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El país|Lunes, 8 de noviembre de 2004
EXCLUSIVO: COMO Y POR QUE SE REDUJERON LOS CASOS DE HOMICIDIO EN BUENOS AIRES

Bajaron las muertes pasionales o por robo

Las estadísticas por delitos como el robo pueden no ser confiables, porque muchas veces no hay denuncias. En cambio, son siempre reales los números de robo de autos, por las compañías de seguro, y de homicidio, porque provocan el arranque de la maquinaria legal. Las cifras revelan una baja en las muertes en territorio bonaerense. La mayor prevención, una clave.

Por Raúl Kollmann
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Los críticos insisten en que debe reducirse la franja de población en riesgo de introducirse en el mundo del delito.
Si todo marcha como hasta ahora, el año 2004 se va a cerrar con unos 600 asesinatos menos que los que hubo en 2003 en la provincia de Buenos Aires. La cifra es de una envergadura tal que puede compararse con las víctimas que no se produjeron en una guerra. Comparativamente debe tenerse en cuenta que en Malvinas murieron 800 argentinos y en Irak cayeron unos mil norteamericanos. Por de pronto, solo los asesinatos en el marco de un robo u otro delito pasarían de 697 en 2003 a 415 en 2004 (si se mantiene la proporción actual hasta fin de año), lo que significa salvar 282 vidas.
Según coinciden los criminalistas, hubo dos claves para esa baja.
Primero, la ofensiva contra los desarmaderos. Esa estrategia provocó una reducción espectacular en la cantidad de robos de autos y, por lo tanto, en los asesinatos en ocasión del robo del vehículo.
La otra medida son los patrullajes: obviamente no terminan con el delito pero lo reducen notoriamente y con ello las muertes.
Pero el dato significativo no es que bajaron sólo los homicidios en ocasión de robo, sino también los que se deben a peleas, cuestiones pasionales o conflictos familiares, pasando de 1125 en 2003 a 823 en 2004. Se preservaron así otras 302 vidas.
Contra lo que dicen los apóstoles de la mano dura, esta última cifra demostraría que la situación socioeconómica tiene un enorme peso en el delito, ya que algún alivio en la crisis económica familiar, así sea pequeño e insuficiente, reduce en forma notoria las tensiones, los conflictos y los cuadros de locura.
El otro dato que redondea el cuadro es el de muertes de policías. Hace un año, moría casi un uniformado bonaerense por semana. En total cayeron 38 policías en 2003, contando los que murieron defendiéndose de un robo; un cifra que bajó ahora a menos de la mitad. En 2004 murieron 12 policías, y siete de ellos en los tres primeros meses del año (ver aparte).

Números sin error

Raúl Torre, ex titular de la División Científica de la Policía Federal, explica que los datos de asesinatos “no tienen cifra negra”. Esto significa que son estadísticas muy confiables. La razón es que se puede no denunciar un robo o un secuestro, pero un homicidio pone en marcha una larga cadena que no sólo incluye la intervención policial sino que pasa por la realización de una autopsia.
“Una cifra de homicidios prácticamente no tiene margen de error –sostiene Torre–. Sólo en algún caso excepcional alguien logra pasar un homicidio por muerte natural y también lo contrario, lo que inicialmente se cree un asesinato termina, a lo largo de la causa, demostrándose como una muerte natural. Pero se trata de hechos más que excepcionales.”
La otra estadística que suele ser confiable, que no tiene proporción importante de cifra negra, es el robo de automotores. La víctima necesita hacer la denuncia para cobrar el seguro y las propias compañías de seguros tienen datos comprobables.

Una guerra menos

La crisis de los años 2002 y 2003 se puede contar también en números de muertos. En 1999, por ejemplo, hubo 1581 asesinatos, más o menos el promedio histórico en territorio bonaerense.
En el año siguiente, 2000, el cambio fue pequeño, 1692, pero ya en 2001 los homicidios empiezan a crecer (2073) y la crisis terminó llevando las cosas a la cifra más alta de la historia (2484 asesinatos).
A partir de ese punto, cuando pasó el peor momento, empezó cierto alivio, con 1822 muertos en 2003, todavía por encima de la media histórica. Entre el 1º de enero de 2004 y el 30 de septiembre, último dato entregado por el Ministerio de Seguridad, hubo 991 asesinatos, por lo que si la proporción se mantiene hasta fin de año, se llegaría a 1238 muertes dolosas. Para que el cálculo no pierda rigor científico, habría que agregarle una pequeña proporción, ya que diciembre, por las fiestas, el alcohol e incluso la melancolía, es el mes en que hay más homicidios. Todo indica así que a fin de 2004 la cifra de asesinatos rondará los 1300, lo que incluso significaría una mejora del nivel histórico.
Para tener una noción comparativa, en Nueva York, antes de la década de Clinton, morían 3000 personas por año. Después, con la mejora en el cuadro socioeconómico y la aplicación de políticas de prevención que se establecieron de distintas formas en todo Estados Unidos, la cantidad de asesinatos por año se redujo a 700. Se trata de una sola ciudad con ocho millones de habitantes, con una población y un nivel de hacinamiento menores al de la Provincia de Buenos Aires.

