sería refundado cinco veces más debido a las disputas entre españoles y calchaquíes– y es la segunda ciudad más antigua del país, aunque de ciudad, hay que decirlo, tenga poco y nada.

Atravesada por la Ruta 40, especie de columna vertebral de nuestro país que divide a Londres literalmente en dos, este bucólico lugar de unos tres mil habitantes fue testigo de un pasado incaico, de las guerras calchaquíes, de la llegada del conquistador; y aún hoy esconde en sus entrañas muchos tesoros arqueológicos de indudable valor. Son innumerables los elementos de las antiguas culturas que habitaron estas tierras hallados periódicamente en la región, muchas veces por habitantes que los guardan como decoración en sus casas, desconociendo o desmereciendo el importante valor arqueológico de estos hallazgos. Sin embargo, muchas piezas son rescatadas continuamente y pueden ser vistas en el pequeño pero interesante Museo Arqueológico de Belén Condorhuasi. “Todavía se siguen encontrando cosas como restos óseos adentro de una vasija”, asegura César, un guía local.

Las ruinas de El Shincal, de supuesto origen incaico –algunos pocos se inclinan por la teoría de que son diaguitas– se erigen a cuatro kilómetros del centro londrino, en medio de una espesa vegetación conocida como Shinqui y cerca del río Quimivil, de ahí su nombre: El Shincal de Quimivil. Este increíble sitio habría sido un importante centro administrativo del imperio Inca, cuyos largos brazos se extendieron a través de la cordillera de los Andes hasta el mismísimo corazón catamarqueño, y habrían ocupado estas tierras entre 1471 y 1536. Dos pirámides imperfectas y enfrentadas se erigen a unos 25 metros de altura: son las plataformas ceremoniales. Hay que subir lentamente por sus grandes escalones para no quedarse sin aire, pero el esfuerzo bien vale la pena. Desde allí arriba se puede comprender y apreciar un poco más el trazado de la antigua ciudadela de piedra en la que se destaca un Ushnu, construcción típica incaica que sería tanto un centro ceremonial como un centro administrativo, oráculo y tribunal de justicia. O las Kallankas, recintos rectangulares que habrían sido viviendas comunales y hasta fábricas textiles. César explica en lo más alto de las pirámides que la llegada de los españoles interrumpió el proceso de asentamiento del inca por estas tierras: “Pero no se sabe a ciencia cierta si el inca hubiera avanzado más –aclara–. El inca llegó por el oro, y los centros administrativos eran lugares de control de todo el caravaneo”.

URDIR ESPERANZA Claro que Londres, al igual que Belén, tiene una gran cantidad de artesanos porque este lugar también dice ser la cuna del poncho. Para comprobarlo basta visitar algunas de las casas-taller, como la de Adelina Díaz, donde 5 telares descansan a la sombra del jardín arbolado. En uno de ellos hay un poncho a medio tejer con un bordado que dice Catamarca. “A veces vienen clientes de Buenos Aires”, cuenta Adelina, que aprendió el oficio de su madre y se lo traspasó a una de sus hijas, el resto son varones y nada quieren saber de telares.

Otro de los talleres londrinos es “Tilana Suyay”, que significa “Urdir Esperanza”. Aquí, Selva Díaz, a diferencia de Adelina, logró convencer a su hijo Marcelo de continuar con la tradición familiar en la manufacturación de ponchos. Tiempo después, Marcelo trajo algunos de sus amigos, y hoy son unos trece jóvenes varones que trabajan aquí contra todos los prejuicios: es que tejer en los días que corren representa una actividad eminentemente femenina. Pero a ellos no les interesa, están concentrados en las coloridas telas de oveja que sus manos transformarán en magníficos ponchos, cubrecamas, fajas, caminos, y otras artesanías del estilo, siguiendo una tradición centenaria. Y reafirmando así que en Catamarca se encuentra la verdadera cuna del poncho, no interesa si es en Londres o en Belén.

DATOS UTILES

  • Aerolíneas Argentinas vuela una vez por semana, los días miércoles, a la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca. El costo del pasaje es de alrededor de 950 pesos ida y vuelta. Tel: 0810-222-VOLAR (86527) www.aerolineas.com.ar

  • Las empresas Gutiérrez, Nueva Chevallier y Flecha Bus cubren el trayecto diario de Buenos Aires a Catamarca. Los precios oscilan entre 140 y 250 pesos. Empresa Gutiérrez también realiza el trayecto directo a Belén, una vez por semana.

  • En auto: desde San Fernando del Valle de Catamarca por Ruta Nacional Nº 38, luego empalmar con la Ruta Nacional Nº 60 (ingresará en La Rioja) hasta la Ruta Nacional Nº 40 (ingresará nuevamente en Catamarca) hasta Belén. Otra opción es acceder por Andalgalá por la Ruta Nacional Nº 46, atravesando la Cuesta de Belén

  • Paseos y excursiones: Chaku Aventuras: (03835)15527413, [email protected] www.chakuaventuras.com.ar

  • Hospedaje. Cabañas “El Shincal”: 03835 450 009

  • Más información: www.turismocatamarca.gov.ar www.turismobelen.gov.ar

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En Londres, uno de los telares del taller Tilana Suyay, que significa “urdir esperanza”.

Kallankas, recintos rectangulares que habrían sido viviendas comunales en El Shinkal.

Un grupo de jóvenes continúa la tradición londinense en el tejido de ponchos.
Imagen: Guido Piotrkowski
 
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