La creación esclavizó al creador. El gran tirano de un mundo homogeneizado se apoderó de la vida y de la muerte. Aterrados deberíamos estar; ya nos convertimos en “cosa”, en cualquier momento pasaremos a ser nada. En el sistema cuantificador de la vida, el hombre se mide monetariamente, tiene precio. Algunos, devaluados, otros sobrevaluados, pero todos tienen precio.
La materia derrotó al hombre, lo superó ampliamente, claudicando lo que le quedaba de humano. Lo esclavizó. Hemos llegado a la etapa “superior” en la cual el cómo, el qué y el porqué ya no importan. Importa el cuánto.
El capital le puso precio a lo apreciable. Una de las frases que más se apega al espíritu capitalista es “El tiempo vale oro”. Describe lo que el capitalista prima: la fortuna. Por lo tanto, valora el tiempo por la cantidad de ganancias que le permita acumular. El hombre como número. La vida se convirtió en dígito. Y en esta época, los muertos ya no son hombres, son cifras.
El mundo gira en torno de números, lo deshumaniza y se pierde la noción de que estas cifras tan cruentas son nada menos que seres humanos. Si nos diésemos cuenta de esto, tal vez, no tendríamos tanto que festejar.
Sebastián Cazón
DNI Nº 30.838.915