turismo

Sábado, 30 de abril de 2011

SANTA CRUZ. PUERTO SAN JULIáN

Un hito en la vuelta al mundo

Recorrido por este plácido pueblo costero de Santa Cruz, cuna de la historia patagónica y hogar de una variada fauna marítima que se ve con increíble cercanía y facilidad. Por aquí pasaron Hernando de Magallanes, Francis Drake y Charles Darwin, pero hay restos arqueológicos mucho más antiguos que hablan de aquel pasado en que habitaban unos curiosos nativos “gigantes”.

 Por Mariana Lafont

“19 de mayo de 1520. Puerto de San Julián. Alejándose de estas islas para continuar nuestra ruta, llegamos a los 49º 30” de latitud meridional, donde hallamos un buen puerto, y como el invierno se aproximaba, juzgamos a propósito pasarlo allí...”

Antonio Pigafetta en Primer viaje en torno del globo.

Transitando por la RN3 es posible desviarse tres kilómetros de la gran espina dorsal de la Patagonia costera para llegar a la margen oriental de la bahía de San Julián, que se extiende a lo largo de 15 kilómetros. Otro rasgo geográfico llamativo es el Gran Bajo, la mayor depresión endorreica de Sudamérica, que se encuentra 50 kilómetros al sur de la ciudad. Su punto más bajo está en la Laguna de Carbón, a 105 metros bajo el nivel del mar. Este sitio es de interés paleontológico por la gran cantidad de fósiles, pero por encontrarse dentro de una propiedad privada sólo se lo puede observar desde un mirador sobre la RN3.

La hoy mansa y cordial San Julián tiene 10 mil habitantes, pero durante la Guerra de Malvinas hubo mucho movimiento, ya que fue una importante base aérea, de la que aún quedan vivos recuerdos en la gente y monumentos como el Mirage Dagger, de la Plazoleta Héroes de Malvinas. Históricamente el eje de la economía local giraba en torno de la cría de ovinos: sin embargo, con el agotamiento del suelo y la caída del precio de la lana, los sanjulianenses comenzaron a estudiar otras opciones. Por un lado, la minería (con explotaciones de oro y plata en el cerro Vanguardia) y, por otro, el turismo, gracias a los atractivos naturales e históricos de la localidad.

La réplica de la mítica Nao Victoria de Magallanes vista desde el mar durante la excursión náutica.

LA HUELLA DE MAGALLANES La historia de San Julián está marcada por la huella dejada por Hernando de Magallanes en 1520. El navegante portugués había propuesto a España alcanzar las Indias bordeando el extremo sur de América y había zarpado de Sevilla con cinco naos, en agosto de 1519, buscando unir el Atlántico y el Pacífico. Luego de varios meses ancló, en mayo de 1520, en el actual Puerto San Julián. Como se acercaba el invierno decidió permanecer allí hasta que mejorara el clima. Y fue en este protegido puerto donde nació el mito del gigantismo de los nativos, leyenda que dio el nombre a la Patagonia. Tanto se asombró Magallanes por el tamaño y la fuerza de los aborígenes que los llamó “patagones”, término que se dice provendría de la novela de caballería Las aventuras del caballero de Primaleón. En la obra, tal caballero navega a una lejana isla donde vive el monstruo Gran Patagón. A partir de entonces, el cronista de la expedición, Antonio Pigafetta, llamó a esta zona Regione Patagonia.

Varios hechos significativos acaecieron aquí. El cerro de 300 metros que se encuentra en las afueras de San Julián fue bautizado Montecristo, y en su cima el gran navegante clavó una cruz reafirmando la fe cristiana y tomando posesión en nombre del rey de España. Actualmente allí se levanta el Via Lucis, otra versión del tradicional Via Crucis que representa la resurrección de Cristo, su encuentro con los apóstoles y el ascenso al cielo. Vale la pena subir porque además desde la cima hay una gran panorámica de la bahía, el pueblo y las extensas playas. Por otro lado, fue también en San Julián donde se celebró la primera misa en suelo argentino, en 1520.

Al poco tiempo tuvo lugar un sangriento motín. Una madrugada, Juan de Cartagena, Gaspar de Quesada y treinta hombres más controlaron tres naos; sin embargo, pronto Magallanes las recuperó e impuso un durísimo castigo. Uno de los capitanes fue decapitado y descuartizado, mientras el otro fue abandonado, junto al sacerdote de la flota, en la playa de la actual Isla Justicia, con mínimas provisiones.

