En su declaración, el exsenador rionegrino, quien es juzgado junto con tres compañeros de bancada y a exfuncionarios del gobierno de la Alianza por pagar y recibir sobornos, apuntó contra Álvarez por ser éste quien dio entidad parlamentaria a la denuncia de sobornos al leer en una reunión de labor un anónimo que acusaba a los legisladores de haber cobrado dinero de parte del Ejecutivo.

Lo leyó delante de los presentes "con tono sarcástico y humor", en los tramos en que se hablaba de las supuestas coimas e incluso decía "Galván, acá te nombran a vos", relató Constanzo, a la vez que se preguntó: "¿El vicepresidente de la Nación no se daba cuenta de que estaba haciendo un daño profundo a su propio Gobierno? Ahí no había inocencia, había complicidad".

Constanzo, de 75 años, jubilado y residente en Viedma, sostuvo que con la divulgación de ese anónimo "había que inventar algo más porque el objetivo central de desgastar al Gobierno (de la Alianza) no estaba en la dimensión que ellos querían", y por eso, elucubró, en 2003 "apareció el 'arrepentido'" Mario Pontaquarto, ex secretario parlamentario.

"No creo que el exvicepresidente (Álvarez) haya estado al tanto" de la repentina aparición en escena de Pontaquarto, indicó pero no dudó en señalar que quienes estaban detrás de eso "eran sectores del Gobierno: Alberto Fernández, Daniel Bravo y Aníbal Ibarra", y reiteró la explicación de los otros acusados en el sentido de negar que haya habido sobornos: "No tuve ninguna participación en esta ley, no fui miembro de la comisión de trabajo y estuve absolutamente ausente" de los debates.

Por su parte, Tell, dijo ayer en su declaración ante el Tribunal Oral Federal 3 la semana pasada que el caso "fue un intento de golpe de Estado que nunca entendí por qué el vicepresidente no lo concretó y se quedó a cien metros”. Además calificó la causa como “una trama inventada” que lo obligó a vivir un “vía crucis de 12 años”, en la que “no hay pruebas” más allá de la declaración del ex secretario parlamentario, también acusado, Mario Pontaquarto, al que calificó de “arrepentido a sueldo”.