Buen record

Tradicionalmente, uno de cada tres asesinatos (33 por ciento) tenía que ver con un robo. Los dos tercios restantes (66 por ciento) son por peleas, venganzas, conflictos familiares, choques económicos o la intención de eliminar a alguien para cobrar una herencia. En los últimos dos años, uno de los fenómenos más preocupantes fue que la proporción de muertes en robos era más alta que la habitual: en 2003, por ejemplo, fue del 38 por ciento del total de asesinatos, un año antes, 2002, fue del 41 por ciento y en el 2001 del 39 por ciento. Ese era un claro índice de crecimiento de la actividad delictiva. En este 2004, tomando en cuenta hasta el 30 de septiembre, hubo 332 muertos en el marco de robos u otros delitos, sobre un total de 990 asesinatos. La proporción está ahora en lo histórico: 33 por ciento.

Robos y muerte

“Hay más contención en 2003 y en 2004 de la que había en medio de la crisis. Los planes de Jefas y Jefes de hogar, los microemprendimientos y las changas que mucha gente encuentra hoy en el Gran Buenos Aires aliviaron algo las tensiones –explica Osvaldo Laborda, conocido criminalista y comandante retirado de la Gendarmería–. Todo el proceso tardó mucho, pero le dio algo de respiro a los que estaban marginados del sistema. Desde ya que eso generó un efecto, es un efecto rebote y, por ejemplo, hay menos adolescentes en la calle. También existe una presión mucho más grande en temas de seguridad. Los propios policías se sienten presionados, y también los políticos. Eso hace que se haya roto un poco la complicidad estructural de unos y otros con el delito. Creo que otra de las medidas en que se avanzó algo fue en el control de las cárceles, donde se arman buena parte de las bandas. Nosotros hemos visto ladrones que robaban para policías, ladrones que robaban para penitenciarios y una larga serie de complicidades. Todo salió a la luz y hoy eso condiciona bastante la repetición de esas complicidades. De todas maneras, no se puede cantar victoria ni mucho menos. Cuando se redujo el robo de autos, era evidente que el delito de moda iba a ser el secuestro. Hoy hay que pensar hacia qué irá la delincuencia en el próximo período. Da la impresión que una vertiente serán los robos a turistas, pero no se puede descontar que vuelvan los asaltos a bancos.”
Otro criminalista, Eduardo Frigerio, sostiene que las muertes en ocasión de robos y los crímenes pasionales o en peleas son fenómenos distintos que se explican de manera también distinta. “Me parece que la población que está en riesgo de entrar al mundo del delito no ha bajado mucho. Que quien sale de la cárcel hoy en día sigue sin tener perspectivas de reinserción. También creo que no se alivió tanto la situación de los adolescentes que están fuera del sistema educativo y laboral, igualmente una franja en riesgo. Intuyo que hay una baja, aunque menor, debido a estos factores socioeconómicos. Pero estoy convencido de que la baja mayor se produjo por las medidas de prevención. No son para nada óptimas, pero que en parte se han puesto en marcha. Por de pronto, hay bastantes más efectivos en la calle y eso ya produce un efecto disuasivo. En la Gendarmería, por ejemplo, habrá dos mil hombres más en el Gran Buenos Aires, y ya existen efectivos desde hace un año. Eso complica al delincuente y reduce sus posibilidades. Tengo toda la sensación de que hay funcionarios políticos que por fin se dieron cuenta de que hay que darle importancia a la cuestión de la seguridad, porque de lo contrario la cuestión de la seguridad los pondrá a ellos contra las cuerdas. Las estrategias preventivas ya dan resultados, por más que estemos lejos del óptimo. Distinto es lo que ocurre con los crímenes pasionales o por conflictos económicos. Ahí sí yo veo que al haber pasado lo peor de la crisis, en los años 2001 y 2002, las cosas se estabilizaron y ello reduce notoriamente los cuadros de desesperación. Algo similar pasa con los suicidios: tal vez permanecen los relacionados con cuestiones pasionales, pero bajaron mucho los que tienen como motivo la quiebra económica.”
Más allá de las leves diferencias que exhiben los especialistas, los datos son incontrastables. Baja la cantidad de muertos que se originan en delitos, pero también los que no tienen nada que ver con robos. En la Dirección de Política Criminal del Ministerio de Justicia nacional también perciben esa misma baja de los crímenes pasionales o por peleas. El fenómeno sólo puede explicarse porque el fin de 2001, todo el 2002 y, en menor medida, el principio de 2003 fueron tiempos de una crisis tan dramática que gran parte de la población estuvo bajo riesgo de conflictos, tensiones y agresiones. La relativa normalización de las cosas vuelve también a la normalidad a las cifras de homicidios. En el Ministerio de Seguridad bonaerense están seguros de que se puede bajar todavía más la cantidad de muertos.

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