Una de las playas extensas y solitarias de San Julián.

Al cabo de cinco meses, los navegantes zarparon de San Julián rumbo al sur para continuar su vuelta al mundo: pero Magallanes no pudo cumplir su sueño porque murió en las Filipinas, y sólo regresó a España la nao Victoria con 18 hombres al mando de Elcano. Como homenaje a dicha nave, y para mantener vivo el gran pasado magallánico en San Julián, se creó el Museo Temático de la Nao Victoria, con una réplica de la embarcación a escala real. Este paseo, ideal para niños y no tanto, se encuentra en la costanera, al final de la avenida principal. Se puede subir a cubierta, bajar a la bodega y caminar entre las figuras de algunos de los personajes más famosos de la flota magallánica. La ambientación es más bien oscura y una voz en off va relatando las aventuras de los intrépidos exploradores. La escenografía, además de cuidada e impecable, incluye reproducciones de objetos de uso diario, instrumentos de navegación y artillería.

Gracias a Magallanes, otros grandes exploradores y navegantes arribaron a las costas de San Julián. En 1578 recaló el pirata inglés Francis Drake, que había zarpado de Plymouth en el más absoluto secreto porque su objetivo era seguir la ruta magallánica y asaltar galeones españoles. La historia se repitió y, como el navegante portugués, la flota de Drake permaneció aquí durante el invierno, padeció un motín y uno de sus miembros también fue desterrado a la Isla Justicia. En agosto de 1578, la flota continuó hacia el sur y concretó la segunda circunnavegación del globo.

En 1828 surcaron estas aguas también los buques hidrográficos ingleses Adventure y Beagle, relevando la costa patagónica. Tiempo después, en 1834, volvió el Beagle con el capitán Fitz Roy y Charles Darwin, que hizo varias observaciones y halló un ejemplar de un cuadrúpedo paquidermo antepasado del guanaco extinguido hace 10 mil años. Finalmente, San Julián dejó definitivamente de ser un lugar de paso a fines del siglo XIX, cuando comenzó la colonización ganadera con pobladores provenientes de las Islas Malvinas. De aquel archipiélago vinieron los materiales para la primera construcción urbana, y hacia 1900 ya había seis casas: suficiente para que, un año más tarde, se realizara la fundación oficial del pueblo, desde entonces destinado a crecer de la mano del paulatino desarrollo patagónico.

Simpático pingüino de Magallanes avistado durante la excursión náutica.

EXPLORANDO LA COSTA El Circuito Costero es un paseo infaltable cuando se visita San Julián. Se trata de un recorrido de 27 kilómetros de buen ripio que, a lo largo de dos horas, brinda un hermoso panorama de la vasta costa patagónica. A medida que el vehículo avanza se observan extensas playas protegidas por abruptos acantilados de entre 15 y 70 metros de altura, con fósiles prehistóricos. Toda la zona está formada por rocas sedimentarias marinas del Terciario y de la Formación Patagonia. Una tras otra se suceden Playa Sholl, de los Caracoles, Cabo Curioso, las Playas de Drake, la Garganta del Diablo y playa La Mina. Otro punto interesante del trayecto está en el sitio donde se ven los restos del antiguo Frigorífico Swift, en funcionamiento hasta 1970. Cabo Curioso, con un faro que lleva el mismo nombre, es la más tradicional y, según los locales, la ideal para meterse al agua. Por su parte, la playa La Mina recibe ese nombre porque en 1950 había una mina de carbón, de la que hoy sólo queda un antiguo hueco tapado. Estas playas son el lugar elegido por los locales para pasar el día de Navidad, el Año Nuevo o, simplemente, para venir un domingo a comer un asadito en familia o con amigos.

