El empleo en negro aceleró su crecimiento después de la devaluación: en la década del ‘90, la informalidad involuntaria subía un punto porcentual por año, pasando de uno en cuatro trabajadores en 1990 a casi cuatro en diez en 2001. Entre 2002 y 2003, el fenómeno explotó y los que cobran en negro, sin beneficios ni recibo, pasaron del 38 al 44,8 por ciento de todos los asalariados, una suba del 500 por ciento en la velocidad de la tendencia. Si no hay un cambio profundo en la inercia del mercado laboral, para octubre de este año los informales llegarán al 47 por ciento, prácticamente la mitad de todos los que trabajan por un sueldo.
Los datos provienen de un estudio realizado por la Consultora Equis sobre cifras del Indec y del Ministerio de Trabajo. Los sectores de la economía con mayor índice de informalidad son los servicios con el 50,4 por ciento, el comercio y hotelería con 16,6 y la industria con el 11,7. El problema es mayor en firmas con dos a cinco empleados –37,9%– y de seis a veinticinco –30,2%–, con una notable merma en firmas grandes, de más de 100 personas, con apenas el cinco por ciento.
El fenómeno afecta parejamente a hombres –48,5%– y mujeres –51,5%–, pero varía con el nivel de instrucción. Los que tienen sólo primaria completa tienen un nivel de informalidad del 29 por ciento, los que tienen universidad bajan al 18,6. La franja de trabajadores de entre 25 y 49 por ciento muestra un flagrante 60,5 de informalidad.
Estos datos muestran la baja calidad del empleo post-devaluación. Los números muestran que se crearon 1.200.000 puestos entre abril de 2002 y junio de 2003, la amplísima mayoría en realidad planes Jefas y Jefes. Apenas 86 mil empleos nuevos son formales, o 7,1 por ciento de todos los nuevos.
En el país hay 9 millones de asalariados, y 4.032.000 son informales, el 44,8 por ciento del total. Estos millones de trabajadores ganan en promedio la mitad de lo que sus pares con empleo registrado, y no tienen obra social, jubilación ni vacaciones pagas.
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