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Deportes|Miércoles, 9 de noviembre de 2011
El cáncer noqueó a Joe Frazier

Murió de odio

Por Daniel Guiñazú
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A los 67 años, murió Joe Frazier. Un cáncer de hígado fulminante lo volteó por toda la cuenta en Filadelfia (EE.UU.). Con él, se ha ido para siempre no sólo uno de los más excitantes peleadores de la segunda mitad del siglo pasado, campeón olímpico de los pesados en los Juegos de Tokio de 1964 y campeón mundial del mismo peso entre 1970 y 1973. Frazier fue el primero que derribó y derrotó a Muhammad Alí, el otro extremo de una rivalidad que le hizo detener la respiración al planeta. Y eso resultó más que suficiente para asegurarle un sitio grande en la historia y en millones de recuerdos.

Frazier se fue de este mundo odiándolo a Alí con todas las fuerzas que le quedaban. Nunca asimiló que le hubiera ganado dos de las tres veces que se enfrentaron. Y, sobre todo, su altanería y la manera en la que lo rebajaba en público. Terriblemente fuerte en lo físico pero corto de entendimiento, “Smoking Joe” (Joe el Humeante, tal su apodo pugilístico) jamás pudo discernir que las cosas que Alí decía y hacía tenían un único objetivo: que el mundo hablara de ellos y de nadie más que de ellos.

La primera topada entre ambos (8 de marzo de 1971 en el Madison de Nueva York) desató una expectativa inusitada. Acaso como nunca antes y nunca después. Los dos llegaban invictos, Frazier era el campeón reinante y Alí iba por el título que había sido suyo y que le habían quitado por negarse a combatir en Vietnam. Con su estilo rudo, voraz y lanzado al que no le importaba recibir con tal de dar y dar, Frazier ganó en 15 rounds y no sólo eso: con un gancho de izquierda a la cabeza, que era su especialidad, mandó por primera vez a la lona al Más Grande. Ya estaba en la historia y nada ni nadie podría quitarlo de allí.

En 1973, en Kingston, Jamaica, George Foreman lo hizo volar a Frazier por el aire con un bestial gancho de derecha antes de noquearlo en menos de cinco minutos y quitarle el título de todos los pesos. Un año más tarde, también en el Madison, Alí se cobró la revancha y se impuso por puntos en 12 asaltos. Quedó el terreno listo, entonces, para el bueno. Sucedió el 1º de octubre de 1975 en Manila por el campeonato de los pesados que Alí había recobrado un año antes noqueando a Foreman en Zaire. Y fue el combate más dramático que el boxeo haya entregado en toda su historia.

En esa mañana filipina, el calor superaba los 40 grados sobre el ring. Era homicida combatir. Y ellos lo hicieron sin guardarse nada. Cambiaron destrucción por destrucción a lo largo de 14 rounds hasta que ninguno tuvo fuerzas para salir al 15º y último. En el rincón de Alí, su técnico, Angelo Dundee, se dio cuenta de que Frazier abandonaba antes de que Eddie Futch, en la esquina de Frazier, advirtiera lo mismo en el de Alí. Con lo último de lo último que le quedaba, Alí dio dos pasos al frente, alzó su brazo izquierdo en señal de éxito y se desmoronó exhausto. “Fue lo más parecido a la muerte”, dijo luego de abrazarse con Frazier como sólo dos campeones pueden hacerlo.

Después de esa epopeya, Smoking Joe hizo dos peleas más y se retiró en 1981 con un record de 32 victorias (27 antes del límite), cuatro derrotas y un empate, y dos triunfos ante Ringo Bonavena en 1966 y 1968. En sus últimos años, sólo hablaba de Alí con rencor, y mucho más, si había bastantes de por medio. Ayer, la muerte lo sorprendió a traición, sin dejarlo armar la guardia.

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