VERANO12

Feliz viaje

 Por Liliana Heer

El cuento por su autor

Sal y humo

Sre´can put se llama este relato en serbio, un idioma en el que no existenartículos y tanto los sustantivos como los adjetivos se declinan permitiendo utilizar menor cantidad de preposiciones.

Sre´can put fue la frase con la que me despidieron cuatro amigos en el aeropuerto de Belgrado en octubre del año 1998. Habíamos compartido el trigésimo quinto Encuentro Internacional de Escritores y el programa estaba centrado en dos temas –que bien podrían responder a un desafío oximorístico–: “El escritor en el mundo multicultural y continuidad de la cultura serbia - ocho siglos de existencia del monasterio Hilander y centenario del nacimiento de la poeta Desanka Maksimovic”.

Si bien la guerra no había comenzado, la ciudad estaba bajo amenaza de bombardeo. Sin duda, la OTAN es experta en hacer sentir sus poderes.

Pienso que compartir un momento de riesgo mayor abre el circuito de la entrega, ese afecto paradojal de intimidad distante, fértil territorio indemne que preserva la palabra. Como si el pequeño acto de hablar, leer, imaginar –coincidir en algún vértice estético idealmente indestructible– pudiera torcer el devenir.

Algo de esa entrega estuvo intacto mientras escribía la historia de Nicole y Jota, texto que luego creció hacia adelante y hacia atrás, convirtiéndose en la novela El sol después, traducida al serbio por Branco Andij y publicada en la editorial Agora el año pasado.

En los días previos a aquel encuentro, participé del Orfeo de Otoño en Smederevo, ciudad en la que Peter Handke recibió La Llave de Plata por su trayectoria poética. Me parece estar viéndolo, Handke tenía esa huella de cansancio que rejuvenece. Estaba sorprendido de que en Argentina tuviera lectores, seguidores, fans, me contó que había aprendido castellano para leer a Antonio Machado, a quien le dedicó el premio. Pues bien, este relato contiene resonancias de Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina o Justicia para Serbia. Polémico ensayo de una lucidez inigualable. Sí, desde el primer epígrafe de Milos Grnjanski. Lo cito porque en mi novela Hamlet & Hamlet, Yorick no es un personaje menor, además porque acabo de descubrirlo, parece que los disparadores actúan aun cuando no sean conscientemente percibidos.

“Ay, me recuerdo: por aquel entonces yo firmaba cartas como Poor Yorick, y mi madre iba todo el día de un lado a otro preguntando a los vecinos quién era ese Yorick. Bueno, así es como se vivía de la guerra.”

Feliz viaje, una mujer y un hombre, Nicole y Jota. Ella menor, él mayor –como lo es Ezequiel en Pretexto Mozart, el soldado en Repetir la cacería,Dubois en Frescos de amor, el Alcaide en Neón–. Pero en algo, argumentalmente, difiere de todos los personajes mencionados; no hay un tercero alimentando desvíos perversos; se trata de dos amantes expuestos a dejarse conmover por la inmediatez del otro. En lo formal, es indispensable que el decir de Jota esté en cursiva, una manera de expresar la marca de sus intervenciones en esa suerte de báscula narrador - voz en primera de Nicole.

Otra diferencia notoria con los demás libros son las Apostillas que escribió Jorge Monteleone sobre El sol después. Concluyen así: “Para que lo perdido regrese, para que los cuerpos dejen de ser espejismos, para que la desnudez cubra lo desnudo; máscara cara de lo real, el amor trama sus signos una y otra vez, en la ilusión o el hábito de una carne atemporal. A veces relato que no cesa; a veces sol, sol diferido y deseado, sol después”.

Sre´can put / Feliz viaje, es también un video que filmé en la vieja Yugoslavia y Macarena Cordiviola realizó con las voces de Silvia Hopenhayn y Reynaldo Sietecase, musicalizado por Jorge López Ruiz.


