En los bancos hay hoy casi 10 mil millones de pesos por encima del encaje que les exige el Banco Central. En éste señalan que los mayores excedentes de liquidez están en la banca pública, y particularmente en el Banco Nación, que carecería de “decisión y agilidad para prestar”. Además, los escándalos en que terminaron envueltos –incluso judicialmente– numerosos préstamos otorgados en los ‘90 cohibirían a los funcionarios. “Para ellos, lo más seguro y tranquilo es no dar crédito”, comentan, agregando que “más de la mitad de esos 10 mil millones están ociosos en la banca del Estado”. El señalamiento suena como una indirecta respuesta al primer estudio elaborado por el Cefid-Ar, un centro de estudios financieros recientemente formado por los bancos oficiales y Credicoop, que atacó duramente el régimen de metas de inflación adoptado por el Central y que Página/12 reseñó en exclusiva el pasado sábado 12.
Lo que en realidad se observa es una generalizada incapacidad del sistema bancario para manejar eficientemente la liquidez y asignarla. Como prueba de la increíble imprevisión de los bancos privados, en el BCRA narran que esas entidades se sorprendieron cuando en el segundo trimestre sufrieron un fuerte retiro de fondos, especialmente por parte de las empresas, que era perfectamente previsible. La razón radicaba en los pesados vencimientos impositivos que se avecinaban. Los bancos reaccionaron al drenaje aumentando las tasas pasivas para retener depósitos.
De hecho, esa masa de liquidez –en mayo de 2004 la recaudación tributaria fue $ 5500 millones mayor que en igual mes de 2003– pasó a las cuentas del fisco en la banca pública. Pero aunque permaneció en el sistema bancario, éste no la recirculó, y el Central tampoco empleó instrumentos que consiguiesen evitar que en unos bancos faltaran fondos mientras en otros sobraban. Esta ineficiencia del circuito tiene un alto costo para la economía real porque restringe temporariamente la demanda de bienes, sin que el crédito acuda a rellenar el bache.
En lugar de operar adecuadamente, todo el mundo se queda esperando que la economía se relance en el tercer trimestre, cuando el Estado recicle a través del gasto los fondos recaudados. Por esa razón, y como ya sucedió el año pasado, pero más marcadamente en éste, el segundo trimestre forma como un badén entre el primero y el tercero.