Los terroristas fueron al tren con boleto de vuelta
Para no despertar sospechas, los atacantes tuvieron la habilidad de ir a la explosión suicida llevando más que un ticket de ida sola. Nuevos datos sobre el perfil y el origen de cada uno.
Los forenses al momento de examinar el autobús que explotó el 7 de julio.
Por Cole Moreton *
Desde Londres
Los terroristas suicidas no compran boletos de ida y vuelta. Su viaje es sólo de ida. Cuando cuatro jóvenes se encontraron en la estación de tren Luton el jueves 7 de julio, sin embargo, daban la impresión de que iban a Londres para luego volver. Pagaron y dejaron boletos válidos en las ventanas de dos autos alquilados en el estacionamiento de la estación de trenes. Se subieron en el tren de las 7.48 con rumbo a Londres con boletos de vuelta.
¿Por qué harían eso, si sabían que pronto iban a morir? Lo del estacionamiento se puede explicar: tal vez no querían llamar la atención o que los detuvieran. Pero la pregunta sobre los boletos de tren no tiene una respuesta obvia a no ser que los terroristas no sabían que estarían entre los muertos de Aldgate, Edgware Road, King’s Cross y el colectivo Nº 30. Tal vez pensaron que podrían dejar sus mochilas mortales en el tren o el colectivo e irse, poniéndose a salvo entre la gente para el momento en el que un detonador haría explotar el explosivo plástico que llamaban Madre de Satán para matar y herir en esos espacios cerrados. ¿O les habrán dicho que las bombas explotarían más tarde? La policía piensa que no, y rechaza sugerencias de que los hombres fueron engañados, pero las preguntas siguen sin respuesta mientras que la policía y los servicios de seguridad intentan armar el rompecabezas de lo que ocurrió el 7-J y –más importante– lo que significa para el futuro. ¿Ocurrirá otra vez? ¿Pronto? ¿Se han activado otras células terroristas? ¿Realmente los hombres estaban trabajando solos? Tres de los hombres que se bajaron del tren en King’s Cross a las 8.20 de la mañana del 7 de julio eran de Beeston en Yorkshire, donde las casas son prolijas y el dinero es escaso. Habían viajado a Luton en un auto alquilado a primera hora de esa mañana.
Dewsbury era donde vivía Mohammed Sidique Khan. Era el más grande de los cuatro hombres que se encontraron esa mañana. Khan, de 30 años, había sido criado en Beeston, donde se lo conocía como Sid, pero se mudó al sur después de conocer y casarse con Hasina Patel en la Universidad Metropolitana de Leeds. Todavía tenía vínculos con Beeston, trabajaba en Hillside, un colegio local como tutor para los alumnos inmigrantes. Era una persona paciente, dicen sus compañeros de trabajo, y muy bueno con los niños. Pero había problemas en casa. Mientras Khan se tomamba cada vez más en serio su religión, chocaba con su esposa, que tenía una mirada más liberal sobre la vida en familia. El matrimonio, que había sido arreglado por las familias, no tenía la aprobación de su suegra.
La pareja se separó hace un año, justo antes de que Khan se tomara licencia por enfermedad en septiembre de 2004, diciendo que sufría de una depresión. Finalmente renunció al colegio en diciembre. Las visitas a su esposa y su hija Maryam de 14 meses se fueron haciendo cada vez menos frecuentes, a pesar de que cuando viajó a Londres hace 10 días su esposa tenía un embarazo avanzado.
Al lado suyo estaba Shahzad Tanweer, de 23 años, el hijo gracioso y deportivo de un hombre de Faisalabad en pakistán. Su padre, Mumtaz, era un guardia y ahora un respetado miembro de la mezquita de la calle Hardy y tenía un negocio de fish and chips (pescado y papas fritas) llamado South Leeds Fisheries. Como los otros, Tanweer había viajado a pakistán para ver a sus familiares y estudiar el Corán. Fue a Markaz-e-Dawa, una madrassa o colegio religioso en el norte de pakistán por tres meses hasta febrero, pero volvió antes de lo previsto diciendo que no le gustaba la gente. Ahora estaba estudiando ciencias del deporte en la Universidad Metropolitana de Leeds. Su sobrenombre en la familia en Kaka, o bebé.
Filmados por las cámaras del circuito cerrado, los cuatro hombres con pesadas mochilas se reían. El cuarto hombre era un poco diferente de los demás, y no era de Beeston. Germaine Lindsay, de 19 años, había nacido en Jamaica pero fue criado en Huddersfield. Un hombre grande y fornido, le gustaban las artes marciales y el boxeo, pero también tenía un costado suave y amable, según los que lo conocían. Se distanció de sus amigos después de convertirse al Islam y cambiar su nombre a Abdullah Shaheed Jamal. Se casó con Samantha Lethwaite, 22, de Aylesbury en Buckinghamshire, y ella también se convirtió. Eso no le gustó a su familia. No les gustaba el burqa que usaba. Lindsay y su esposa se mudaron a Aylesbury con su hijo de un año este año. Lindsay había viajado a Luton desde Aylesbury esa mañana, también en un auto alquilado. Se iba a encontrar con hombres que conocía de Leeds, donde había vivido por un tiempo y había asistido a la Gran Mezquita.
Minutos después de haber quedado filmados estarían muertos. Lindsay moriría en el tren 311 justo afuera de Russell Square; Tanweer en el tercer vagón del tren 204 en Aldgate y Khan en el segundo vagón del tren 216 en la calle Edgware. Hussain moriría en el colectivo Nº 30 en Tavistock Square. Se llevaron a mucha gente con ellos, y causaron mucho dolor.
