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El mundo|Domingo, 18 de noviembre de 2012
LEON MANRIQUEZ, EXPERTO MEXICANO EN CHINA

“La clave es cómo aprovechar el boom comercial”

Catedrático de El Colegio de México, participante activo de la reciente Conferencia latinoamericana de Ciencias Sociales de Clacso, José Luis León Manríquez accedió a analizar qué puede significar para el mundo el ascenso de Ji Xinping como secretario del Partido Comunista Chino y futuro presidente desde 2013. Sin peligros para la Argentina.

Por Martín Granovsky
Imagen: AFP.

Le gusta citar a Charles Baudelaire. “Uno cree que elige a los quesos, pero en realidad los quesos lo eligen a uno.” Así fue que José Luis León Manríquez, 49, mexicano, doctor en Ciencias Políticas, se dedicó a estudiar China. Empezó comparando las políticas industriales de Corea del Sur y México y un día empezaron a pedirle que también escribiera trabajos interpretando la realidad china. En la reciente conferencia regional organizada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en México DF, León Manríquez participó de un grupo de discusión coordinado por la académica argentina Carolina Mera.

–¿Cambiará mucho China con la renovación de la cúpula del Estado y del Partido?

–Marginalmente. Los dirigentes son más jóvenes, lo cual sigue un método de cambio inaugurado por el sistema político desde Deng Xiaoping en 1978, con mecanismos de sucesión más o menos regulares y no diría que transparentes, pero sí eficientes. Estas transiciones viven, claro, sobresaltos y defenestraciones expeditas. Pero son transiciones suaves que contemplan un término para los períodos de ejercicio del poder, fenómeno que no se estilaba ni se estila en países socialistas como Cuba o Corea del Norte.

–¿Y en términos económicos?

–Viene una nueva etapa en el desarrollo económico chino. Como sabemos, la economía mundial es cada vez más interdependiente. Los principales socios de China están emproblemados: la Unión Europea y los Estados Unidos. Por eso los chinos despliegan una nueva estrategia económica que basa más su poderío en el mercado interno.

–¿Será el fin del modelo exportador?

–De ninguna manera. Pero en parte reorientarán el crecimiento hacia adentro. Por el crecimiento económico en China surgió una nueva elite de 300 millones de personas con capacidad adquisitiva a niveles europeos. El resto mejoró su condición, pero sigue pobre. Hay inquietud por el tema de la desigualdad social y algunos autores hablan de “latinoamericanización”. Es una tendencia peligrosa en términos de armonía y estabilidad social, pero la dedicación no se desviará de la economía.

–¿Con qué tasa de crecimiento anual probable?

–Ya no del 10 por ciento sino del 7 u 8 por ciento. Habrá un énfasis en desarrollar las regiones de China menos incorporadas a la creación de riqueza y tratar de reducir las brechas sociales. No es casual que los nuevos dirigentes sean economistas. La generación de Hu era una generación de ingenieros. Algo típico para épocas de crecimiento. No es necesariamente bueno que llegue un economista, porque piensa más en la estabilidad que en el crecimiento, pero es un hecho. Y la nueva administración puede ser más cuidadosa en términos fiscales.

–¿Cuál podría ser el enfoque de los temas de corrupción por parte del nuevo politburó?

–Es un problema grave. Además, genera ruido en medios occidentales. Los dirigentes ya reconocieron que la corrupción es un problema importante e hicieron llamados para combatirla, no solo en los altos niveles sino a nivel regional. Agrego otro tema más. Ha habido mucho descontento de los campesinos porque algunos jefes locales del Partido Comunista decretaron alzas generales de impuestos. Hubo miles de manifestaciones. La gran preocupación del gobierno central es que ese tipo de decisiones genere demasiada resistencia.

–Siempre está presente el tema del equilibrio entre el de-sarrollo de una sociedad más compleja y la capacidad del Partido Comunista de administrar políticamente esa complejidad.

