22:28 › "EUROPA NO ESTá A LA ALTURA DE LA CRISIS HUMANITARIA DE LOS REFUGIADOS"

París construirá un centro de refugiados al norte de la ciudad

Mientras los naufragios se multiplican en el Mediterráneo y Europa cierra sus fronteras para frenar la entrada de miles de refugiados y migrantes, París, a contramano del resto de la región, prometió crear un "campo humanitario" en el corazón del continente en un mes y medio. "Hoy Europa no está a la altura de la crisis humanitaria de refugiados. Nuestro país tampoco. Nosotros instalaremos un campo humanitario según las normas de la ONU en París para hacer frente a la urgencia de la situación", explicó la alcadesa socialista Anne Hildalgo.

El anuncio se conoció apenas días después de que más de mil refugiados y migrantes murieran en el Mediterráneo, no muy lejos de la costa libia, intentando llegar al sur de Italia para construir una nueva vida en Europa, según informó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

También coincidió con la reapertura del tren que solía cruzar la frontera entre Grecia y Macedonia, hasta que este último país cerró el paso y dejó varados a decenas de miles de refugiados, muchos de los cuales improvisaron allí mismo un campo sin infraestructura, en el medio del barro. Esos refugiados se instalaron en las vías del tren regional y bloquearon su paso durante más de dos meses. Durante la jornada, tras el desalojo de la Policía griega del campamento de Idomeni, el servicio ferroviario volvió a funcionar.

Hasta hace sólo unos meses esa frontera era una parte central de la llamada ruta de los Balcanes, que utilizaron más de un millón de refugiados el año pasado para subir desde Turquía hasta el norte más rico de Europa. Los refugiados, quienes escapaban de la guerra en Siria y el continuo conflicto en Afganistán, entraban al continente desde Turquía, cruzaban en gomones unas 10 millas del Mar Egeo hasta Grecia y luego continuaban a través de los países balcánicos hasta alcanzar Hungría, luego Austria y, finalmente, Alemania y los estados nórdicos.

Tras un breve paréntesis de unas semanas en septiembre pasado, cuando todos los estados europeos abrieron sus fronteras, ofrecieron sus trenes y colectivos, y recibieron a cientos de miles de refugiados de Medio Oriente y África, uno a uno los estados levantaron vallas, restablecieron los controles fronterizos y frenaron, por todos los medios, la columna interminable de demandantes de asilo.

En concordancia con esa política, el gobierno francés dio la orden a finales de febrero pasado de desalojar y destruir todas las casillas del principal campo de refugiados improvisado en esa potencia europea, Calais, en el norte del país. Inmediatamente empezó a crecer otro campo de refugiados al noreste de allí, en Grande-Synthe, cerca de la frontera con Bélgica. A diferencia de Calais, esa comunidad decidió mejorar las condiciones del campo y evitar una crisis humana y política como la que aún se vive en Calais.

De hecho, a sólo tres meses del desalojo masivo de finales de febrero, nuevamente más de 7000 personas viven en carpas improvisados en Calais. Ante el fracaso expreso de la política de asilo de Francia, en medio de la actual crisis humanitaria que enfrenta todo el continente, Hildalgo, una correligionaria del presidente socialista Francois Hollande, pero más radicalizada, propuso dar un giro, al menos en la capital del país. "Quiero que el Estado sea un socio" en la construcción de un campo de refugiados en París, aseguró la alcaldesa, citada por el portal de noticias local de la revista le Nouvel Observateur.

Otros socios del proyecto y los encargados de gestionar el campo serían las ONG Emmanus, France Terre d'asile y Aurore. "La idea es que no veamos más campos indignos" y que "las personas que llegan sin nada no se vean obligadas a ir debajo del subte", agregó Hildalgo.

Fuentes cercanas a la alcaldesa dijeron a Le Nouvel Observateur que el campo de refugiados se ubicaría dentro de la ciudad de París, en el norte, en el barrio 18, y albergaría entre 500 y 1000 personas que "hoy viven de forma indigna en las afueras de la capital".

El anuncio de Hidalgo, aunque limitado por su alcance, marca una diferencia muy importante con la tendencia que predomina en la mayoría de Europa, inclusive entre voces que ante la opinión pública mundial representan al campo de los derechos de los más débiles. El Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano que vive exiliado y reclama la independencia de su región de China, advirtió sobre la llegada masiva de refugiados árabes a Europa, con argumentos usualmente utilizados por líderes ultranacionalistas y xenófobos. "Europa, por ejemplo Alemania, no puede convertirse en un país árabe. Alemania es Alemania", aseguró Tenzin Gyatso, el catorceavo Dalai Lama, en una entrevista con el diario germano Frankfurter Allgemeine Zeitung. "El objetivo debería ser que regresen y ayuden a reconstruir sus propios países", agregó.

Pese a estas voces que realzan el nacionalismo y la cultura europea, el crecimiento sostenido del número de refugiados en el mundo hace que voces, aún más fuertes, de organizaciones humanitarias reclamen más dinero, más ayuda y más compromiso. En lo que va del año, más de 204.000 refugiados y migrantes cruzaron el Mediterráneo con destino a Europa, y esos demandantes de asilo son apenas un porcentaje ínfimo de los millones que se quedan cerca de sus países, en campos de refugiados abarrotados y sin presupuesto, en Medio Oriente y África.

Pero además de crecer en número, la situación de los refugiados se está convirtiendo para muchos en un problema que durará años y afectará, quizás, a varias generaciones. Por eso hoy la directora general de la Unesco, Irina Bokova, advirtió que apenas un 2 por ciento de la ayuda humanitaria mundial que llega a los refugiados en todo el mundo se destina a educación.

Pese a que es común que la comunidad internacional se concentre en las necesidades básicas de los refugiados que escaparon de sus países sin nada, Bokova destacó que cuando los conflictos se extienden en el tiempo y el desplazamiento se convierte en una promesa para una o más generaciones, la educación se vuelve un derecho y una necesidad crucial para las generaciones más jóvenes.

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