turismo

Domingo, 14 de junio de 2015

BUENOS AIRES SPAS DE CAMPO

Instrucciones para descansar

Para escaparle a la ciudad y al frío, tres spas con diferente perfil en la planicie pampeana de San Antonio de Areco y Open Door y en el verde rioplatense de Punta Indio, dentro del bosque en el Parque Costero del Sur.

 Por Julián Varsavsky

Fotos de Julián Varsavsky

Los fríos invernales parecen decididos a instalarse y muchas casas de campo con piscina se transforman, gracias al cambio de clima, en casas de campo con spa, donde parte del disfrute de una escapada de fin de semana transcurre puertas adentro, en combinación con la vida al aire libre y el verde que se ve a través de los ventanales.

A continuación, tres opciones de escapadas bonaerenses muy cercanas para sumergirse en las aguas calientes y espumantes de un spa, donde la consigna del viaje es sólo descansar.

ESTILO ORIENTAL Al entrar a las instalaciones del Mora Spa, ubicado en el hotel de campo San Ceferino de Open Door (partido de Luján), uno debe quitarse el calzado, una antigua costumbre oriental. Ingresamos por un arco morisco que remite al palacio de La Alhambra y al avanzar descubrimos imágenes de deidades tailandesas al estilo del Gran Palacio Real de Bangkok, tallas de templos hindúes, estatuas budistas de Nepal, lámparas marroquíes, jarrones chinos de porcelana y tallas balinesas.

Llegamos para almorzar bajo una galería vidriada como un jardín de invierno, frente a una elegante fuente andaluza. El almuerzo buffet incluye cortes de vacío de primera calidad, pollo relleno con vegetales y ñoquis con diferentes salsas, además de una mesa de ensaladas y otra de postres. Después de comer dormimos una siesta en la espaciosa sala de relax del segundo piso con vista a la enorme piscina climatizada.

Pasada la siesta, salimos a caminar por las 130 hectáreas del hotel de campo San Ceferino. Vamos por una calle de tierra entre dos hileras de árboles que forman galería, mirando los caballos, vacas y ovejas de la estancia que pastan casi inmóviles. Pasamos junto a uno de los cuerpos con habitaciones y seguimos de largo hasta el museo de carruajes, quizás el más completo del país, con una colección de 50 berlinas, diligencias al estilo oeste norteamericano, antiguos carretones, sulkis y hasta uno en forma de carroza mortuoria en el que llevaron a Carlos Gardel a La Chacarita.

Regresamos al Mora Spa porque tenemos hora para una sesión de masajes con piedras calientes de origen volcánico distribuidas por todo el cuerpo. Además de los tratamientos de relax están los de belleza: optamos por una fangoterapia de cuerpo completo que produce un efecto suavizante en la piel.

Después de los tratamientos pasamos a los jacuzzis junto a los ventanales y luego vamos a la piscina cubierta a 33 grados, donde hay “cuellos de cisne” echando agua a presión para relajar la espalda y el cuello. Y para completar el circuito del spa probamos los saunas seco y finlandés. Son las cuatro de la tarde, hora de la clase de yoga en una gran sala con suelo de parquet presidida por una talla de Buda.

A la hora del té volvemos a la galería vidriada donde hay servidas delicias saladas y tartas de manzana y de chocolate, además de scones, todo recién salido del horno en la pastelería de San Ceferino.

EN TIERRA GAUCHA En las afueras de San Antonio de Areco hay un hotel de campo con una refinada arquitectura campestre bonaerense en medio de la planicie verde. Tiene una piscina al aire libre climatizada y un spa vidriado, protegidos por dos galerías que forman una L donde están las confortables habitaciones, decoradas con un rústico modernismo.

El spa tiene una sala para masajes descontracturantes, integrales con piedras calientes o con cañas de bambú, reiki y reflexología. El circuito de agua tiene la particularidad de un ascensor con arnés para que personas con discapacidad motriz puedan ingresar también en la piscina climatizada. Y se completa con una ducha escocesa, un sauna húmedo donde brotan vapores aromáticos, un sauna seco e hidromasaje con vista a la naturaleza a cada lado.

En el restaurante de Solar del Pago una entrada representativa es la bruschetta de jamón crudo y rúcula, y como plato principal podrían ser una entraña marinada o un pollo al limón.

CABAÑAS EN EL BOSQUE La localidad bonaerense de Punta Indio está dentro del Parque Costero del Sur, declarado Reserva de Biosfera por la Unesco en 1984. Esta franja de 70 kilómetros de largo entre las ciudades de Buenos Aires y La Plata forma un cordón de selva en galerías que conecta el Río de la Plata con la llanura bonaerense. En uno de sus relictos mejor conservados está el complejo de cabañas con spa La Betty, allí donde confluyen las especies vegetales y animales de la llanura pampeana con las de la desembocadura del Río de la Plata.

Al llegar por el camino de conchillas que conduce a Punta Indio sorprende la densidad boscosa a los costados y una fragancia húmeda que llega desde el río. En La Betty nos recibe Rosa Sosa, la dueña de casa, orgullosa de su parque que combina árboles autóctonos con introducidos: talas, coronillos, sombras de toro, algarrobos, ciruelos, perales, membrillos, higos blancos, tunas, nogales, palmeras, manzanos, caquis, paltas, limoneros y guindos, todos desperdigados en un área de tres hectáreas dándoles sombra a apenas seis cabañas más el pequeño anexo con el spa.

Rosa suele hacer dulces con las frutas de su jardín, pero últimamente viene fracasando porque los loritos le picotean y arruinan la cosecha. La fauna de La Betty también es local y exótica: tres perros –Chicha, Chiquito y Panceta–, calandrias de cabeza roja, búhos que se posan en una palmera mirando a la gente de costado, jilgueros, un lagarto overo que vive junto a la piscina, una mulita que juega al gato y al ratón pero con esos perros, liebres que aparecen en fila con su cría, tordos negros y marrones, mariposas azules, coloradas y blancas, zorros y gatos de monte, negros con pintas claras y ojos amarillos que les dan un aire de pantera.

Este ambiente es el que uno observa entre burbujas espumantes desde el jacuzzi con ventanal triple de La Betty, donde también hay un relajante sauna seco. En una sala una experimentada masajista ofrece masajes descontracturantes y con piedras calientes, después de los cuales se suele salir a caminar relajadamente por un sendero de interpretación que va paralelo a un arroyo internándose en un bosquecito autóctono de talas, coronillos y sombras de toro, donde a veces se ven nutrias y con mucha suerte carpinchos, bastante cerca de las cabañas.

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Un masaje tailandés en el Mora Spa, dentro del hotel de campo San Ceferino.
 
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