turismo

Domingo, 30 de marzo de 2014

INDIA. BANGALORE, TRADICIóN Y MODERNIDAD

Del templo al high-tech

Tierra de miradas profundas, colores radiantes y ritos sagrados, la India sureña atesora un poder misterioso afianzado en sus creencias milenarias. En la capital de la provincia de Karnataka, los templos antiguos conviven con la infraestructura moderna, mientras la ciudad gana renombre por el desarrollo de software.

 Por Pablo Donadio

Fotos de Pablo Donadio

En Karnataka, estado del sudeste de la India, también descansa lo sagrado. El centro de Bangalore, su gran capital, abunda en ritos religiosos, exóticas y picantes comidas, colores abrumadores de saris y los bailes contorsionistas del mudra. Pero también es tierra de avance científico-tecnológico, con varias empresas estatales de industria pesada, ingeniería aeroespacial, telecomunicaciones, industria militar y sobre todo software. El fenómeno profundiza algunos contrastes: desvencijados motocarros circulan codo a codo con modelos alta gama de la marca local Tata, ceremonias en honor a los dioses Shiva, Brahma y Vishnú se celebran en shoppings de varios pisos donde también se vende la Barbie india y autobuses con viajantes en los techos cohabitan con el flamante Namma, el metro que cruza la ciudad por el aire como una víbora de concreto. Una ciudad que sorprende por igual con su tradición y su modernidad y a nuestros ojos –peregrinos, occidentales, ajenos– resulta dicotómica, aunque quizá sea un buen ejemplo de convivencia entre lo que algunos llaman “viejo y nuevo”. Un buen sitio para experimentar otra visión del país, fuera de los lujos de hoteles seis estrellas y palacios como el Taj Mahal en el norte o los viajes que recalan en centros de meditación y derroteros místicos: es la puerta hacia un paisaje aún por descubrir para los viajeros de este lado del mundo.

La entrada al Garuda, un shopping similar a cualquier otro por su oferta comercial, pero con toque indio.

INDIA CULTURAL Tres aviones (a Sudáfrica, Mumbai –ex Bombay– y finalmente Bangalore) nos dejan exhaustos. Pero apenas ponemos un pie en el aeropuerto nos conmueven los colores apabullantes de los saris y un silencio precioso. Hombres de túnica y mujeres de piel dorada y largos vestidos viajan en motos y automóviles que parecen haber atropellado un vivero, entre camiones tapados también con coronas hasta el parabrisas. Extendemos la vista cansada y todos, absolutamente todos, llevan flores y ramas atadas desde el radiador hasta el techo. “¡Bienvenidos! Llegan justo en la Fiesta de los Demonios, cuando intentamos calmar a los malos espíritus con flores y rezos. La tradición nos cuenta que el metal es un elemento del mal, por eso todo aquello que lo tenga es adornado con jazmines, rosas y margaritas”, explica Ravi, de Arjun Tours & Travels, nexo entre Karnataka y nosotros. Mientras nos habla, un joven que parece salido de los cuentos épicos de esta tierra nos pinta la cara y nos bendice con el humo del sándalo. Es un recibimiento que recrea la cara más tradicional, aunque dicen que esta ciudad tiene largo y tendido para presumir de moderna. Pero eso llegará pronto. Ahora es tiempo de recorrer la avenida principal Mahatma Gandhi hasta el hotel, y partir al sitio donde nos esperan para introducirnos un poco en la cultura local.

Vamos pegados a las ventanas de la combi, mirando alrededor como niños. Conocida como la Ciudad Jardín en todo el país por su vegetación y extensos parques públicos, Bangalore es también sede del Festival de las Luces, una de las celebraciones más importantes y antiguas de la India junto con Las Noches de Navaratri, de tradición védica, yóguica, hinduista y tántrica, que venera a esa diosa por nueve días. La ciudad también tiene una cultura teatral muy activa y vibrante, con varios espacios populares como el Ravindra Kalakshetra y el recientemente inaugurado Ranga Shankara Theatre.

Así los más de ocho millones de habitantes disfrutan cotidianamente de artes vivas, expresadas en muestras como la del Yakshagana, “una de las formas teatrales más difundidas en el estado, que ha llevado a los actores que los recibieron en el aeropuerto más de tres horas de maquillaje y preparación”, tal cual cuenta Ravi. Y expresadas también en los conciertos internacionales de rock y los Ashram de Sai Baba y Sri Sri Ravi Shankar, en cuyos jardines los maestros hablan de lo real y lo aparente.

Muchos animales son reencarnaciones de dioses en la creencia hindú, a los que se venera.

