turismo

Domingo, 25 de septiembre de 2011

CORRIENTES PESCA EN EMPEDRADO

Gigantes del Paraná

La ciudad de Empedrado, ubicada en el norte de Corrientes y a orillas del Paraná, es una de las mecas de pesca de la provincia, donde pican enormes dorados, pacúes y surubíes. Secretos y técnicas para atraer a los gigantes del río, que dan lucha pero al final se rinden ante expertos guías y pescadores.

 Por Julián Varsavsky

En la provincia de Corrientes, cuya fuerte identidad la distingue del resto del país, los torneos de pesca son más importantes que los de fútbol. Las fiestas del dorado en Paso de la Patria, del surubí en Goya, la boga en Empedrado y el pacú en Esquina atraen a pescadores de toda la Argentina e incluso del exterior. Los resultados de la Liga Correntina de Fútbol, en cambio, interesan mucho menos.

Encerrada por los ríos Paraná y Uruguay, la provincia tiene varias mecas de pesca: además de Paso de la Patria, Goya, Empedrado y Esquina también Ita Ibaté e Ituzaingó son localidades atractivas para los pescadores.

Ubicada en el noroeste de la provincia, a orillas del Paraná, Empedrado se caracteriza por sus variados escenarios de pesca: pedregales con buenas correderas que atraen a las bogas, islas en un pequeño delta, desembocaduras de riachos y bancos de arena que generan buenos veriles, es decir turbulencias por el aumento de la velocidad del agua que la oxigenan atrayendo a los peces. La pesca es pródiga en ejemplares de buen porte, aunque no tanto en cantidad.

Las modalidades de pesca en Empedrado son trolling, spinning y con mosca. Y las especies emblemáticas son los dorados, de un promedio de nueve kilos y un máximo de 24. Los surubíes son de un promedio de 15 kilos y un máximo de 38, aunque también salen pacúes, bagres, armados, mandurés, mandubíes, patíes y muchas bogas. Septiembre y octubre son los meses de mejor pesca, cuando en una buena jornada puede haber alrededor de diez piques. La temporada alta en general va de junio a octubre.

Según Fabián Alegre, nuestro guía de pesca, los dorados y surubíes de Empedrado son los más grandes de la provincia. Cuenta por ejemplo que su record personal es un dorado de 24 kilos que pescó en 1996 (el record de la provincia alcanza los 33 kilos). Su surubí más grande fue de 73 kilos, también hace más de diez años. Y en 1994, agrega, un cliente suyo atrapó un surubí grande como un humano, “que sacamos entre tres personas y devolvimos al agua sin pesar, aunque le calculamos entre 80 y 90 kilos”. Pero aclara que antes había piezas más grandes que ahora, como los manguruyé, que podían alcanzar los 140 kilos. Hoy, en un día de mucha suerte, un pescador puede sacar dorados de diez a 12 kilos y surubíes entre 30 y 40 kilos.

EL PEZ QUE LUCHA Cuando un combativo dorado –la pieza más buscada– tensa la línea de un tirón y deja ver su aleta de oro rasgando la superficie del río inmóvil, todo se revoluciona arriba de la embarcación. El pescador más experto del grupo sopesa la caña y dictamina el peso del ejemplar y la estrategia a seguir. El protagonista del pique busca recoger la línea de a poco para que la poderosa mandíbula del pez no corte el anzuelo. Y los demás pescadores dejan su caña y se ponen a trabajar en común, aportando su sabiduría para extraer esa trofeo invisible que se intuye en el extremo de la línea.

El dorado o Salminus maxillosus –pirayú en guaraní– es un pez combativo que tironea y resiste, mide fuerzas y contraataca. Lucha hasta el final sin saber que en la otra punta de la línea hay cinco hombres en trance adrenalínico, a quienes pareciera que en esa pesca se les va la vida. En algún remanso de la lucha, que dura varios minutos con sus altos y bajos, el pez decide que es momento de verse las caras y salta de cuerpo entero fuera del agua. En el aire se arquea dando cabezazos y cae de costado torpemente con un ruidoso “plaf”, dejando un destello amarillo perdurando por un instante en la retina.