Estamos en la frontera serbia, lo que ocurra tendrá demarcación, incertidumbre. La actualidad zarandeada por chisporroteos, igual a sí misma no, síncopas: palpar y reconocer, advertir el preludio de visitantes en tierra extraña.

Desde una base plana cae el eje de gravedad. Ancho y oscuro, el Drina baña los pastizales, se derrama porque tiene vida propia.

Jota ancla la barcaza junto al terraplén; atento a posibles trastornos repite un aserto cabalístico:

Los pasaportes generan sospechas

en el Este y en el Oeste.

Habla por extracción, delinea, construye maquetas verbales, pregunta si conozco la ficción de Andri´c. Mi negativa lo complace, funciona el estereotipo de la mujer frágil y el varón protector, ¿o será cuestión de gustos? Inicio la prueba: dejar hacer, ver actuar, oír, decir, entender entre líneas.

Sobre el río un puente

Andri´c lo convierte en testigo

Una historia de piedra blanca

con terrazas simétricas

se expande a lo largo de siglos

Finaliza en la Segunda Guerra

Es otoño Belgrado bajo la ocupación alemana

El séptimo pilar del puente salta por los aires

Sin embargo el cronista decide pasar

omitir acontecimientos

Nada suficientemente digno

ni buenos ni malos ningún juicio

Sostener dudas manchas de luz

Una pelusa entra en mi ojo izquierdo, Jota ve el puño restregar y se arrima, sopla.

Es un cocodrilo

de tanto dormir con la cabeza más baja que los pies

Un torbellino de pelusas me invade. Si pudiera acostumbrarme digo, pero estornudo.

Por la noche observo el bosque, los prados, las aguas negras. No sabía que mirar me gustara. Arrecifes entre nubes de hierba. Pinos de la época glaciar. Más allá, la cordillera del Tara. Todo se ha vuelto exterior, tentación despabilada, hasta cuando duermo veo el barro espeso entre los dedos. Amaso sensaciones, mis pensamientos rebotan, se mezclan en desorden, persiguen otra voluntad. A los ruidos se agregan imágenes igualmente nuevas, los recuerdos parecen superfluos, me he vuelto carnal, tengo necesidades leves, bisagras entre un cuerpo y otro.

En el pueblo más cercano hay una iglesia. Cañones convertidos en campanas, cúpulas, torrecillas. Prevalecen los ornatos orientales, la mixtura, el cordón milenario de conquista y asentamientos. Trilogía ortodoxa: un zar –un imperio– un credo. Dios en la tierra, vibración. Bizancio. Sobre un altar la Virgen de tres manos, una sostiene al niño.

Otras veces pende del cuello, remarca Jota.

A un defensor de iconos le cortaron la mano derecha

Los rezos a María

las tallas

las ofrendas

llevaron al milagro

Entonces más fe más votos más

miembros Carne madera y fábula

Bajo los muros se alientan deseos, frecuentemente concedidos con escasez y sin ningún miramiento. Hechizos. Ante el rectángulo de las súplicas vemos encender velas; la tendencia es colocarlas en la parte inferior, la tendencia es llorar.

Estamos rodeados de lápidas

Desde la infancia hasta que fueron asesinados

¿Qué pedirías?

Clarividencia.

En el pueblo más cercano hay una taberna, bebemos y comemos acompañados por un cicerone delirante. Humor diestro y siniestro. Nos ofrece vino. Al ver que le echo agua ríe. Ríe y tira el líquido en una jarra. Dice: Es al revés, el agua antes así se ahoga el mal. Los taberneros, los constructores de molinos, los fabricantes de vigas, los cazadores, los peleteros, hasta las masajistas, todos lo saben. Mis amados visitantes, dejemos que persista la vieja era. Hace unos meses murió en este río un hombre impaciente por alcanzar lo nuevo. Murió de odio, toda su vida practicó el mal a estilo antiguo. Quedamos pocos y tampoco están.