¿Se los podría haber detenido? ¿Había alguna forma que los servicios de seguridad supieran lo que estaba ocurriendo? ¿Hubo un cerebro que no murió en los atentados? La policía piensa que la respuesta a esta última pregunta es afirmativa. Un rumor que circula en la Policía Metropolitana es que 15 días atrás, un oficial de la Rama Especial vio a un paquistaní que estaba en la lista de sospechosos como un posible miembro de Al Qaida entrando al país a través de un puerto. El oficial de la policía le dijo all MI5, que decidió no rastrear al sospechoso porque era de bajo riesgo y no se justificaba la utilización masiva de recursos que se necesita para una vigilancia de 24 horas. Así que nadie sabe lo que el hombre hizo en Gran Bretaña, pero que dejó el país en avión desde el aeropuerto de Stansted justo antes de los ataques. ¿Dio las órdenes? Si es así, ¿también estaba en contacto con otras células terroristas potenciales en el país? Sin embargo, esa es solamente una versión de la historia. Las fuerzas de seguridad, dolidos por la idea de que dejaron ir y venir a alguien debajo de sus narices, señalan que hasta ahora no pruebas para vincular a los cuatro terroristas con otra persona.
La policía tenía la idea firme después de las bombas que los terroristas eran “pieles limpias”, gente sin prontuario con los servicios de seguridad. Pero había algo en esas declaraciones policiales que casi pasó desapercibido: uno de los hombres había sido observado durante una operación previa inespecificada.
Esto podría ser a lo que se refería el ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, cuando le dijo a los periodistas –en un momento en que bajó la guardia– que “parte de este equipo” había estado sujeto a un “arresto parcial” el año pasado. Sarkozy recién había sido informado por el secretario del Interior, Charles Clarke, que se enfureció por sus comentarios. Eran “total y completamente falsas”, dijo. Una declaración del ministerio del Interior agregó que ninguno de los hombres había sido arrestado o detenido como parte de una operación antiterrorista.
Esto podría ser cierto. Pero este diario puede informar que Khan sí tenía vínculos –incluyendo contacto telefónico– con un individuo que estuvo bajo la mirada de la policía y de los servicios secretos el año pasado durante la Operación Grieta, una importante operación antiterrorista en la que se allanaron varias propiedades. Durante esos allanamientos se encontró una gran cantidad de materiales explosivos. Una fuente de seguridad reveló que el MI5 estaba tan abrumado en ese momento que tuvo que pedirle a su agencia hermana, MI6, que traiga a agentes que estaban en el exterior para ayudar a observar a los sospechosos. A pesar de que el nombre de Khan surgió durante la investigación, no fue interrogado.
Tony Blair se reunirá con altos funcionarios de inteligencia y seguridad en Downing Street el jueves. Se espera que discutan si necesitan más recursos. “No estamos más allá de las críticas,” dijo una fuente de seguridad. “Cuando las cosas se calmen... intentaremos develar como estagente se nos escabulló.” Baltazar Garzon, un experto español en la persecución a terroristas, describió una “segunda generación” de extremistas que no tienen una historia de afiliación con Al Qaida ni ninguna otra organización, sino que forman grupos sueltos y espontáneos basados en relaciones personales. Al Qaida es su fuente de inspiración, su “punto de referencia ideológico” y no su jefe, a pesar de que podrían buscar su ayuda. Los terroristas de Londres nacieron en el país donde nacieron, a diferencia de cualquier célula terrorista conocida como activa en Europa. Lejos de ocultar sus identidades, tenían sus documentos encima para dejar en claro quienes eran. Hasta donde se sabe, no financiaron su terrorismo mediante el crimen. Todo esto apunta a que casi se los llora como víctimas en vez de victimarios y que su culpabilidad podría haber sido inadvertido.
Hussain fue registrado como una víctima cuando su madre llamó a la línea telefónica de emergencia de la policía después de las 10 de la noche del día de los atentados. Su hermano, Imran, había llamado a su celular sin obtener respuesta. Un policía fue a la casa en Colenso Mount para tomar los detalles, al igual que con muchas otras víctimas. La familia Hussain le dio los nombres de los “amigos” de su hijo con quien había ido a Londres. Estaban desesperados.
Cuando el nombre de Mohammed Sidique Khan fue teclado en la computadora de la policía, y su vínculo con la Operación Grieta salió a la luz, los detectives deben haberse sorprendido. ¿Era esta la pista que buscaban? Las fuerzas de seguridad resaltan que les estaba llegando una enorme cantidad de información después de los atentados. Pero la teoría de la llamada telefónica podría explicar la velocidad con la que identificaron a los terroristas y buscar a cualquiera conectado con ellos. Las tarjetas de débito y una licencia de conducir de Hussain estaban entre las ruinas del colectivo Nº 30. Los documentos de sus amigos también se encontraron en los lugares subterráneos donde detonaron las bombas.
El lunes, policías estudiando las filmaciones del circuito cerrado lo encontraron parado junto a los otros en King’s Cross. A primeras horas de la mañana siguiente se allanaron sus casas y el centro comunitario local donde se llevó a cabo una detonación controlada. La policía también allanó una casa en la calle Alexandra Grove, en un barrio más pudiente que Beeston. Cerca de la universidad, tiene una gran población estudiantil. Hay mucha gente que viene y que va, y los visitantes pasan más desapercibidos que en las comunidades de Beeston.
El departamento de cuatro habitaciones en el tercer piso está a nombre de la Asociación de Viviendas de Leeds. Se dijo que se encontró el número de teléfono de un hombre que lo alquilaba en el teléfono celular de Hussain. El departamento fue allanado el martes por la mañana y la policía encontró varios kilos de químicos “potencialmente peligrosos” en una bañadera. Se supone que tenían peróxido de acetona, el explosivo utilizado en las bombas de Londres y que es peligrosamente inestable.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Ximena Federman.