1 7   A Ñ O S
1987 / 2004
El cuento de un país de novela


Por Rodrigo Fresán


UNO
La tan interesante como perturbadora facilidad con que la literatura argentina produce tantos grandes cuentistas –y tantos grandes cuentos– siempre a la sombra terrible de grandes y contadas novelas. ¿Por qué?

DOS
¿Por qué no? Pero no se trata aquí de volver a ensayar –a la luz despiadada de las estadísticas, el marketing y la idea un tanto infantil y fálica de que “cuanto más grande y largo mejor”– una siempre vigente defensa del Género/David enfrentado al Género/Goliath, sino de procurar comprender por qué ciertas naciones son Países Cuento y ciertos países son Naciones Novela.

TRES
Estados Unidos, por ejemplo. Dedicado desde el principio de sus tiempos –desde Moby Dick y Huckleberry Finn– a la casi compulsiva persecución y captura de sucesivas Grandes Novelas Americanas nunca del todo consagradas con esa etiqueta; porque la gracia no está en colgar el trofeo embalsamado en una pared de la biblioteca sino en la persecución constante de la ballena blanca río abajo. Así, la historia norteamericana –una larga y sostenida tradición democrática donde el enemigo siempre viene de afuera– produce novelistas que en sus ratos libres, para alimentarse entre una novela y otra, escriben cuentos formidables. Las excepciones a la regla, como siempre, suelen ser literalmente excepcionales.

CUATRO
No es raro entonces que la espasmódica, esquizofrénica y siempre interrumpida e interminable historia nuestra –pensar en estos últimos 17 años no como en una montaña rusa sino como en una montaña argentina donde todo sube por el simple hecho de poder bajar desde lo más alto y a mayor velocidad y así volver a trepar– haya producido siempre cuentistas geniales que, si bien de tanto en tanto escribían una novela, volvían felices al cuento para ser reconocidos, allí, como maestros de la forma. No es casual, claro, que Borges –el paradigma de escritor argentino– jamás haya escrito una novela. Y que la lectura de sus cuentos, uno tras otro, acaben armando los capítulos de la novela secreta y fantasmal de un país zombie...

CINCO
...y que las más grandes y más famosas novelas argentinas aparezcan, siempre, contaminadas por el virus del cuento. Pienso en Rayuela, en Sobre héroes y tumbas, en Adán Buenosayres, en El juguete rabioso, en Respiración artificial, en El beso de la mujer araña, en El sueño de los héroes –acaso la más formalmente perfecta– que no es otra cosa que la historia de una novela procurando recordar el cuento de una noche. Novelas atómicas, esquirlas en el aire, para ser leídas, siempre, en el instante de un estallido que no cesa.

SEIS
Como la desde siempre explosión constante y a la vez interrupta de la historia argentina. Mala novela pero grandes cuentos, siempre terminando para poder volver a empezar. Así, dos fechas para festejar la Independencia. Así, los militares del Proceso y los militares de Malvinas son dos cuentos diferentes. Hay tres cuentos con Perón y dos con Evita (viva y muerta) y varios (demasiados) con Maradona. Menem se ramifica en Juniors y Zulemas y Cristinas. De la Rúa es, apenas, un borrador borrado. El cuento del Duhalde de Menem es negado por el cuento del Duhalde de Duhalde que, a su vez, modifica el cuento de Kirchner. Y dónde están ahora todos esos efímeros presidentes de aquel inolvidable principio de año y final de tantas cosas. Por encima de todos late el cuento de aquella “sexta potencia mundial”. Y el cuento de la impotencia con cacerolas. Se necesita calma para escribir una novela; un cuento puede escribirse desde el centro exacto de un terremoto.


SIETE
Lo de antes: novela imposible; pero insuperable colección de cuentos.

OCHO
Y queda por pensar si lo próximo –si lo único que queda– es el ascenso y descenso a nuevas y experimentales profundidades cada vez más lejos de una historia larga y tendida; y donde todo lo que vendrá será cada vez más breve, sintético, fulminante: una de esas ficciones súbitas, un micro-relato, por ejemplo:

NUEVE
“Cuando despertó, la Argentina todavía estaba ahí”.

DIEZ
Todavía. Por ahora. (Continuará...). Etc.