La ausencia vigoriza el corazón, afirma Jota entrechocando vasos.

Movido por un resorte instantáneo, Cicerone cuenta que de muchacho era juglar, trabajaba en un comedor famoso: El buen diente. Sacaba de su boca pañuelos de seda color verde, violeta, anaranjado. Hacía sorteos, funciones para gordos.

Baba en las comisuras, comenta jocoso. Distraía a los comensales amandíbula batiente arengando impudor. Las mismas bocas que comían tarareaban, bebían, declamaban, volvían a comer. Sin cubiertos, los cubiertos remplazados por pinzas garras dedos. Porque la gula se apodera de los sentimentales, exclama incorporándose con gestos tigrescos.

Volvemos tarde, dichosos, sesgados por una tibieza firme, los brazos alrededor de la cintura; fácilmente adquirimos el molto vivace. Una pareja vernácula.

Los cuerpos: espejismos, alegría resuelta a contaminar.

Me despierta un batir de toldos, por el Drina navegan chalanas de distinta proa. Los tablones del muelle crujen, por momentos se cubren de agua. Algunas ramas giran en remolino, se hunden y emergen a la deriva. Aspiro el oleaje, desprende olor a yodo, a brea. Miro hasta donde puedo ver.

La mujer que amo está al otro lado del río, dice Jota inclinando mi cabeza para que lo mire.

Grises. Brillantes. Febriles. Tiene los ojos cruzados por el ave Fénix.

Cicerone viene a buscarnos a la hora prevista, está más serio que en la taberna. Desgarbado y tenso, su expresión delata cierto tenor amenazante:

Voy a mostrarles el casi nada.

Conocemos un fortín medieval junto a la orilla. Sólo quedan ruinas, incrustaciones, raíces de piedra. ¿Estás ahí, razón? Confío en tus recursos.

Los bombardeos desmienten la armonía. Me siento una intrusa: parcelas de mansa incomprensión. Cualquier otro afecto sería miserable.

Caminamos en silencio como si no tuviéramos lengua.

De repente, Cicerone evoca: Una madrugada fui arrancado del sueño por un estampido. Mi mujer, ¿muerta? Al levantarla tuve impresión de levantar un cordero. En las persianas había manchas frescas. Desde que nos casamos dormimos en el mismo colchón, íbamos a escardarlo pero el momento no llegó.

Aún está el hueco de su lado. Mientras vivía no lo notaba, cosa de bruto ignorar algo así. Lo hizo porque quiso, es el único atenuante y siempre falla. Intento convencerme pero todo asume la forma de un combate. Tengo inyectado un rufián en el cerebro, perdí las ganas de dormir, siempre me alcanza el tiro.

En el anillo del horizonte sobrevuela una bandada de pájaros. Los picos mudos.

Avanzan con furia desprendidos de la creación.

Antes de volver a la casa flotante damos un rodeo por las barracas hasta llegar al mercado. El prodigio de la mediación acecha, lo vivo y lo muerto: unos gallos picotean desperdicios, al instante se adormecen convulsos, con los cogotes retorcidos. La lumbre asciende en forma de helecho, tiñe de gris amarillento las chapas del galpón. Nos movemos de un puesto a otro ávidos, titubeantes, preguntones. Dibujo sin papel un cocinero sacando filo a su arma blanca, el cuerpo repleto de redondeces. No es la primera vez que retrato en tiempo diferido, acumulo imágenes, luego surgen como si la mano pensara. Tengo una colección de bocas, las veo palpitar sedientas, deformes de ayuno.

EL HAMBRE NUESTRO DE CADA DIA se regodea con el olor a leña, a tocino, a eneldo. Hay peces de hocico agudo, tabaco, licores, tarros de miel y una animación irreproducible. Música en las rendijas.

El alma opera por instinto, lanza flechas al ocaso, una sucesión de errores.

