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El mundo|Lunes, 23 de abril de 2007
NICOLAS SARKOZY FUE EL MAS VOTADO, SEGUIDO POR SEGOLENE ROYAL

El y ella van a ballottage en Francia

Con una masiva afluencia a las urnas, el electorado francés optó por volver a su tradicional polarización derecha-izquierda. Sarkozy obtuvo un 31% de los votos y Royal casi el 26%. François Bayrou, de centro, se quedó con el tercer puesto. Y el xenófobo Jean Marie Le Pen fue el gran derrotado.

Por Eduardo Febbro
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El conservador Sarkozy y Ségolène Royal cosecharon una victoria única; ambas fuerzas obtuvieron un porcentaje muy superior al de la primera vuelta de 2002.

Desde París

Ella y él disputarán la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del próximo 6 de mayo: el conservador Nicolas Sarkozy, UMP, y la socialista Ségolène Royal. Ochenta y cinco por ciento de electores bajo el sol: con un record absoluto de participación Francia restauró ayer el equilibrio sano de la democracia y borró en las urnas el espectro del 21 de abril de 2002, cuando la extrema derecha ocupó el lugar del candidato socialista en la segunda vuelta. Los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial colocaron al candidato de la derecha, Sarkozy, primero con 31,11% de los votos seguido por la socialista Royal con 25,84% y por el centrista François Bayrou con 18,55 por ciento. El candidato de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, quedó relegado a un cuarto lugar. Con 10,51% de los votos, Le Pen obtuvo uno de los resultados más bajos de los últimos años y vio así su negra influencia reducida a niveles que, aunque son importantes, están lejos de significar lo que representaron años atrás.

Ayer ganó la democracia plena. La extrema derecha retrocedió en aproximadamente 8 puntos, surgió un centro democrático que casi triplicó los votos de 2002 y las dos corrientes políticas protagonistas de la alternancia francesa, la UMP, de derecha, y el Partido Socialista, lideraron las urnas con una excepción notable: es la primera vez en la historia de Francia que una mujer representa a un partido de gobierno en la segunda vuelta de una disputa presidencial. Los dos candidatos mayoritarios cosecharon una victoria única. Sarkozy obtuvo el número de votos más alto conseguido por un candidato conservador bajo la Quinta República. El mejor resultado del actual presidente, Jacques Chirac, había sido de 20,84 por ciento. A su vez, Royal, a pesar de las incontables trabas, traiciones y zancadillas provenientes de las mismas filas del PS, logró la apuesta que parecía imposible: izarse a la segunda vuelta en contra de un aparato enredado en sus ambiciones que la boicoteó hasta la burla. Más aún, Royal totalizó más votos que los obtenidos por tres candidatos en 2002, incluido el ex primer ministro socialista Lionel Jospin. Los comunistas, la extrema izquierda y los ecologistas pagaron un alto tributo en las urnas que los dejaron con porcentajes confidenciales: poco más de 2 por ciento para la candidata comunista, algo más de uno para la ecologista, un porcentaje similar para la trotskista Arlette Laguiller y, resultado honroso, casi 5 por ciento para el candidato de la Liga Comunista Revolucionaria, Olivier Besancenot. Fuera de los tres candidatos fuertes, Sarkozy, Royal y Bayrou, el resto de los partidos sufrió el contragolpe del síndrome del 2002 cuando la multiplicación excesiva de candidaturas y la consiguiente dispersión de los votos dejó a los socialistas sin representantes en la segunda vuelta.

Las elecciones de ayer confirmaron la gravitación de Sarkozy sobre las fuerzas de la derecha, dieron un respaldo decisivo a una mujer que hizo de su libertad el argumento de su acción y, al mismo tiempo, consagraron la irrupción de un hombre que, nacido en la cuna conservadora, tornó verosímil un mensaje de centro. Antes era Le Pen quien detentaba una de las claves de la segunda vuelta, ahora es Bayrou. La democracia se desplazó de los extremos al centro. A pesar de los inevitables golpes bajos de toda campaña, los tres candidatos no construyeron tanto su estructura electoral en contra de sus respectivos adversarios sino en torno de la idea del cambio y de renovación. La primera vuelta marcó el fin de dos leyendas de la vida política nacional, la trotskista Arlette Laguiller y el jefe de la extrema derecha Jean Marie Le Pen. A su vez, abrió el espacio a una auténtica renovación, a la vez conservadora con Sarkozy y el socialismo matizado de Royal. Con Royal, Sarkozy y Bayrou irrumpe una generación de 50 años que, aunque sale de las filas de los partidos tradicionales, llega con otras propuestas. Los dinosaurios de antes dejan la escena.

Ayer, luego de los resultados, lo más esencial de las fuerzas de izquierda (la candidata ecologista, la trotskista y el comunista Olivier Besancenot), llamaron a derrotar al candidato de la derecha. En su extensa intervención de anoche, con acentos de un candidato de centroizquierda –que no lo es– Sarkozy llamó a la sociedad a unirse en torno “de un nuevo sueño francés y luego dijo: “No cambiaré de línea de conducta. Quiero hablarles a los trabajadores, a los obreros, a los empleados, a los agricultores, a la Francia que da mucho y no recibe nada. Quiero hablar de identidad nacional, de autoridad, de trabajo, de mérito (... ). Quiero decirles a todos los franceses que tienen miedo que quiero protegerlos”.

Acompañada de un coro de gritos “Ségolène presidenta”, la candidata socialista mostró una prolongada sonrisa antes de hablar. Sin pronunciar jamás la palabra “izquierda”, Royal hizo un llamado “a todos aquellos y aquellas que quieren hacer que triunfe la Francia del respeto” para que se unan a su candidatura a fin de salir de un “sistema que no funciona más”. Royal habló de un país nuevo, donde los índices bursátiles no se impongan a los valores humanos: “juntos vamos a devolverle la sonrisa a nuestro país. Juntos vamos a conjurar los demonios de la depresión y del ocaso”. El tercer hombre clave de esta historia, François Bayrou, no dio consignas de voto. Bayrou dijo: “a partir de esta noche, la política francesa va a cambiar y no será jamás como antes (...). Al fin hay un centro en Francia”. Mal perdedor, Le Pen lanzó una suerte de sentencia sobre el futuro: “Predigo mañanas llenos de desencantos”.

Después de cinco años vividos bajo el signo de la culpa y el arrepentimiento por la deshonrosa presencia de la extrema derecha en la segunda vuelta, Francia protagonizó ayer un sobresalto democrático que reactualizó lo que muchos analistas veían como algo superado: la existencia de dos visiones del mundo y de la gestión de la sociedad, la izquierda y la derecha. Sus dos representantes, Royal y Sarkozy, fueron más lejos que nadie: Royal superó el voto obtenido en la primera vuelta de las elecciones de 1981 por el ex presidente socialista François Mitterrand en 1981. Sarkozy convocó en torno de él un porcentaje inigualado de votos conservadores. Los extremos se debilitaron, el socialismo captó grandes porcentajes de votantes y la derecha sumó más votos que los logrados en tres elecciones presidenciales sucesivas, 1988, 1995 y 2002. En esta danza de cifras y certidumbres queda una gran incógnita, que es la de la segunda vuelta: ¿a qué urnas irán los siete millones de votos que, en la primera vuelta, fueron depositadas en las del centrista François Bayrou? La elección del próximo 6 de mayo dependerá de esos votos centristas en una sociedad que dejó en la arena a la izquierda y la derecha dotadas de argumentos para llegar a la presidencia.

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