–Esa es la pregunta del millón de dólares. La elite del PC, que es de las más preparadas del mundo, es también muy práctica. Yo no predeciría una revolución. Pero la historia nos muestra que los reclamos por un mayor pluralismo surgen cuando hay procesos de modernización económica y mayor peso de la clase media. Sucedió tanto en Corea del Sur como en América latina. El PCCh inventó la teoría de las tres representaciones, que representa un giro interesante respecto de la ideología marxista oficial. Antes, con Mao, hablaban del Estado proletario formado por obreros y campesinos. Ahora sostienen que deben estar las fuerzas productivas. Es decir, incorporan a los empresarios. En términos del pragmatismo es interesante. Cuando ven que un empresario importante comienza a tener inquietudes políticas, lo lanzan como miembro del politburó o como presidente municipal.

–Lo integran.

–Así es. El sistema se estabilizó porque los grupos de empresarios o de clases medias han sido cooptados e incorporados al sistema. Eso no garantiza, claro, que no puedan aparecer tensiones. Algún sector social podría pensar que está pagando impuestos y que la corrupción crece sobre la base de sus impuestos. Lo que puede haber es mayor disenso. Estas clases medias viajan, el control de la información es cada vez más difícil, surgieron microblogs de debate con opiniones que no son necesariamente afines al régimen... De todos modos, en general el Partido Comunista tiene mucho margen de maniobra política y gran legitimidad derivada entre otras cosas del crecimiento económico. La posibilidad de disrupciones no es inminente.

–¿Afectará mucho a América latina y a Sudamérica la reorientación parcial china hacia el mercado interno?

–En principio no nos afectaría demasiado. Por mucho que China se voltee al mercado interno, no lo hará por completo. La idea autárquica ya era imposible en la Unión Soviética, que tenía que importar granos, y no está en juego hoy. Sí podría significar una menor demanda de commodities. Con una reducción del 2 por ciento en el crecimiento podría reducirse la importación china de mineral de hierro de Brasil o de cobre chileno. Pero no será un colapso.

–¿Y la importación de soja, alimento para cerdos y para seres humanos?

–No veo un escenario de reducción en la importación de soja porque la gente tiene que comer y hay razones de tipo estructural que hacen que China difícilmente se vuelva autosuficiente en soja, al menos en el corto plazo. Las parcelas promedio de un campesino son de una hectárea. Imposible hacer economías de escala. Eso explica que China se haya convertido en importador neto de materias primas. Hago una nota al pie, sin embargo: hace dos o tres años se publicó un plan sectorial para recuperar la autosuficiencia en producción de soja hacia el 2020 a través, sobre todo, de una agricultura más tecnificada y de fertilizantes más sofisticados. Dudo de que se cumpla al ciento por ciento, pero con que se cumpliera al 20 por ciento implicaría una menor demanda dentro de unos años.

–La Argentina debería prepararse, ¿no?

–Sin dramatizar, todos debemos tener en cuenta los probables cambios en China. Pero con sus particularidades. A México, por caso, desde hace varios años China le afecta de manera diferente. Si para los países sudamericanos China fue una bendición por las materias primas, para México fue un dolor de cabeza por la masiva importación de mercancías chinas que afecta a la industria mexicana y, a pesar del Nafta, afecta a las exportaciones incluso hacia el mercado norteamericano. Para México podría ser ventajoso el giro chino. Pero en el corto plazo no veo catástrofes para nadie.

–¿Tampoco para los Estados Unidos?

–George Bush padre, Bill Clinton y George Bush hijo llegaron al poder con posiciones muy duras sobre China. Querían resistir el crecimiento chino y, como decimos en México, leerles la planilla en cuestiones de derechos humanos.

–Reclamarles.

–Sí. Pero luego se fueron dando cuenta de que no es tan fácil. Cada vez que el Departamento de Estado publica su informe sobre derechos humanos, China retalia con su propio informe que dice que los Estados Unidos son el primer promotor de la pena de muerte en el mundo. Por eso primero los gobernantes norteamericanos muestran dureza y después terminan ablandándose. Barack Obama asume y reivindica la interdependencia para lograr un smart power, después de su visita en 2009 se endurece y finalmente se ablanda. Las relaciones entre China y los Estados Unidos tienen elementos estructurales, más allá de quiénes estén en el poder. Están los bonos del tesoro comprados por China, el déficit comercial con China por parte de los Estados Unidos, asuntos militares que tienen que ver con la defensa china de las periferias... Los Estados Unidos dicen que China manipula el cálculo del gasto militar. China replica que se trata solo del 2 por ciento. Los Estados Unidos sostienen que ese número no incluye la investigación y el desarrollo con fines militares.

