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El mundo|Viernes, 11 de febrero de 2011
EL PRESIDENTE DE EGIPTO DIJO QUE NO SE VA Y ACCEDE A DELEGAR ALGUNOS PODERES AL VICEPRESIDENTE SULEIMAN

Por tercera vez, Mubarak rechazó renunciar

Cercado por quince días de masivas movilizaciones, el mandatario trató de mostrar calma. “Estoy decidido a cumplir todas las promesas”, dijo quien está en el poder desde 1981. En la plaza Tahrir una multitud estalló de rabia.

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“No voy a aceptar el dictado de órdenes desde afuera”, dijo el presidente Mubarak en el discurso.

Ni la tercera es la vencida ni ayer fue el día de la renuncia. En su tercer discurso desde que arrancaron las protestas en Egipto, el presidente Hosni Mubarak negó que vaya a dejar el poder antes de septiembre. El veterano mandatario pidió perdón a las víctimas de la represión de los últimos días y dijo que accedió a delegar algunos poderes al vicepresidente Omar Suleimán pero no dijo cuáles. Además, advirtió que no dejará que desde el exterior le digan cómo tiene que gobernar. Los manifestantes que, desde la céntrica plaza Tahrir esperaban su salida del gobierno, estallaron de rabia.

Mubarak trató de mostrar calma, algo que hace 18 días no se percibe en las calles del país norafricano. “Estoy decidido a cumplir todas las promesas”, dijo el presidente que desde 1981 se perpetúa en el poder egipcio, en alusión a su compromiso de abandonar el cargo en septiembre y a la apertura del diálogo con la oposición. “La sangre de los muertos por la violencia no será en vano”, afirmó en su discurso el gobernante de 82 años, refiriéndose a los más de 300 muertos que dejaron las protestas que comenzaron a fines de enero. “No dudaré en castigar a los responsables de la violencia”, prometió el mandatario, aunque no hizo un mea culpa por los episodios que protagonizaron sus seguidores en los últimos días, en conjunto con la policía del régimen.

El presidente festejó el inicio de un diálogo nacional, al que catalogó como muy constructivo para salir de la crisis en la que está sumido el país. Como signo de su buena predisposición y de una supuesta aceptación a los reclamos de la juventud egipcia, el mandatario anunció que levantaría el estado de emergencia que rige, desde hace 30 años, en el territorio egipcio. También, con la intención de brindar una señal de su voluntad de avanzar en una “transición pacífica” que desemboque en las elecciones generales de septiembre, adelantó que impulsará la modificación de seis artículos de la Constitución. Sin dar demasiadas precisiones, agregó que otorgará algunos de sus poderes a su segundo, Omar Suleimán. “Voy a quedarme para cumplir con mi responsabilidad, protegiendo la Constitución y salvaguardando los intereses de los egipcios”, dijo el mandatario que se autoproclamó como un “héroe nacional egipcio”. Y concluyó, como es habitual en sus alocuciones: “Ese es el juramento que he tomado ante Dios y ante la nación, y lo voy a seguir manteniendo”. Pero también el juramento, como reiteró, involucra morir en Egipto, desbaratando las versiones que habían circulado por la cadena Al Arabiya y que indicaban que había dejado el país con destino incierto.

Un capítulo aparte merece el ataque de Mubarak a los países extranjeros que opinaron sobre la política interna egipcia. “No voy a aceptar el dictado de órdenes desde afuera, no importa el origen ni la justificación”, disparó el hombre que supo convertirse en un aliado confiable de Estados Unidos e Israel. En consonancia se pronunció Suleimán, actual interlocutor de los grupos opositores. El ex jefe de los espías egipcios reclamó a los ciudadanos: “No escuchen las cadenas de televisión extranjeras porque no tienen otro objetivo que dividir a Egipto”. Lo que sí les pidió el recientemente designado vicepresidente es que estén atentos a los dictados de su conciencia. “El movimiento del 25 de enero ha tenido éxito en cambiar al partido de la democracia, la historia ha comenzado”, trató de alentar a los ciudadanos, a los que llamó héroes.

En su discurso, Suleimán se refirió a la delegación de prerrogativas que anunció Mubarak. “Me ha facultado para restaurar estabilidad y felicidad en Egipto y para que la vida sea reestablecida a la normalidad”, sostuvo. “Me comprometo a hacer todo lo que pueda para alcanzar una transición pacífica”, terminó y convocó a los manifestantes a abandonar las calles que hace 18 días ocupan. “Vuelvan a sus casas, vuelvan a sus trabajos”, les pidió.

Los manifestantes rugieron un “no” como respuesta desde la plaza Tahrir, desde donde siguieron los discursos en una pantalla. Miles de manifestantes arrojaron sus zapatos en señal de repudio al presidente que promete cumplir con sus exigencias pero que no accede a su principal reclamo: la renuncia urgente.

Las esperanzas de decenas de miles de egipcios se habían atizado desde temprano. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas se había reunido y había expresado su respaldo a las “demandas legítimas del pueblo”. El jefe de la CIA, Leon Panetta, había dicho que la salida de Mubarak era inminente y que el lugar sería ocupado por Suleimán. Otra posibilidad era que asumiera el control el Consejo de las Fuerzas Armadas. Cualquiera de esas opciones parecía, para los manifestantes, más potable que la permanencia de Mubarak.

Por eso, el día de hoy promete ser una nueva jornada clave. Después de la oración de los viernes comenzará una jornada de protestas que espera congregar a decenas de miles de manifestantes, como ocurrió el viernes pasado o el último martes. Los organizadores de la protesta adelantaron que se manifestarán frente al edificio de la radio y de la televisión estatales, según publicó el diario El País. Esas movilizaciones empalmarán con las muchas huelgas de trabajadores que tienen paralizado al país norafricano. Según difundió la cadena británica BBC, el Premio Nobel y opositor Mohamed El Baradei reclamó la intervención del ejército. “Egipto explotará”, vaticinó también el ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).

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