Mandan el enemigo y las estaciones

La vida se reproduce, extiende glorietas, cava túneles.

Por el camino se oyen ruidos domésticos, cerrojos, portones, cortinas que caen. Alguien pasa silbando, el mentón contra el pecho, los brazos: aspas.

La apariencia del pueblo es distinta al de otros aunque comparta los mismos signos, el eterno inacabado de la construcción hecho de remiendos, lo viejo sobre lo nuevo sobre lo antes más viejo o menos nuevo. En un baldío hay un carrusel, molinetes, hamacas de argollay un tiro al blanco; atados a un poste lateral descansan tres animales. Cierto tipo de actividad empieza a ser postergada para el día siguiente. A unas pocas cuadras está la iglesia, a medio andar la taberna. Un hombre alborota en su interior, suenan risas múltiples surtidas de dichos, vocerío. A medida que nos aproximamos al muelle vemos las luces de un barco fondeado a metros de la barcaza. Hay guardias fronterizos, hedor a guerra. Jota se alerta. Yo lo miro de frente.

Un mensaje

¿Para quién?

No sé.

No pretendo firmar ningún tratado de paz

Damos la espalda a la zona desvalida del mundo.

El dios de los preliminares se llama Caos

Si no te desnudara no deberías perdonarme jamás

Contengo la respiración. El besa mis piernas, los talones, los tobillos, la ingle, dos, diez, cien veces. Un panal se desliza entre mis muslos. En el silencio oigo su voz vagando por mi cuerpo, tiernas palabras sueltas, modulaciones.

Jota explora el principio, el fin, gradúa los latidos, las líneas de su boca se deshacen. Bajo lo desnudo, lo desollado, el centro móvil se desplaza impreciso, algunos labios envenenan.

BASE TURBULENTA DE PIANO

SEGUIDA POR UNA CADENZA DE VIOLIN

Dicen que las estrellas de mar

pueden partirse en dos

al hacerlo

todos sus órganos se dividen

cada mitad crece

toma otra vez forma de estrella

Entonces

no siempre

obtiene la noción rudimentaria

de una doble existencia

Su decir porta algo azaroso. Nazco. Me invado. Pronuncia mi nombre entre lagartos de fuego. Extraviada. Así el salto, en el salto, en el salto. Reino menor, ojos vacíos en el momento de ver.

Abandonamos el agua, la silueta de la barcaza empequeñece. Una miniatura.

¿Cuánto resta de viaje? ¿Un tercio? Aura de bendición en el rostro de Cicerone. Consiguió un vehículo prestado, nos indicó el itinerario. Pan, advertencias, consejos:

Aunque no lo crean, a veces hago magia.

Antes de partir, Jota me regala una postal. Tiene en el dorso mi nombre y Candles candles. Veo la luz dorada del amanecer.

DESANKA MAKSIMOVI´C, sobre su tumba hay manzanas.

Desanka es una poeta de fábulas sangrientas,

héroes menores y exterminio

Narra el coraje de una mujer

caminando hacia la muerte

la cabeza erguida

una tragedia sin perversión

Atravesamos la cordillera balcánica en un automóvil amplio y oscuro. Bajamos a través de paredes de roca, arroyos encajonados, curvas, amplias y cerradas curvas, tramos de ruta sin asfaltar, baches, pedregullo. Llegamos a Valjevo pasado el mediodía. La casa de Maksimovi´c permanece intacta. El encanto, los libros, los muebles. Un grupo de actores la visita, nos fundimos a ellos, probamos uvas verdes, bebemos licorsentados a una mesa con carpeta de ganchillo. Las ventanas de las habitaciones dan al jardín. Transparencias soleadas. Alguien lee un poema frente a su tumba.

¿Habrán sido ciertas las pesadillas de Cicerone?

