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El país|Domingo, 25 de marzo de 2007
KIRCHNER Y EL CONFLICTO SANTACRUCEÑO

Mirando al sur

Furioso por el desarrollo de la protesta docente, el Presidente puso en observación al gabinete provincial. Y también le pidió a su hermana Alicia que declinara un encuentro en Río Gallegos, a fin de preservar su candidatura a gobernadora.

Por Diego Schurman
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Después de ver los reportes y las imágenes de televisión, Néstor Kirchner hizo su primer análisis.

–¡No fueron más de 1500! –minimizó por teléfono la protesta de Santa Cruz, y su interlocutor imaginó el rostro impertérrito del Presidente.

–Mirá, yo creo que al menos había 3000 personas –se animó a cuestionarle la cifra el compañero de ruta que hoy ostenta cargo de diputado.

Lo que siguió fue una retahíla de insultos del mandatario contra destinatarios inciertos que aglutinó bajo el rótulo de “trotskistas”, además de una dedicatoria especial, y muy poco amigable, para el obispo de Río Gallegos, Juan Carlos Romanín.

Dicen en la Casa Rosada que hace tiempo no se veía a Kirchner de tan mal humor y con ese lenguaje desmedidamente acerbo. “¡A ésos los voy a correr con una contramarcha!”, bramó ante más de un testigo. La patada al hígado que significó para el Presidente la multitudinaria protesta gremial de Santa Cruz le impidió digerir el conflicto hasta un par de días después.

Más cerca del fin de semana, la furia contra los sectores que comandaron la movilización en su tierra natal fue redireccionándose hacia la propia administración provincial del vicegobernador Carlos Sancho. No sólo le adjudica falta de cintura política, sino que ha evaluado la posibilidad de remover a alguno de sus ministros.

El Presidente tiene un especial aprecio por Juan Bontempo. Pero considera que esta vez el titular de Economía no supo estar a la altura de las circunstancias. Lo mismo masculló sobre el ministro de Gobierno, Daniel Varizat. Ambos funcionarios son los verdaderos interventores de Santa Cruz, aunque representen sectores encontrados en la interna del PJ local.

“Esto es ma-si-vo”, deletreó la subsecretaria de Trabajo Elsa Capuchinelli, tan preocupada como compelida a describir una realidad que se le presentaba ante sus ojos. La funcionaria remite en forma directa a Kirchner y por su origen sindical mantiene vínculos históricos con la dirigencia de ATE. Otro de los que viene tendiendo puentes con los estatales es el ministro de Asuntos Sociales, Juan Carlos Nadalich. El Presidente ansía lograr un escenario de entendimiento como el alcanzado con la dirigencia gremial de Río Turbio.

Días atrás, Kirchner buscó encauzar el conflicto involucrándose personalmente. Ninguna autoridad santacruceña supo del aumento del 15 por ciento anunciado por Silvia Esteban hasta que lo hizo efectivo la propia presidenta del Consejo de Educación. Estilo K en estado puro. El incremento fue rechazado y el Presidente se convenció de la imposibilidad de manejar la provincia a control remoto. En su círculo áulico acusan un “vaciamiento de cuadros”. En criollo esto significa que Kirchner ubicó en la Nación a sus principales cerebros provinciales, llámense De Vido, Zannini o Jaime, por nombrar algunos de los apellidos más conocidos.

“Dejamos desguarnecida a Santa Cruz para asumir la Nación. Con Kirchner como gobernador esto no pasaba, pero nos confiamos”, evalúa un conspicuo del mandatario, pingüino él, haciendo un parangón imposible de cotejar. Evidentemente, también hubo exceso de confianza con los docentes. Este sector, motor de la protesta de la última semana, compone su salario con un básico exiguo y porciones no remunerativas, atadas en algunos casos a cláusulas como la de presentismo. El Estado provincial se convenció de que ese esquema “disciplinador” abortaría cualquier atisbo de conflicto. Pero no fue así.

El temor, aún latente, a una revuelta mayor tuvo un efecto colateral: Alicia Kirchner debió suspender un encuentro de ministros regionales de Desarrollo Social convocado en la provincia. La hermana del Presidente está siendo preservada, ya que es la candidata a gobernadora del oficialismo. A propósito de especulaciones electorales: el mal humor es explotado por el lavagnista Eduardo Arnold, también aspirante a conducir los hilos de la provincia y hombre en el que se referencian numerosos sectores estatales.

Habrá que ver cómo queda parado Bontempo. “Juancito” –como se lo conoce en el universo K– se ilusiona con la intendencia de Río Gallegos. Pero los gremios lo tienen de punto y se muestran irremisibles por la terquedad oficial para abrir paritarias (algo que no ocurre desde 1991), cuando la provincia acusa superávit y ostenta depósitos en cuentas del exterior por más de 500 millones de dólares.

La alegría que causó a los manifestantes la presencia de Romanín fue proporcional a la furia de Kirchner. El Presidente ve detrás del obispo la mano de Jorge Bergoglio. El titular de la Conferencia Episcopal se ha convertido en el desvelo de la Casa Rosada.

El conflicto docente, al que se sumaron estatales y judiciales, es sucedáneo del de la localidad de Las Heras, que desembocó en el asesinato del policía Jorge Sayago. Amén de la responsabilidad que Kirchner ahora adjudica a la izquierda –el año pasado también apuntó contra supuestos “infiltrados” de ese sector–, la avidez por resolver la crisis provincial en un año electoral lo llevó a elaborar una propuesta contra reloj. Probablemente redunde en un aumento escalonado de los básicos de convenio con la incorporación de las sumas no remunerativas. En las próximas horas, aseguran, habrá novedades al respecto.

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