VERANO12

Wincher

 Por Carlos Ríos

El cuento por su autor

Hay relatos que nos vienen de lejos. La primera versión de “Wincher” la escribí hace más de 15 años, de un tirón, a mano, y cuando encontré el cuaderno pasé el cuento en una Olivetti Lettera 22. El cuaderno se perdió, no así el original a máquina que transcribí en una computadora de oficina. Cada tanto abría el archivo, tocaba por acá y por allá, tratando de mantener ese primer relumbrón que uno retiene antes de ponerse a escribir. Durante mucho tiempo releí este cuento como el testimonio de un escritor que pude ser y no fui. Al mismo tiempo, reconozco en su entrevero algunas insistencias que aparecen en mis libros: las ataduras y desconexiones filiales, un espacio tangible que deriva en un teatro mental, la superposición de voces en una historia siempre a punto de desvanecerse. Y en esto la base de una identidad irresoluble para quien nació en un pueblo de la costa bonaerense: un pie en el mar y otro en el campo. De algún modo, poner en circulación este relato es darle juego a un escritor que siempre estuvo entre paréntesis, la evidencia de un heterónimo blando que se hace uno entre paisanos, carpinchos y nutrias dominados por aquella monjita instruida en el misterio, con ánimos de santa.

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