turismo

Domingo, 3 de noviembre de 2013

EE.UU. ALASKA, DE UN SIGLO A ESTA PARTE

La tierra extrema

Hace poco más de medio siglo que Alaska se convirtió, oficialmente y con estrella, en uno más de los estados de Estados Unidos. Sin embargo, Anchorage, la ciudad más importante de este territorio enorme y remoto que se asocia con los inviernos extremos y la era del hielo, ya comenzó los festejos por su centenario, que se celebrará en 2015.

 Por Graciela Cutuli

Vista desde aquí, desde el sur del Hemisferio Sur, Alaska hace pensar un poco en la Patagonia, nuestra propia tierra remota, la tierra de todos los contrastes, a la vez abierta e inaccesible, esa tierra sujeta al vaivén de los climas extremos que es una en invierno y otra en verano. Vista desde cerca, naturalmente, aparecen las diferencias, todos esos detalles y particularidades del fascinante territorio comprado por Estados Unidos a Rusia en 1867. Una transacción por algo más de siete millones de dólares, que parece impensable en los parámetros del mundo actual y que en sus tiempos muchos calificaron lisa y llanamente de “locura”: pero la gigantesca Rusia necesitaba dinero, y Estados Unidos, expansión hacia una zona estratégica. Finalmente, la aparición de oro y más tarde de petróleo convirtieron la compra de Alaska en un increíble negocio, aunque la naturaleza se encargó de equilibrar la balanza con algún terremoto recordado entre los más devastadores del mundo.

¿Qué motiva hoy al viajero que pone los pies en Alaska? Cierta curiosidad aventurera, un amor incondicional por la naturaleza, la afición al avistaje de fauna y, muchas veces, también auténtica pasión por la pesca. Llegar no es barato pero tampoco complicado –vuelos nacionales e internacionales aterrizan en el aeropuerto de Anchorage, hay cruceros y una autopista para llegar en auto o casa rodante– y quedarse resulta tentador, a pesar de temperaturas que en invierno no dan tregua y rondan entre -5 y -12 grados. Por eso justamente la temporada alta es el verano boreal, cuando los días son frescos pero larguísimos y agradables, con temperaturas que rondan los 15 grados... sobre cero. Y sin embargo, el invierno tiene un encanto propio que algunos prefieren, y es también la temporada de las carreras de trineos tiradas por perros y de las mágicas auroras boreales que tiñen el cielo de veladuras de sutiles colores transparentes.

Alces americanos, una presencia frecuente en Alaska, tierra también de osos y salmones.

EN EL EXTREMO NORTE Anchorage no es la capital del estado, pero sí su ciudad más importante. Casi igual distancia la separa de San Francisco que del Polo Norte, unos 3200 kilómetros. Y aunque ya parece lo suficientemente boreal, Alaska tiene ciudades y pueblos más al norte todavía, como Point Barrow –el punto más septentrional de Estados Unidos–, que el año pasado se vio en Big Miracle, la película inspirada por la épica liberación de un par de ballenas atrapadas en 1988 bajo los hielos del Artico.

Anchorage se fundó en 1915, pero las celebraciones por su centenario ya comenzaron en mayo de este año y seguirán con una serie de exposiciones históricas hasta 2015. Sin duda los tiempos han cambiado mucho, y lo que era apenas un campamento de pioneros se volvió una ciudad moderna que convive cómodamente con su cercanía con los glaciares: por lo menos sesenta de ellos se encuentran en un radio de 75 kilómetros a la redonda. Y si en el centro mismo está el Alaska Zoo, un buen lugar para empezar a familiarizarse con la fauna de la región, las afueras son el mejor escenario: allí están las águilas, con su vuelo majestuoso y su vista entrenada para capturar las presas al vuelo; los gigantescos salmones que saltan en el cercano Ship

Creek despertando la codicia de los pescadores con mosca; los gigantescos alces que se pasean sin inmutarse al borde de los caminos, alimentándose de toda hoja al paso, y los impresionantes osos que merecen excursiones especiales que se internan en su hábitat.

Desde Anchorage salen, por ejemplo, excursiones en avioneta que van hacia el sur, por la Bahía de Cook, sobrevolando volcanes activos, ríos abundantes en salmones y glaciares. Los pasajeros bajan luego en una playa en Silver Salmon Creek, donde los recibe un guía especializado para darles los primeros conocimientos sobre los osos y sus costumbres, y desde allí se sale a descubrirlos en una zona de praderas contigua a la playa. En la zona se ven sobre todo osos pardos, pero hay también osos negros. Más impresionante todavía es la excursión que, siempre saliendo en avión desde Anchorage, se interna en el Parque Nacional Katmai: aquí hay una plataforma de observación que permite ver a los osos mientras capturan los salmones que tratan de remontar las cataratas Brooks. Por supuesto –clima obliga–, hay que recordar que estas excursiones son exclusivamente veraniegas.

Otra opción es viajar hacia los Montes Chugach, hábitat de alces americanos, que son el punto de partida para sobrevolar el valle Knik y el valle del glaciar Colonia, famoso por sus “cascadas de hielo”. Luego se aterriza en el lago George, donde el Colonia cae al lago y desprende enormes icebergs con gran estruendo: un poco la réplica del norte de los imponentes glaciares patagónicos, como para demostrar que de algún modo los extremos se tocan.

La largada del Iditarod, la carrera de perros de trineo más exigente y famosa del mundo.

A FUERZA DE PERROS Para los entendidos, Alaska también es sinónimo de la carrera de perros de trineos más importante del mundo, el Iditarod Trail Sled Dog Race. La carrera toma el nombre de una ciudad hoy convertida en pueblo fantasma, Iditarod, que en las primeras décadas del siglo XX fue epicentro de la fiebre del oro: hoy sólo quedan ruinas, y leyenda.

El Iditarod Dog Race se realiza todos los años, a principios de marzo (cuando toca a su fin la mejor temporada para el avistaje de auroras boreales) entre Anchorage y Nome, separadas por casi 900 kilómetros. Cada musher, o conductor de trineo, debe llevar un grupo de 16 perros para llegar a la meta, un logro que lleva varios días de travesía y que implica desafiar un clima desfavorable, vientos helados que llevan el frío hasta -50 grados y un auténtico blizzard que lleva la aventura a un auténtico extremo. La carrera comenzó hace cuarenta años, en 1973, y de ser un evento conocido para un puñado de mushers se convirtió en un auténtico desafío reservado a los mejores perros del mundo, capaces de atravesar la tundra, los ríos y las montañas a pesar de todos los obstáculos que pone la naturaleza a la presencia humana en este extremo norte del mundo. Hace sólo dos años, en 2011, se marcó el último record, con un tiempo total de ocho días y 19 horas. Viajar a Alaska en esa época del año permite apreciar hasta qué punto el Iditarod es todo un evento, con mushers que son auténticas celebrities locales... o internacionales. Porque el único musher del Hemisferio Sur que compitió y terminó el Iditarod viene del sur argentino, y es el ya legendario Gato Curuchet, que cría y corre con perros de trineo en los valles fueguinos. Porque, una vez más, vuelven a tocarse un extremo y otro del mundo...

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Uno de los glaciares que modelan el paisaje de este territorio de largos inviernos y breves veranos.
Imagen: Visit Anchorage
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