–¿Es predecible una guerra entre los Estados Unidos y China?

–Se trata de la relación bilateral más importante del mundo. ¿Guerra mundial? Yo más bien me atrevería a predecir, basado no en capacidades adivinatorias sino en la historia, en la relación histórica entre la potencia número uno y la número dos, que a medida que transcurra el siglo habrá más tensiones. La historia revela que un retador siempre busca emparejarse rápidamente con el número uno, con el hegemón, los Estados Unidos en este caso. La convivencia entre ellos no será fácil. Quizá lo que cambie es que la agenda tenga más elementos conflictivos que cooperativos.

–¿Y cómo juegan los Brics, el grupo que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica?

–Son un fenómeno interesante, pero a veces desde la izquierda lo sobredimensionamos. A veces damos por hecho que los Brics son una unidad, cuando dentro de ellos hay contradicciones, aunque no sean antagónicas, para hablar en términos de Mao. Un ejemplo: China no quiere depender del suministro ruso en materia energética, y por eso busca petróleo en América latina. En el caso de Brasil los industriales de San Pablo no están muy contentos con la competencia china en sus mercados. Hay que analizar a los Brics con atención para no verlos como un nuevo bloque que ya mismo frenará a los Estados Unidos. Cada uno de los países tiene, además, una relación diferente con China.

–Volvemos a Sudamérica, o en el caso de los Brics a Brasil.

–Sugiero prestar atención a un tema. Con la competencia china, incluso los países sudamericanos que disfrutan hoy de un superávit con China pueden tener problemas de déficit. China cada vez exporta más productos sofisticados. Ya Brasil tuvo en 2007 y 2008 situaciones de déficit comercial. La Argentina empieza a tener déficit. De los 13 países de la Asociación Latinoamericana de Integración, la Aladi, once tienen déficit con China. En algunos años, si la tendencia sigue, el déficit puede aumentar. El debate actual es la contribución o no de China a la reprimarización. ¿Es verdaderamente un comercio Sur-Sur?

–La discusión es cómo aprovechar las divisas, y pienso en los derechos de exportación de soja por parte de la Argentina, para industrializarse mientras dure el boom comercial.

–La clave es cómo aprovechar ese boom comercial para que los recursos excedentarios sean utilizados para transformar los productos de los países. El riesgo es formular solo políticas sociales con reparto de cheques sin estimular a la vez el desarrollo tecnológico, la educación o la reconversión industrial.

–¿Qué planes financieros tiene el Partido Comunista Chino en el ámbito externo y en el internacional?

–China es un poco socialista en un sentido. Utiliza empresas públicas y bancos públicos para fomentar la producción. Todavía hay un 50 por ciento de la economía en el sector estatal. La mayor parte de los bancos más importantes siguen en manos del Estado. Cuidado porque China es un ornitorrinco. Es mamífero o ave de acuerdo con la perspectiva de dónde lo veas. Parece socialista desde una perspectiva y capitalista de otra. Si logran en la próxima década su objetivo de duplicar el actual ingreso per capita y llegar a más de 9 o 10 mil dólares, realmente se convertirán en una potencia. No será fácil que arriben a ese objetivo, pero conociendo los logros de China, tampoco es completamente descartable.

–Nos quedó el plano de las finanzas internacionales.

–No creo que tengan ningún designio de cambio mayor. Quieren mayor influencia regional en Asia. Establecieron swaps monetarios con Australia, Japón y Corea para trabajar en divisas locales y no en dólares, pero no veo un proyecto para cambiar a corto plazo el sistema financiero internacional. Están siendo cautos para no aparecer como el agente que desestabiliza. Ninguna potencia es ciento por ciento pacífica, pero ellos no quieren proyectar la imagen de una China que busca hacer cimbrar al mundo. Sí habrá, me parece, una lucha fiera por la paridad del yuan frente al dólar. Es una batalla que conocimos en los años ’80 y ’90 entre Japón y los Estados Unidos. Japón entonces decidió revaluar y fue un golpe del que los japoneses no se recuperaron. Los chinos lo saben y tienen presente la experiencia histórica de Japón. No creo que pierdan tan fácil la paridad.

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