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El país|Viernes, 1 de febrero de 2008
OPINION

Supremacía

Por Luis Bruschtein

Hace treinta años eran espacios antagónicos, en la conciencia esfumada, fantasmagórica de la mayoría de los argentinos. Estaban allí pero velados por capas y capas de miedo. La ESMA y las Madres de Plaza de Mayo daban una batalla sorda en ese terreno por un lado tan concreto y real y, por el otro, inconfesable, inasible. La ESMA y las Madres como una batalla bíblica. Hacer reconocible esa contienda monumental es como disipar los últimos girones de neblinas. Si era difícil reconocerlo hace treinta años, por el miedo, por la impotencia, por la dominación, que las Madres hayan ocupado el territorio de la ESMA aclara la historia, le pone luz, libera. Aunque hayan pasado treinta años, alivia. Tranquiliza que la tortura, los secuestros y desapariciones, la apropiación de niños, la ignominia tengan su museo del horror. Tranquiliza que las Madres tengan su casa también allí, pero expresando su supremacía sobre el horror. La memoria del horror y la fuerza que lo combatió. Eso es claro, blanco sobre negro.

Las Madres caminando desplegadas, con sus pañuelos, ayer, por un camino de la ESMA, es una imagen poderosa. Como si caminaran sobre la piel del tiempo o sobre el cuerpo de un animal que se retuerce a cada paso. Está la foto. Se sabe que esas mujeres no están de paseo. Y se sabe que el suelo que pisan no es el de un jardín o una plaza. Y se sabe, aunque no se vea, que cada vez que sus pies tocan el suelo se produce una onda de choque en la memoria, una punzada en el estómago, un vuelco en el corazón. Son cazadoras, cazafantasmas. Tampoco es un desfile triunfal: las carrozas de los vencedores sobre los cuerpos de sus enemigos. No combatieron con esas armas y tampoco encontraron a sus hijos, que fue lo que las motivó. Pero prevalecieron. No es un desfile triunfal porque hubieran preferido encontrar a sus hijos. Es una expresión de su supremacía sobre la dictadura y sobre las migajas tóxicas del miedo.

El tiempo es una dimensión contradictoria. A veces caminar hacia atrás es ir hacia delante. Ayer, las Madres entraron por la puerta principal de la ESMA y caminaron varias cuadras por las calzadas de su interior. La caminata las llevaba a un rincón que la memoria congeló en el horror. A un lugar amenazante en el recuerdo. Y con cada paso que las llevaba a ese pasado, avanzaban hacia el futuro, hacia un tiempo donde la ESMA ya no será sólo el recuerdo del horror, sino también el testimonio de que es posible vencerlo. No hay victoria total y definitiva, pero si alguna vez el horror vuelve, la imagen de la esperanza será la de las Madres entrando a la ESMA, la de su supremacía sobre el terror.

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