La estrategia del dorado incluye nados en círculos cortos; también simula negociar una rendición honrosa y de repente tensa la línea al máximo otra vez con fuerza bestial. Pero de a poco el gallardo pez se va cansando, intenta un vano coletazo final y termina nadando en zigzag hasta el alcance de la mano del pescador. Se entrega manso: entonces el adversario toma con la mano su fulgorosa belleza, se saca una foto y lo regresa vivo al agua tras quitarle el anzuelo. De alguna manera, a Corrientes se viene a combatir.

El dorado es tan voraz que a veces se capturan ejemplares que en el estómago tienen un pez bastante grande, otro pequeño en la boca y además muerden la mosca. Se comen a todos los demás peces del río, incluso a dorados más pequeños. Para pescar al “tigre de los ríos” se lo ceba golpeando la superficie del agua con el señuelo para que tire el tarascón. La mosca tiene en verdad forma de pez, y a veces se usan señuelos vivos como cascarudos, morenas, tarariras chicas y mojarras. Se los encuentra junto a las correderas, al acecho tras un tronco o una roca, listos para atacar todo lo que aparezca a su paso.

Según cuenta un guía de la zona, una vez que se quedó sin señuelos probó suerte con un pañuelo y sacó un dorado. La única condición inevitable es que la temperatura del agua supere los 18 grados: de lo contrario, se aplacan en el fondo del río.

En general los dorados aguardan su comida quietos, a la espera de lo que trae la corriente. Por eso se los pesca con mosca (permitida sólo desde septiembre hasta abril) combinando con la técnica del spinning, que consiste en lanzar el anzuelo e ir recogiéndolo todo el tiempo para que el movimiento atraiga al pez. También se lo pesca con la técnica del trolling, con la balsa en movimiento permanente.

EL SURUBI El pez más grande que suele picar en Empedrado es el surubí. En una jornada normal pueden salir cuatro o cinco ejemplares de entre 10 y 40 kilos, a veces más. O puede no salir ninguno. Los muy grandes requieren de mucho oficio para saber modular el reel, dándole nylon cuando el pez lo pide. En estos casos sacarlo del agua puede llevar hasta 40 minutos, y el momento exacto es al ver las burbujas de las bocanadas de aire que lanza el pez cuando está muy cansado. Por lo general están en los veriles más profundos, a 20 metros, y por eso se usa una línea de hundimiento con plomada. Junio, julio y agosto son los meses ideales para pescarlo.

La otra pieza muy buscada en este sector del Paraná es el pacú, un pez de forma redondeada conocido como “lechón de río” por el rico sabor que proporciona la grasa de su carne. El record en Empedrado fue uno de 13,5 kilos. Pero en un buen día pueden salir tres o cuatro piezas de cinco a siete kilos. Se lo pesca en las costas arboladas, con una masa de pan rallado mezclada con huevo y vainilla, ya que es un pez vegetariano. Por eso octubre es el mejor mes para la pesca del pacú, cuando cae en las aguas el frutito maduro del ingá. La técnica consiste en tirar el anzuelo golpeando fuerte el agua para simular el efecto del fruto cayendo.

La boga es otra de las especies valoradas en Empedrado por su combatitividad, mayor incluso que la del dorado. Se las busca en las correderas que forman las rocas y se las tienta con maíz o corazón de vaca. Agosto y septiembre son la mejor época, aunque pican durante todo el año con portes promedio de cuatro kilos. En este mes pueden salir hasta 30 bogas en una buena jornada, si se busca sólo esa especie.

Los lugares de pesca en los alrededores de Empedrado son particularmente bonitos al margen de la pesca, con hermosas playas de arena blanca e incluso islas, además de costas selváticas con sauces, bosques de alisos, cañaverales tacuara y laureles amarillos, desde donde llegan los chillidos de los monos aulladores. Y con suerte se pueden ver algunos yacarés, carpinchos, tucanes, biguás, charatas y garzas moras y blancas.

Durante la pesca se va probando dónde hay pique y si ya han salido, por ejemplo, surubíes, se cambia de lugar y de técnicas para buscar dorados. Pero los principales pesqueros son El Dorado Center, la Boca del Empedrado, El Veril de la Domínguez y el Barco Hundido, lugares que sólo se pueden ubicar con un guía de la zona.

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El dorado del Paraná no será el más grande, pero sí el más bonito de su género.
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