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El mundo|Domingo, 8 de septiembre de 2002

“Hoy, todo lo que es posible parece imposible”

El sociólogo francés Edgar Morin, de visita en Argentina, habló de esperar “lo inesperado” y de actuar “en favor de lo improbable” en un mundo regido por la globalización. Por qué hace falta ética.

Por Javier Lorca
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Morin durante su charla del viernes en la Universidad del Salvador, inaugurando un seminario.
”Hoy, todo lo que es posible parece imposible. Están todas las posibilidades para terminar con el hambre en el mundo. Pero no se puede por razones políticas. Están todas las condiciones para que reine la paz mundial. Pero es imposible”, lamentó, con voz amable y ronca, en castellano afrancesado, el sociólogo Edgar Morin. Pese al pesimismo, a través de un recorrido filosófico por la crisis del Estado, el avance de la globalización y la necesidad de regenerar una ética de la civilización, el prestigioso pensador francés de 81 años logró encender una esperanza: “Debemos esperar lo inesperado..., debemos actuar en favor de lo improbable”.
Morin llegó al país para participar del seminario “Etica y Estado”, organizado por la Cámara de Diputados bonaerense y la cátedra itinerante Unesco “Edgar Morin” de la Universidad del Salvador, que continúa hoy con la presencia del inglés Andrew Nixon. En la conferencia del viernes fue presentado por el presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, Osvaldo Mércuri.
“¿Por qué se dice hoy que hay una necesidad de ética en la política, en lo social y en lo personal? –indagó al abrir su exposición–. Hace 20 años no existía esa necesidad. ¿Por qué hoy sí? Evidentemente, porque hay una desaparición de la ética. Los motores del porvenir de este planeta, que son la ciencia, la técnica y la economía, son cada vez más poderosos, pero cada vez más incontrolables. Son fuerzas enormes y su naturaleza misma no tiene ética. Por eso hace falta un control político. Pero hay muy poca ética en la política. Y el Estado está ciego. Hay corrupción en los Estados y en la política.”
La metódica introducción de Morin sedujo la mirada de las decenas de personas que llenaban el auditorio de la universidad. Abordó entonces la globalización, tema al que el sociólogo ha dedicado minuciosa parte de su obra. “La globalización es la voluntad de que todo el mundo se desarrolle del mismo modo. Pero el desarrollo es antiético. Porque su núcleo está en esos motores: la ciencia, la técnica y la economía. La filosofía fundamental del desarrollo es utilitaria. Supone que el hombre es sólo el homo economicus, que sólo vive para la utilidad material. Esa visión ignora la pasión, el amor, el odio, la poesía, el sentido estético que tiene la vida humana. Es un concepto de hombre mutilado. Y la demostración de esa visión son los países llamados desarrollados, con su destrucción de las comunidades, los barrios, las solidaridades concretas. A cambio, los Estados dan una compensación social, pero es una solidaridad anónima. Toda esa destrucción es producto del individualismo. La noción de individuo tiene un aspecto positivo, el desarrollo personal, y uno negativo, los rasgos egocéntricos. Nuestra civilización desarrolló esos rasgos y abandonó los otros. Es un individualismo sin ética, con individuos que no se sienten ni responsables ni solidarios con su comunidad.”
Morin carraspeó y dirigió su análisis a la crisis estatal. “La realidad del Estado nació no sólo como una unidad administrativa, económica, sino también afectiva, algo muy bien traducido por la palabra ‘patria’, una palabra bisexual: su primera parte remite a lo masculino y el final, a lo femenino. Por eso, junta el sentido de ‘madre patria’ y de ‘Estado paternal’: es una noción que viene de la comunidad y la comunidad es la base de la ética.” El divorcio entre ética y Estado deviene de que éste “ya no representa a la comunidad porque está corrompido y amenazado por la globalización. Las fuerzas globalizadoras ya no son controladas por los Estados”. Para el director de la Asociación por el Pensamiento Complejo, la humanidad necesita hoy “una sociedad-mundo”, “una política de la civilización”. El obstáculo es que se han globalizado muchos aspectos de la vida, pero no hay una regulación global, ni un sentido de pertenencia a una comunidad planetaria: “Hoy no existen poderes que puedan controlar a los grandes poderes de la destrucción”, alertó. Cuando hubo detallado la compleja oscuridad del escenario, Morin iluminó alguna esperanza. “El Sur de América, el Sur del planeta, debe tener un rol muy importante porque los países llamados atrasados tienen saberes que escapan al modelo hegemónico. El Sur debe apoyarse en la creación de una política de la civilización. Debe dejar de considerarse objeto y pasar a ser sujeto de la historia.” Cuatro serían las reformas necesarias para alcanzar una nueva sociedad: una reforma de las estructuras sociales e institucionales; una reforma educacional (“hay que reeducar a los educadores y educar para mejorar las relaciones humanas”); una reforma de la vida que “resucite la estética de la naturaleza y los cuerpos, la comunidad de la vida”; y una reforma ética de las personas.
Pero Morin dejó claro que ese camino no será sencillo. “Hoy, todo lo que es posible parece imposible. Están todas las posibilidades para terminar con el hambre en el mundo. Pero no se puede por razones políticas. Están todas las condiciones para que reine la paz mundial. Pero es imposible –lamentó-. Sin embargo, en la historia muchas veces lo improbable ocurrió. Como decía aquella antigua fórmula de Eurípides, ‘debemos esperar lo inesperado’. Cuando yo era joven, lo improbable era la dominación nazi sobre toda Europa... Nosotros no podemos ver lo que puede pasar. Cuando un sistema no tiene capacidad para resolver sus problemas, o se desintegra o se transforma en un sistema más rico, es decir, se produce una metamorfosis, se crea una vida con propiedades nuevas. La metamorfosis es lo que debe ocurrir. Pero no la podemos imaginar, por eso nos parece improbable. Debemos actuar en favor de lo improbable, en favor de una política de la civilización.”

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