La agenda de lo difícil

Por Luis Bruschtein

¿Pendientes para el debate? ¿Pendientes para la ejecución? ¿Pendientes para descartar? ¿Pendientes para ordenar/organizar? ¿Pendientes para aclarar? Es una época de matices fuertes, pero matices al fin, donde el problema más difícil es ordenar factores que aparecen contradictorios. El neoliberalismo crudo ha sido la expresión más descarnada del capitalismo. El socialismo ha sido su polo opuesto. En la Argentina actual, ninguno de los dos forma parte central de la agenda de los pueblos ni de los políticos. O sea que, en realidad, todo está pendiente para discutir. Estas son nada más que algunas ideas.

 

  • En esta coyuntura no se discute centralmente si se trata de regresar al modelo o establecer el socialismo. La discusión real es si se va a un esquema de capitales concentrados, con diferencias sociales agudas, o hacia uno más democrático en el marco del capitalismo, con una distribución de la renta razonable, con mayor calidad de vida de la población, educación, seguridad, salud y vivienda. Se dice que este último planteo resta competitividad a la economía, aumenta costos y desincentiva la inversión. El esfuerzo por salir de la crisis en este momento apacigua esa discusión, pero no falta mucho para que las medidas que se tomen arranquen definitivamente por uno de esos dos caminos.
  • Existe la idea de que la renovación política es un fin en sí mismo. En realidad no es tan así, porque la política es una herramienta para lograr determinados fines. Por otro lado, se dice que si se logran esos fines con las herramientas que ya existen, entonces la renovación no es necesaria. De esta manera se fuerza la herramienta defectuosa y en algún momento se van a quedar con el mango en la mano a mitad del trabajo. Siempre una parte de lo viejo se mezcla –pero subordinado– con lo nuevo. Claro que si no se actúa en función de esa decisión de cambiar métodos y paradigmas y de construir nuevas herramientas, las cosas no cambiarán por arte de magia. Las obligaciones electorales y los roles estructurados de oficialistas y opositores enturbian y postergan esta discusión.
  • Existe la idea de que para crear riqueza hay que destruir el planeta. Y tanto el socialismo real como el capitalismo se basaron en una competencia para la mayor producción de bienes. Ganó el capitalismo. Pero la base de esa competencia constituye una sentencia de muerte planetaria. Los países centrales, sobre todo en Europa, resuelven su problema acentuándolos en los países pobres. Haití es un país desolado; Africa es un continente desolado y América latina está en camino de serlo. Pero los criterios ambientales implican costos y ésta es una mala palabra en la economía y más cuando se trata de un país que intenta sacar la cabeza sobre el agua. Sostener en forma indefinida el paradigma dominante de sociedades consumistas y opulentas constituye un certificado de defunción.
  • Gracias a la medicina se ha prolongado muchos años la expectativa de vida. Al mismo tiempo, el mercado de trabajo redujo varios años la vida laboral de las personas. Hay países donde no se da ninguno de los dos factores, pero la tendencia es ésa. Entonces en los países ricos, los que pueden se jubilan con rentas envidiables, en los pobres, pasan a engrosar las filas de los pobres. Hay un problema en cuanto a distribución de la riqueza, pero también en cuanto al valor que se asigna a la vejez en las nuevas sociedades. En general, ser viejo implica ser inútil y devaluado como persona. Son sociedades que generan más viejos para discriminarlos.
  • La idea de que los medios no tienen contrato social y de que sólo son beneficiarios del derecho a la libertad de prensa convierte a los medios y a los periodistas en seres privilegiados. Los medios tienen un contrato con la sociedad que deben cumplir y ese contrato está dado por el derecho de los pueblos a la información. La libertad de prensa también es parte de él. Es cierto que el derecho a la información es difícil de implementar para que no afecte a la primera, pero también es cierto que las empresas mediáticas tampoco aceptan subordinarse a esa obligación. Una sociedad madura debería poder completar todas las cláusulas de ese contrato.
  • Una sociedad que se asentaba principalmente en la actividad rentístico-financiera y no en la producción y el trabajo generó una cultura en consecuencia. Ideas sobre el tipo de “éxito”, de fama, de trabajo, del arte y la creación, una relación prebendaria con el Estado, una relación prebendaria con la política, pérdida de sentido comunitario y miles de pequeñas y grandes verdades paradigmáticas que usan las personas para relacionarse y hacer su vida permanecen en la sociedad. Cualquier cambio en política y en economía que se quiera impulsar será mucho más difícil si al mismo tiempo no se reemplazan estos paradigmas en el plano de la cultura y la educación. Se trata de un debate profundo en la cultura cuya importancia no se visualiza con claridad desde la política.
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