turismo

Domingo, 28 de agosto de 2011

COSTA RICA. EN LA PROVINCIA DE LIMóN

¡Pura vida tica!

Casi un grito de guerra, el “¡Pura vida!” representa la filosofía con que la tierra costarricense recibe a los visitantes. Envuelto en un espíritu alegre y en plena conexión con la naturaleza, Puerto Viejo invita a conocer las maravillas del Caribe, reservas y parques nacionales donde la fauna se relaciona con el hombre sin intermediarios.

 Por Pablo Donadio

El filete viboreante de tierra que conecta las Américas está envuelto en aires ideales. Del lado del Caribe, a poco más de una hora de Sixaola –en la provincia de Limón, frontera con Panamá– Costa Rica cumple con esas expectativas. Pero lo importante de esas playas, más que su ubicación paradisíaca de sol pleno, arenas finas, aguas transparentes y palmeras cocoteras, es el lema “¡Pura vida!”. ¿Qué significa eso? Como dicen aquí, no se explica: se vive. A los fines de la crónica, vale contar que si uno gusta de la personalidad ribereña típica del Brasil o de los pilares que sostienen el espíritu aloha de Hawai, aquí va a pasarla bien de veras. Especialmente en Puerto Viejo, donde la alegría de la vida informal y la cortesía con que se recibe al otro es sorprendente. La atmósfera relajada de su ambiente latino, afrocaribeño y bribrí (su cultura preexistente) lo han instalado como una referencia de la “buena onda” caribeña. Algunos piensan que es el clima el que pone de buen humor a su gente. Otros aseguran, como si fuese una obligación del destino, que frente a este mar, bajo los influjos de las bellas trigueñas y su música vivaz, los ticos no pueden más que rebosar de felicidad. Lo cierto que es que alcanza con poner un pie para que esa energía llegue.

Ardillas, monos, ranas y otros animales conviven con el hombre en la reserva El Jaguar.

CRISOL QUE UNE Cuando una mezcla de razas no separa sino une, y sus partes nutren un todo mayor, se está en presencia de una sociedad homogénea a un modo propio, con destellos singulares. Algo así ocurre aquí. A los descendientes de nativos y afrocaribeños se han sumado desde hace tiempo muchos latinos de América del Sur y algunos europeos (españoles e italianos sobre todo), acortando distancias culturales e idiomáticas. Si bien mucho se dice y se lee en inglés, y hay nativos que sostienen su lengua patois, el castellano abre todas las puertas necesarias.

“Puerto Viejo es uno de los lugares más lindos, pero también donde mejor nos hemos sentido. Cuando se llega a sitios como éste, es difícil tomar la decisión de irse”, afirman casi a dúo Diego Soriano y Ezequiel Basile, dos marplatenses que andan de paso por Latinoamérica hace más de un año. Junto con ellos, otros viajeros disfrutan de la tranquilidad de la costa, de los pozones formados por los pequeños acantilados y sus piedras, y del surf en La Brave, la más famosa para practicarlo. Si uno recorre la villa, verá que hay muchos bares y paradores, en coherencia con la onda mochilera y un tanto nómade de la región. También hay muchos hotelitos pintorescos al estilo La Boca, de los que salen sonidos de reggae, un ritmo y estilo de vida que relaciona a muchos. En Rocking Js, el más conocido por su ubicación, hay lugar para todos: su sistema es similar al de los hostels, donde se arman guitarreadas y bailes permanentes. Se puede acampar en un gran tinglado del terreno y dormir en hamacas propias o alquiladas bajo otro techado gigantesco. Para quien se queda una semana, cada octavo día es gratis. Además de las comodidades del bar, hay un restaurante con salida al mar y piletas que se forman naturalmente. Allí el desafío es pegar un pique y ensayar el clavado ya que, en días de marea alta, algunas superan los dos metros de profundidad.

Si la idea es salir un rato, otras opciones nocturnas son El Mango y La Negra, para bailar toda la noche, aunque se han vuelto muy populares las juntadas playeras nocturnas, fogón de por medio y con algún músico alegrando la noche hasta los primeros soles. Para quien quiere llevarse algún recuerdo, la calle principal ofrece una feria diaria con artistas locales que exponen su trabajo y algunos viajeros que juntan algo de dinero para seguir camino. Los sábados funciona un mercado orgánico con vegetales y frutas frescas, chocolates, cereales y “patí” (pastel de carne picante), para cargar la alacena de quien se instala con productos regionales. A la hora de cenar, todos coinciden en recomendar El Dorado, cuya variedad de platos a la carta y la buena pesca diaria se completan con una excelente atención y música en vivo. La otra posibilidad es comer algo en la calle, en esquinas y puestos como los de Wilson Martínez, un tico sonriente que profesa el ¡Pura vida! como pocos hombres en la Tierra.

Una de las ranitas multicolores que andan sueltas en la Reserva El Jaguar.

