Las heridas que abrió la masacre de Tiananmen no cicatrizaron en China.
Veinte años después de la sangrienta represión del movimiento estudiantil el recuerdo aún marca a los chinos. Durante la noche del 3 al 4 de junio de 1989 los tanques del ejército invadieron la ya mítica plaza y aplastaron las aspiraciones democráticas de estudiantes, profesores y militantes sociales. Hasta el día de hoy, el gobierno de Beijing se niega a revelar la cifra de víctimas. Según los líderes estudiantiles, hoy intelectuales opositores en el exilio, los tanques y las ametralladoras mataron a miles de manifestantes.
“El 4 de junio tuvo lugar un crimen inhumano, un acto atroz contra la humanidad”, denunció la profesora retirada Ding Zilin. Su hijo Jiang Jielan, de 17 años entonces, fue una de las primeras víctimas que murieron tiroteadas cuando los tanques avanzaron sobre la multitud de manifestantes pacíficos. “Quiero que el gobierno me dé una respuesta clara a la pregunta de por qué murió mi hijo”, agregó la jubilada de 73 años. Ella, junto a otras madres de los estudiantes fallecidos, formó la red “Madres de Tiananmen”. Desde entonces, aseguró, el gobierno la tiene bajo constante vigilancia.
Todas las denuncias y las críticas que resuenan en el mundo todos los años en estas fechas apenas tienen repercusión en Beijing. Para el gobierno comunista chino es como si la masacre no hubiese existido. No aparece en los libros de texto escolares, no hay conmemoraciones ni mucho menos un mea culpa. “Una revisión del 4 de junio de 1989 supondría el inicio de un proceso de reformas políticas en China”, opinó Wang Dan, el ex líder estudiantil que encabeza la lista de los 21 manifestantes de Tiananmen más buscados por el gobierno.
A diferencia de otros líderes de aquel movimiento, Wang experimentó durante cerca de siete años el rigor de las prisiones chinas, antes de ser expulsado en 1998 hacia Estados Unidos. Allí se recibió en Harvard de doctor en Historia y desde 2008 es miembro asociado de la Universidad de Oxford y milita por la democratización de su país desde Taiwan. “Nadie sabe cuál sería el resultado de abrir la discusión sobre Tiananmen y nadie quiere correr ningún riesgo”, señaló Wang.
Aunque el debate sigue sin darse, aún quedan voces que recuerdan la represión indiscriminada de aquella noche. “Pensamos que como no habíamos participado en el movimiento estudiantil, no nos iban a disparar. Sin embargo, vimos horrorizados que las tropas se detuvieron en el hotel”, relató Feng Youxiang a los medios internacionales. El y su esposa, Liu Jinhua, caminaban por una de las calles adyacentes a la plaza en el momento en que los tanques avanzaron. Los dos recibieron impactos de bala, pero nunca lo denunciaron. No son militantes, pero prometen seguir contando su historia hasta que se haga justicia.
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