Debe haber salido en los periódicos

El buen diente hincado en las nalgas

de una mujer suicida

Verdad o no el cerebro es un rufián

registra porvenires de caverna

Quería decir otra cosa, crecí en una familia de actores, había clima de mutación constante, cambios en el timbre de la voz, imperativos. Todo podía ser real o sólo simulacro. Poner y sacar.

El espolón vuelve a crecer en el desorden

¿Cómo se hace para ser inteligente? Tengo ganas de ser mordida.

Jota disminuye la velocidad, sale de la ruta.

Panorama de suaves colinas, ondulaciones.

Inteligencia es una mala palabra

tenue placer calculado, dice deteniendo el automóvil.

La corriente se transforma en comedia, muy frágil el sentir, la sonatina del corazón. Un suspiro, dos gargantas, un grito. Ternura ligera, pizcas de la arcilla de Dios. Entonces sí, entonces no. La vida es muchos días, esto terminará fuera de gozne, nada por recuperar, sin caparazón.

Casas marginando el camino, postes enmarañados de cables negros, fachadas en ruina, escombros. Escenarios inocentes al ojo, impasibles a la traición del ojo, fibras acostumbradas a bastar. Giramos hacia Belgrado, de repente todo se unifica. El águila de dos cabezas ondula.

La primera creación fue el viaje

luego llegaron la duda y la nostalgia

Los edificios del mismo color tienen consistencia de nube, es similar a cuando vuelo en sueños. Aroma de añosos tilos. Pródigo, pródiga, me siento infantilmente joven, con ansiedad primaveral.Escaleras de piedra, ancha base de pirámide, muros con signos, graffiti. ¿En qué sentido ya no es la misma ciudad? ¿Tiene más de lo que tenía, menos de lo que tenía? Mezcla de añoranza y necesidad de saber. El universo fluvial a nuestros pies.

Paseamos por La Ciudad Blanca, lo perdido aún brilla en las miradas. Por instantes, no olvido, los manuscritos de Leonardo desbordan de láminas anatómicas.

¿Y el sol? No, últimos rayos, nada más que cielo negro.

Jota me atrae hacia una vidriera con un maniquí de piernas inmensamente largas, tiene puesto un vestido floreado. Detrás se ve una cortina corrediza y accesorios de tocador. Están a punto de cerrar la tienda. El entra resuelto, da algún tipo de explicación, se asoma para ver si lo sigo, pronuncia mi nombre, quiere hacerme participar de su victoria. Yo permanezco en la vereda mirando.

Se parece a cuando me pedía una noche. ¿Tan seguro estaría de que le alcanzara? Una noche, Nicole. Eso decía con la certeza del convencimiento, creía saber. De mi cuerpo cree saberlo todo.

Me distrae verlo persuadir a la vendedora, elevar los hombros con gesto de: Es tan fácil. Le indica el modelo, la guía hacia la vidriera mientras ella mueve la cabeza negativamente. No hay otra prenda en stock. Entre ambos desvisten a la muñeca, de pronto se opone, un brazo resiste, se traba, cae. Desnuda por un instante, luego envuelta en una toalla. Si alguien pasa caminando ligero ve a una mujer saliendo de la ducha, el pelo revuelto. Íntima escena pública. Si alguien se detiene, piensa simplemente que el diseñador está inspirado o deduce algo básico: su rutina es cambiar de orden los objetos, tiene un mapa mental, no necesita seguir ninguna moda para imponer su capricho. Si alguien no se detiene después de haber visto lo que vio es porque pretende conservar la ilusión de un malentendido, multiplicar hipótesis, caminar por las calles con el brazo caído en la retina imaginando un crimen, recordando la sala de guardia del hospital que abandonó avergonzado, temiendo perder el equilibrio, sintiendo el crujido de huesos contra el pavimento.

Tuve ganas de hacerte el amor en la vidriera

soy un delincuente

habría matado por conseguir este vestido

Se me ocurre algo pero callo.

El sol después se publicó en Buenos Aires, ediciones Paradiso, 2010.

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