La gran riqueza faunística de la región propició la creación de la Reserva Natural Península de San Julián, que protege tanto a los animales como a los ambientes costeros sobre una superficie de 10 mil hectáreas. Aquí conviven, entre otras especies, pingüinos de Magallanes, diversos tipos de cormoranes, choiques, zorros grises y colorados, piches (mulitas) y guanacos. Además, a 23 kilómetros del pueblo, cerca de la playa La Mina, hay un asentamiento no reproductivo de lobos marinos sudamericanos. Para lograr un buen acercamiento a la fauna lo mejor es hacer una excursión náutica por la costa, siempre con marea alta. En San Julián, las mareas alcanzan los nueve metros, dominando y cambiando el paisaje a su antojo. Pinocho Excursiones ofrece un paseo de una hora y media en un bote semirrígido, con un guía biólogo. La familia sanjulianense Cendrón está a cargo de esta pequeña empresa, pionera en esta clase de excursiones, ya que empezó con un bote a remo hace más de treinta años.

Se parte del Muelle Viejo, a 100 metros del Museo Nao Victoria. Al principio se tiene una linda panorámica de la ciudad, y al cabo de unos minutos unas divertidas toninas overas van escoltando la embarcación. Fácil de distinguir por su peculiar coloración blanca y negra, la tonina es una de las especies de delfín más pequeñas del mundo. Luego, la lancha surca la bahía hasta alcanzar la Isla Justicia, sitio donde fueron desterrados los capitanes de Magallanes en 1520 y un insurrecto de la flota de Francis Drake en 1578. A lo lejos se ve una delgada línea de tierra que contrasta con el turquesa del agua y se muestra salpicada de puntos blancos y negros: son mil parejas de cormoranes. Entre las variedades que habitan aquí se encuentran el cormorán roquero, el imperial y el de cuello negro, aunque también hay palomas antárticas, gaviotines sudamericanos, ostreros, gaviotas cocineras y australes, garzas brujas y skúas.

Si bien el cormorán no migra, el momento ideal para observarlo es la primavera y el verano, cuando nidifica, nacen las crías y, por ende, hay mayor actividad. Los cormoranes han teñido de blanco la Isla Justicia a fuerza de guano: este excremento es utilizado por las aves para hacer su nido, por eso muchos de ellos eran destruidos cuando el producto se extraía con fines comerciales. El segundo punto del viaje es la Isla Cormorán, donde anidan más de 120 mil pingüinos de Magallanes. Allí se desembarca y se hace una breve caminata para ver a las simpáticas aves de frac, que arriban en septiembre y permanecen hasta abril. Cada mes de septiembre vuelven al mismo nido del año anterior, depositan sus huevos y los incuban hasta que nacen las crías en noviembre.

Otro punto para observación de aves se encuentra muy cerca del casco urbano, en un área conocida como La Cascada. Allí hay un pequeño y peculiar salto de agua alimentado por el cambio de mareas, donde se puede apreciar una gran concentración de cauquenes, flamencos, cisnes, patos maiceros y patos vapor.

Antigua casa típica del pueblo de San Julián.

SAN JULIAN PREHISTORICO En las cercanías de San Julián hay vestigios del pasado prehistórico de la Patagonia. Sobre la RP77, a 150 kilómetros del pueblo, se puede visitar el yacimiento arqueológico La María, en la estancia del mismo nombre. El paisaje, compuesto por profundos cañadones, mesetas y afloramientos rocosos de sedimentos de explosiones volcánicas, revela la impresionante revolución geológica que soportó la zona en el pasado. Así se originaron 87 cuevas y aleros que albergan pinturas rupestres con una antigüedad de casi 13 mil años, anteriores a la famosa Cueva de las Manos en el cañadón del río Pinturas.

También del pasado, pero no tan remoto, son los restos de Floridablanca, primera colonia de la Patagonia austral. El hallazgo fue hace trece años dentro de la Estancia La Coronel, en las afueras de San Julián. Su historia se remonta a 1776, cuando España decidió fortificar la costa porque acechaban barcos de varias nacionalidades, en especial ingleses. Antonio de Viedma había recorrido la zona y le pareció un buen lugar para un fuerte. La construcción comenzó a principios de 1781 con 200 colonos pero, en el invierno, varios murieron como consecuencia de las ásperas condiciones climáticas. Para colmo, el virreinato se olvidó de ellos y los barcos con provisiones dejaron de llegar. Finalmente, en 1784, el virrey Vértiz abandonó y quemó Floridablanca por ser muy costoso su mantenimiento

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A punto de embarcar para hacer el paseo náutico costero.
Imagen: Mariana Lafont
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