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El país|Viernes, 29 de agosto de 2008
LOS REPRESORES BUSSI Y MENENDEZ FUERON CONDENADOS A CADENA PERPETUA POR EL SECUESTRO Y DESAPARICION DEL SENADOR VARGAS AIGNASSE

Dos genocidas que encontraron su lugar en el mundo

Luciano Benjamín Menéndez y Antonio Domingo Bussi escucharon ayer la sentencia del tribunal de Tucumán. Quedó en duda la decisión sobre la revocatoria de la prisión domiciliaria de Bussi. Los manifestantes reaccionaron y la Gendarmería reprimió.

Por Ramiro Rearte
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Luciano Benjamín Menéndez y Antonio Domingo Bussi, quien lloró varias veces en su defensa.

Desde Tucumán

Los represores Antonio Domingo Bussi y Luciano Benjamín Menéndez fueron condenados a prisión perpetua por el secuestro y desaparición del senador provincial Guillermo Vargas Aignasse. El Tribunal Oral Penal de Tucumán los encontró culpables de asociación ilícita, desaparición forzada, violación de domicilio, violación ilegítima de la libertad agravada, condiciones tortuosas de detención, aplicación de tormentos reiterados y homicidio calificado, delitos de lesa humanidad cometidos entre el 24 de marzo y el 6 de abril de 1976. Los jueces resolverán recién después del 5 de septiembre si Bussi será trasladado a una cárcel común o no. Esa indefinición ocasionó que los manifestantes, que se encontraban en la puerta de la sala de audiencias, se desbordaran al demostrar su descontento. La intervención de la Gendarmería Nacional terminó en una refriega con unos treinta militantes de derechos humanos heridos al igual que otros quince efectivos de esa fuerza de seguridad. Hubo corridas a diestra y siniestra ante la lluvia de gases lacrimógenos.

En el clímax de la protesta se cerró la sala de audiencias como medida preventiva. Ahí siguieron los cruces verbales entre los defensores de Bussi y los organismos.

Como estaba previsto, a las 10.30 el Tribunal Oral Penal en lo Criminal abrió la audiencia otorgando la última palabra a los represores antes de pasar a deliberar. En el recinto se tuvieron que incrementar las sillas ya que su capacidad estaba colmada con más de 270 personas.

El primero en hacer uso de la palabra fue el genocida local, que primero prefirió dedicar gran parte de su descargo al fiscal general federal, Alfredo Terraf, quien optó por darle la espalda a Bussi. Como ya es costumbre, el represor lloró en dos oportunidades mientras leía sus últimas palabras frente al Tribunal. Tenía una carpeta con doce carillas escritas en computadora y había párrafos subrayados con resaltador flúo, ahí cambiaba la voz, por una más potente, como cuando ordenaba durante la dictadura. Sus palabras se centraron más en su “carrera política” que en su responsabilidad como general con asiento en Tucumán durante el golpe. Trató de tener una actitud complaciente con los magistrados al resaltar que “ustedes, excelentísimo Tribunal, serán los protagonistas de este fallo cualquiera sea su sentencia y pasará a la posteridad como un antes y un después en la vida política tucumana”, mientras era asistido por tres médicos del sistema provincial de salud. En dos oportunidades pidió que se le incremente el flujo de oxígeno porque, según susurró, “le faltaba el aire”.

Bussi acusó al fiscal Terraf de “mentiroso” al señalar que “tendrá otro espacio en la historia con posterioridad inmediata a este juicio, donde seguramente no tendrán cabida sus falsas acusaciones, avaladas por delincuentes comunes. También se lo recordará por su pretendido vedetismo publicitario. Usted ha cambiado, señor fiscal, yo no. Yo sigo siendo el Bussi de toda mi vida. Fui reconocido por todos los tucumanos en más de treinta años de carrera política. El coraje se demuestra combatiendo y no como usted, que insulta a mis hijos, y en la defensa de las causas verdaderamente justas”.

Después de los treinta minutos de lectura de Bussi, se pasó a un cuarto intermedio. Luego, tomó la palabra Luciano Benjamín Menéndez, quien desempolvó casi el mismo discurso que pronunció en Córdoba cuando fue condenado. Sus palabras parecían haber quedado detenidas en el tiempo, repitió que la culpa de todo el proceso vivido en nuestro país durante la dictadura fue por los primeros movimientos guerrilleros a fines de la década del ’60. Menéndez no lloró, pero se quejó que mientras era amo y señor del suelo tucumano no podía ir de descanso a los cerros norteños, más precisamente a la localidad de Tafí del Valle, porque en ese entones “la ruta 38 estaba llena de montoneros”.

“Hace cincuenta años la guerra estalló repentina y brutalmente en nuestro país. Sin tener arte ni parte, sino porque estábamos en la ruta de conquista del terrorismo internacional, los argentinos sufrimos el asalto de la subversión marxista, que por orden y cuenta de la Unión Soviética y de su sucursal Cuba se proponían someter a nuestro país a su sistema y a sumarnos a su satélite. Era la guerra, pero la más total de todas las guerras, la guerra revolucionaria, no se tratada de sacarnos un pedazo de territorio, no se trataba de un paso entre dos océanos. En realidad, la subversión apuntaba al alma de nuestro pueblo”, aseveró mientas exageraba las eres en su lectura.

Acompañando a los represores estaban la hija y la viuda del capitán Humberto Viola, ajusticiado por el Ejército Revolucionario del Pueblo en abril de 1974 en Tucumán. La mujer llevaba una lámina con la imagen del militar muerto tal como la confeccionan los familiares de desaparecidos.

Cerca del mediodía y con mucho calor en la sala, los jueces Gabriel Casas, Carlos Enrique Jiménez Montilla y Josefina Curi pasaron para la tarde la lectura del veredicto. Desde ese momento, comenzaron las especulaciones sobre cuál sería la decisión final de los magistrados. La lectura de todos los cargos para la condena de ambos represores insumió nueve minutos. También se elevaron dos pedidos de detención por falso testimonio, para los testigos Carlos Antonio Décima y José Víctor Gerez, y otros dos por falsificación de instrumento público, en contra de Roque Cabral y Raúl Molina, funcionarios militares quienes habrían sido encargados de “armar” la historia oficial del caso Vargas Aignasse antes de que los militares dejaran el poder.

Los familiares de Vargas Aigna-sse y los organismos de derechos humanos pretendían que Bussi fuera llevado a una cárcel común en el penal de Villa Urquiza, capítulo todavía abierto hasta la decisión final del Tribunal Oral. A la hora de las declaraciones a la prensa, ambos sectores dijeron estar disconformes con parte del fallo. Uno, porque todavía sigue vigente la prisión domiciliaria para Bussi, aunque fue condenado, y otro porque fue condenado a cadena perpetua, pero detenido en la casa de uno de sus hijos ubicada en un country.

Ahora falta la lectura de los fundamentos de la sentencia que se concretará el 4 de septiembre por la mañana. Luego, tendrán cinco días hábiles desde el 5 de septiembre para decidir el lugar donde Bussi deberá cumplir la condena. La sensación que quedó entre los tucumanos es que al Tribunal Oral Penal en lo Criminal le faltó un pequeño trazo para terminar de cerrar el círculo de impunidad impuesto por Bussi y Menéndez durante la oscura década del ’70. Lo positivo es que todavía queda una puerta abierta.

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