La tensión aumentó ayer en Líbano tras la muerte de un manifestante prosirio en un enfrentamiento con partidarios del gobierno, mientras las protestas lideradas por el partido chiíta Hezbolá para forzar la salida del primer ministro, Fouad Siniora, no ceden. La muerte de este manifestante en un barrio poblado por simpatizantes del gobierno marcó el primer incidente violento en Beirut desde el comienzo de las protestas indefinidas el viernes pasado, lo cual ha despertado temores de una guerra civil en algunos sectores del país. En consecuencia, el ejército libanés fue desplegado masivamente en Beirut anoche.
La diplomacia árabe y occidental han multiplicado los contactos para encontrar una fórmula que permita salir de la crisis y evitar una desestabilización mayor del Líbano. El ministro de Relaciones Exteriores alemán, FrankWalter Steinmeier, pidió a Siria que hiciera todo lo que estuviera a su alcance “para impedir la desestabilización” del país del cedro.
Por su parte, el presidente sirio, Bachar Al Asad, aseguró que Damasco “no interviene en los asuntos de los otros”, agregando que es “importante alcanzar una paz justa y global en Medio Oriente”, según la agencia oficial Sana. Hezbolá, de tendencia prosiria, impulsa la manifestación contra un gobierno que considera corrupto, débil y que ya no representa al pueblo libanés, tras la renuncia de cinco ministros chiítas y un cristiano el mes pasado. El gobierno de Siniora se empeña, no obstante, en permanecer al frente del país e insiste en que sólo el diálogo y no las protestas puede resolver la crisis política. La oposición promete seguir manifestándose en las calles hasta que caiga el gobierno.
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