EL LADO COMERCIAL Antes del almuerzo recorremos otra de las caras de la ciudad, su lado comercial. Si bien atesora mercados callejeros, típicos y tradicionales tiendas de seda, Bangalore exhibe también imponentes shoppings, como el Garuda, donde cohabitan marcas de ropa internacional, los mejores cines y el infaltable local de comidas rápidas más famoso del mundo. En las afueras, sin embargo, algunas mujeres jóvenes que se comprometerán o casarán en breve hacen fila para grabarse las manos con símbolos (hoy de henna) como parte de un antiguo ritual.

Otra industria sorprendente es la del cine. Bangalore está empapelada con afiches de protagonistas del cine canarés o cine sándalo, que produce decenas de películas por año y se inserta en la lógica de Bollywood, la megaindustria cinematográfica que crea ídolos modernos (aunque con temáticas siempre indias) y brilla en el país con mayor factura que la propia Hollywood. En cuanto a gastronomía, la oferta de la cocina es reflejo de la diversidad social y económica. La tradición, siempre arraigada más en el campo que en el centro, entiende los alimentos como un regalo divino, y mezcla distintos tipos de preparaciones, siempre salseadas, con el arroz y los picantes como elementos destacados. Vendedores ambulantes ofrecen sus elaboraciones sobre la Mahatma Gandhi Road, junto a los udupi –restaurantes populares– expertos en cocina vegetariana y otros locales donde se preparan alimentos rápidos, con recetas chinas y otras más occidentales. Un poco de todas esas delicias probamos en nuestro primer día de descanso en el Fortune Park JP Celestial, sobre una extensa mesa que han preparado como para un batallón. Casi no hay carne roja, poco pollo, y el arroz y las verduras dominan el banquete. Los chefs se paran junto a los platos y esperan el comentario, algo habitual en este hotel, que junto con el Leela Palace –aún más deslumbrante– se instalan como referentes no sólo gastronómicos sino también edilicios de la ciudad.

Namma, el nuevo metro que cruza la ciudad como una víbora de concreto.

TECNOLOGÍA INDIA Bangalore alberga algunas de las escuelas y plazas de investigación más prestigiosas de toda la India. Varias empresas estatales de la industria pesada, compañías de ingeniería aeroespacial, telecomunicaciones e incluso industria militar se encuentran aquí. Pero sus programadores son el tema favorito, sobre el que hablan constantemente y con orgullo: ellos colocaron a la ciudad en la cúspide asiática del software, ganándose el apodo de Silicon Valley india por su posición como líder en empleos de tecnología de la información, compitiendo y aunando esfuerzos con China y Estados Unidos.

Todo empezó, o tomó su impulso definitivo, en los años ’90, cuando empresas de la talla de HP, IBM y Microsoft llegaron atrayendo consigo otras firmas y dineros destinados a la investigación. Cuentan que se debe a la sabiduría de sus hombres y a las inversiones de diversas compañías locales y extranjeras, apoyadas por el gobierno indio para crear la Silicon Indian Professonals Association (SIPA), una apuesta al software libre, con otras firmas de renombre como Infosys. Pero entre los vidriados edificios, dignos de una película, suenan de pronto las cuerdas de una tambura y el agudo silbido de un instrumento de viento nos saca de la charla tecnológica y nos devuelve de lleno a una realidad más palpable: por encima de los carros tirados por bueyes y cebúes, y los millones de frenéticos motocarros, vamos al encuentro del metro suburbano Namma (“nuestro”), una suerte de Scalectrix que atraviesa la ciudad por encima. Su moderno sistema, rapidez y fluidez, además del trazado sobre una especie de autopista por encima de otras avenidas, ha dinamizado el caótico tránsito local.

Parados allí, hacia el este vemos la MG Rd, Brigade y Residency, donde se ubican las tiendas y restaurantes de “clase media”; hacia el oeste el Gandhi Nagar, una zona con onda mochilera, hoteles baratos y mercados, y hacia el sur los edificios más emblemáticos de la época colonial británica, como el Palacio de Bangalore, levantado en 1880 y perteneciente aún a los marajás de Mysore. Está muy cerca, así que vamos a visitarlo. Una réplica de una cabeza de elefante recuerda en la entrada el mayor placer (junto al oro y las mujeres) de estos reyes: la caza. Sus torres guardan un parecido increíble con el castillo de Windsor en el Reino Unido. Junto al Vidhana Soudha (construido en 1954 por presos y actualmente sede del parlamento de Estado), es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Los edificios y nombres siguen en una lista arrolladora e imposible de recordar: el Jardín Botánico Lalbagh, con 92 hectáreas; el templo del Sultán Tipu, de 1537; el Parque Cubbon, más extenso que el Lalbagh... Cada uno entrega siglos de historia en pocas miradas, mientras hoy Bangalore sigue escribiendo su historia, en una clave más tecnológica pero siempre respetuosa del pasado y lo sagrado.

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Un motocarro cargado de flores y coronas, preparado ya para la Fiesta de los Demonios.
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