PASEO A LA RESERVA Las playas son un imán insoslayable. Las hay chicas y grandes, pobladas y semidesiertas, como Punta Uva y Playa Chica, buenas para el surf y adonde se llega en bici, otra gran actividad aquí. Un buen lugar por precio para alquilar es Rasta Bike, atendido por David Serrano Soto, obviamente rasta y transmisor del ¡Pura vida! La idea es pedalear hasta Manzanillo y caminar luego unos 30 minutos hasta conectar con playas únicas y solitarias donde sólo se oye el ruido de las olas y, cada tanto, algún mono aullador.

Otros deportes acuáticos como el snorkel y el buceo son recomendables para descubrir el siempre fascinante mundo submarino, aquí con 475 especies de peces, entre los que se destacan el tiburón tigre y el pez ángel, decididamente amarillento y de contorno azulado y luminoso. El kayak, el windsurf y el boogie-boarding, o tabla para barrenar, son otras opciones para visitar el agua. Pero si el día no da para la playa y se nubla un poco, hay varias opciones. Una de ellas conecta al visitante con el mayor de los ejes nacionales, además de la cordialidad: la naturaleza viva.

Así como la comunión de razas está presente, la que integra al hombre con ambientes selváticos y sus animales, también. Nada mejor para comprobarlo que llegar a El Jaguar, una pequeña reserva de animales caribeños como el oso perezoso, extrañas ranas, monos aulladores y distintos tipos de serpientes. La entrada cuesta $7500 colones, equivalentes a $60 pesos argentinos. Vale acotar que también existen en otros suelos esas contradicciones históricas que recuerdan nuestros monumentos al general Roca, ya que aquí el colón costarricense es la moneda oficial del país, llamado así en honor a Cristóbal Colón, que descubrió para Europa estas tierras de indios a comienzos del 1500 y fue célebre en el “comercio” de su oro.

En fin, en Jaguar se puede pasar un buen momento de verdad: además de recorrer, se aprende sobre el estado de los animales recuperados y en peligro. Así la reserva oficia casi de zoológico sin rejas y permite interactuar con dóciles mascotas, mientras el guía va explicando cada momento del paseo y uno se saca fotos con ardillas, monitos aulladores y pegajosas ranas multicolores. La Reserva Indígena de Talamanca y el Refugio Vida Silvestre Gandoca Manzanillo son otros espacios dignos de conocer en este sentido.

La calle central de Puerto Viejo.

LOS PARQUES Dos parques en el departamento no deben dejar de visitarse. El primero es el Parque Nacional Cahuita, un accidente en la geografía del departamento, ubicado al norte de Puerto Viejo, camino de la ciudad de Limón. Antiguo pueblo de pescadores asentado en lo que actualmente es el parque, su historia e idiosincrasia siguen vigentes. Si la reserva era ya un paraíso, las dimensiones y ecosistemas del Cahuita se encargan de redimensionar esa emoción. Sus senderos se internan por rincones hacia lo más denso y selvático, llenando espacios con misteriosos silencios e irrumpiendo con sonidos de animales desconocidos. La entrada por Puerto Viejo es a voluntad, si no hay que pagar 10 dólares por la puerta central, que conecta con un área de 1106 hectáreas de parte terrestre, otras 600 más en la zona de arrecifes y unas 22.400 pertenecientes al sector marino. La parte coralina es una de las más sobresalientes del país y, sobre la terrestre, se resguarda el bosque pantanoso con rodales puros de yolillo y sangrillo, especies autóctonas. La visita debe hacerse, en la época del año que se esté, con guía y ropa fresca, ya que la zona es muy calurosa y demanda altas dosis de repelentes. Distintas actividades acuáticas y terrestres, además de caminar, nadar y observar (las clásicas), están disponibles en ese escenario, que cuenta con sanitarios, vestidores y algunos paradores para comer.

Bastante más al norte, aunque las distancias son las de un país pequeño, y previo paso por la ciudad de Limón, aparece el Parque Nacional Tortuguero, un área protegida a lo largo de la costa caribeña. Se trata de otro paraíso con una red única de canales y ríos que albergan cantidad y variedad de animales exóticos, como los manatíes. Tortuguero, haciendo honor a su nombre, incluye el mayor terreno de anidación de las tortugas marinas verdes del hemisferio occidental. Ellas llegan aquí para depositar los huevos en la playa, en una de las situaciones más vistas y desesperantes de los documentales, cuando las pequeñas recién nacidas corren acechadas por depredadores al encuentro de las olas salvadoras. Si lo logran, pueden crecer hasta un metro de longitud y llegar a pesar más de 200 kilos, convirtiéndose en apenas una de las maravillas nacidas aquí, y al alcance de los ojos visitantes

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Después de probar la bici, una caminata descubre las paradisíacas playas cercanas a Manzanillo.
Imagen: Adrian Esnay Cardozo
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