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El país|Martes, 8 de septiembre de 2009
Cómo es la relación de los gobiernos de algunos países de Europa con los medios

Un vínculo con los cables pelados

En Europa, varios gobiernos tienen problemas en su relación con los medios de comunicación. En Inglaterra, el magnate Murdoch protesta por la participación de la estatal BBC en lo que considera debe pertenecer al mercado. En España, Rodríguez Zapatero tuvo su propia “guerra del fútbol” por la transmisión de la Liga.

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Los Murdoch contra la BBC

Por Marcelo Justo

Desde Londres

Con elecciones a la vista, recesión económica y caída en las ganancias, el presidente del gigante multimediático News Corporation (dueños de Sky, Fox, The Sun, The Times) lanzó un duro ataque contra la BBC a la que acusó de ser un monopolio estatal “dominante y autoritario” que amenaza la pluralidad e independencia periodística. En el Festival Internacional Televisivo de Edimburgo, James Murdoch, presidente de la corporación e hijo de Ruppert Murdoch, calificó la estrategia de la BBC de “escalofriante” por su presencia en áreas que, según el directivo, debían pertenecer al mercado. Sky perdió casi 4 mil millones de dólares desde junio del año pasado y tiene una batalla histórica contra la BBC a la que acusa de distorsionar el mercado televisivo con el “injusto y regresivo” impuesto que se cobra en el Reino Unido a todos los que tengan un aparato televisivo para financiar a la corporación.

El Festival Internacional Televisivo de Edimburgo fue el escenario perfecto de esta batalla del gigante privado contra el ente público británico. En 1989, el discurso principal del festival estuvo a cargo del padre de James, Ruppert, quien dijo más o menos lo mismo que su hijo menor y virtual heredero del imperio mediático. La BBC recauda más de cuatro mil millones de euros anuales del impuesto público que le permiten ofrecer una programación amplia para cumplir con el objetivo de “educar, informar y entretener” sin los anuncios comerciales que cortan en segmentos todo lo que se ve.

En medio de una creciente presión para que el Parlamento recorte este impuesto público, Murdoch hijo señaló que esta “injusta” ventaja competitiva de la BBC estaba “ahogando” el mercado de las noticias. Según el titular de la News Corporation, la BBC impedía que los operadores privados expandieran sus servicios en otras áreas. Ruppert Murdoch planea introducir pagos para la lectura de los contenidos del The Sun y The Times en Internet, como medio de neutralizar las pérdidas económicas que sufrieron ambos medios. “Con noticias gratis estatales por Internet el periodismo no va a poder florecer. Para que exista un periodismo independiente es esencial que se pueda cobrar por las noticias. Pero parece que hemos decidido dejar que se marchiten la independencia y la pluralidad”, dijo James Murdoch.

News Corporation ha hecho sentir en el pasado todo su poder mediático-político. En los años que precedieron a la llegada del Nuevo Laborismo al poder, tanto Tony Blair como el actual primer ministro, Gordon Brown, se encargaron de cortejar a Ruppert Murdoch convencidos de que el apoyo del grupo era fundamental para que el laborismo recobrara el poder. Con las elecciones en mayo del año próximo y los conservadores con una cómoda ventaja en las encuestas, el conglomerado mediático está volviendo a su aliado natural en su larga batalla con la BBC. Antes y ahora el gigante multimediático tiene el mismo obstáculo: la popularidad de la corporación a nivel público es tan alta que se la llama afectuosamente “auntie” (la tía).


Rodríguez Zapatero pateó el tablero

Por Oscar Guisoni

Desde Madrid

José Luis Rodríguez Zapatero no necesitó cambiar la ley de radiodifusión para pegar una virulenta patada en el tablero del poder mediático español apenas asumió como primer ministro en marzo de 2004. La concesión de dos licencias de televisión abierta a grupos afines al gobierno despertó las iras de las cadenas tradicionales, al tiempo que desató una guerra feroz entre los nuevos canales que tuvo su máxima expresión en la llamada “guerra del fútbol”, un conflicto que todavía permanece abierto. El apagón analógico que tendrá lugar el próximo año y las características de la nueva Televisión Digital Terrestre han obligado finalmente al gobierno socialista a modificar el marco legal, aunque lo ha hecho recurriendo a un decreto de urgencia para evitarse el mal trago de un largo debate parlamentario.

Al igual que en la mayoría de los países europeos, en España existían hace apenas tres décadas sólo dos canales de TV: la cadena 1 y la 2 de Televisión Española y se trataba de un servicio monopolizado por el Estado. Hubo que esperar a la llegada de la democracia a finales de los setenta para que el monopolio se rompiera. Junto a los principales canales privados, Antena 3, desde 2003 en manos del grupo editorial Planeta-De Agostini y Canal 5, cuyo accionista principal es Silvio Berlusconi, se hicieron un hueco importante en la audiencia las televisiones regionales en manos del sector público. El sistema se mantuvo sin grandes modificaciones hasta la llegada de Zapatero al poder en 2004.

Durante los primeros meses de gobierno de Rodríguez Zapatero utilizó su capital político para abrir el juego concediendo a dos grupos cercanos al socialismo licencias para operar canales de TV abierta. El primer beneficiado fue el Grupo Prisa, el mayor conglomerado mediático español propietario del diario El País y la radio Cadena Ser –que no contaba con una cadena televisiva–, y que puso en el aire el Canal Cuatro. Unos meses más tarde la productora Mediapro, en manos de empresarios catalanes afines al Partido Socialista Catalán (PSC), en el poder en Barcelona, se hizo con la licencia para poner en pie La Sexta.

Como era de prever, las grandes cadenas privadas pusieron el grito en el cielo. Para evitar que la tormenta se transformara en guerra permanente, Zapatero modificó también el estatuto de Televisión Española estableciendo la prohibición de que la cadena pública recibiera publicidad, una medida que entrará en vigor el próximo año y cuyo objetivo es ampliar la torta publicitaria, que se había visto disminuida con la irrupción de los nuevos canales. La televisión estatal verá recortadas sus posibilidades de programación de cine extranjero y de puja por los derechos deportivos más codiciados. A su vez, el gobierno socialista emprendió el llamado “apagón analógico”, para instalar en todo el país la llamada Televisión Digital Terrestre que permitirá a las cadenas comerciales multiplicar su oferta televisiva con la puesta en el aire de nuevos canales temáticos.

Pero los nuevos invitados a compartir el negocio televisivo no se comportaron como el gobierno esperaba. Con el contexto de la crisis económica golpeando en la línea de flotación de los medios de comunicación al disminuirles los ingresos publicitarios, el Grupo Prisa y Mediapro se embarcaron en una guerra abierta por el derechos del fútbol, uno de los territorios más rentables en el que Canal+, la empresa de TV satelital controlada por Prisa, mantenía el monopolio.

Interpretando la ley de un modo rebuscado y actuando con la política de los “hechos consumados”, La Sexta comenzó a televisar partidos que en teoría sólo podía televisar Canal+, provocando una guerra que acabó en los tribunales y que hizo correr ríos de tinta. El conflicto pareció saldarse a comienzo de la temporada liguera del pasado año, cuando los dos canales sellaron un pacto de no agresión en espera de que los tribunales dijeran su palabra. El clima de fraternidad se volvió tan amistoso que comenzó incluso a hablarse de una fusión entre Cuatro y La Sexta, ya que ambos canales pierden dinero. Pero un decreto del gobierno socialista hecho público hace un mes en el que se permite la Televisión Digital de pago y que posibilita en los hechos la aparición de una nueva plataforma, Gol Televisión, propiedad de Mediapro, ha vuelto a encender la polémica hasta el punto de llevar a Juan Luis Cebrián, el consejero delegado del Grupo Prisa, a denunciar una “guerra del gobierno de Zapatero contra los medios independientes”, al tiempo que acusaba a la administración socialista de “intervencionismo descarado, inmoral e inadmisible”.

Muchos adjetivos para decir que en el fondo los medios de comunicación privados alaban el libre mercado y la competencia económica siempre y cuando nadie se meta con los rentables negocios que están acostumbrados a disfrutar. Un argumento que sonará familiar en la Argentina de estos días, mientras se debate la reforma de la Ley de Radiodifusión.

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