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El país|Domingo, 27 de abril de 2014
LAS CATEGORIAS LINGÜISTICAS

Halago, piropo, acoso callejero

Por Mariana Carbajal
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Verónica Lemi, activista y promotora de la movida contra el piropo.

Una duda recurrente que se escuchó por estos días en los medios audiovisuales es cómo se diferencia un halago, un piropo y un acto de acoso callejero. La activista Verónica Lemi lo explicó así:

–Desde la perspectiva lingüística, deberíamos hablar de tres categorías: halago, piropo y agresión verbal. Son tres actos de habla distintos, por los elementos que componen la situación comunicacional, desde el lenguaje corporal, el tono, los marcadores discursivos, hasta los roles de los participantes. Un halago se da entre personas, indistintamente de su género, y entre conocidos o, en caso de ser desconocidos, son ciertos marcadores discursivos que muestran al interlocutor que la intención es respetuosa. En este sentido, si nos ponemos a pensar en las interacciones que tenemos con desconocidos en la calle cuando pedimos la hora, cuando queremos avisar que se les cayó un papelito o que tienen el cierre roto, cuando queremos pedir cambio, incluso a veces cuando queremos saber el precio de algo, decimos “disculpá” antes. De esa manera reconocemos al interlocutor como tal y como persona que quizás estamos interrumpiendo. En este sentido, una de las cosas que más surgió en los comentarios fue que los varones preguntaban si no podían entonces decirles nada de nada por la calle, y las mujeres respondían una y otra vez que si querían decirle algo lindo a una chica al menos dijeran “disculpá, ¿te puedo decir algo?” de modo de que la mujer tuviera opción de aceptar o no esa interacción. Y es que ése es el código que manejamos para todo menos para los piropos.

–¿Cómo definís un piropo, entonces?

–Los piropos son comentarios halagadores –no es lo mismo que decir que son halagos– que hace el hombre sobre la mujer. Hoy en día el piropo ya no es el verso poético rimado, hoy en día se limita sencillamente a “qué bonita”, “sos hermosa”, y expresiones que lo único que expresan es esa admiración por el aspecto de la mujer. Pero en esta interacción, y muchos hombres lo han resaltado como la “gracia” de piropear, lo que vale es el impulso, la espontaneidad. Claro que lo que para ellos es espontaneidad para la mujer es una acción que avasalla su libertad de decidir si participa o no, en tanto se le impone de la nada y sin siquiera darle tiempo a reaccionar. Peor aún, si analizamos el acto de habla, el hombre al emitir esa opinión al pasar, sin esperar respuesta y, sobre todo, no reconociéndola como interlocutora, la ubica en el lugar del tema del mensaje, es decir, el objeto sobre el cual se habla y no la persona a la que se le está hablando. Así como es molesto cuando la gente habla de uno como si no estuviera presente, es molesto para muchas mujeres porque tienen la misma sensación de deshumanización. No es violento en sí; a muchas mujeres que no lo piensan tanto les gusta y es perfectamente válido, pero no podemos dejar de oír a las mujeres que están expresando que a ellas les incomoda porque las hace sentir objetos, menos que menos siendo que la situación comunicacional está claramente ubicándolas en ese rol. Si ellas no quieren estar en ese lugar, tienen derecho a decir que no y debe ser respetado.

–De todos modos, lo más común y lo más preocupante son las agresiones verbales...

–Claro. En esto es importante tener en cuenta que las palabras en muchos casos son lo de menos. Si bien los carteles de la campaña fueron todas frases muy fuertes y reales, una de las formas más comunes y más minimizadas de acoso es el “hola, linda”, que a primera vista sería un piropo, pero que en el momento en que es pronunciado a milímetros de la cara de la mujer, por un hombre que se le viene encima e impidiéndole correrse, susurrado con tono sexual y con mirada libidinosa, es una forma indiscutible de acoso. Y en este sentido queremos en las próximas campañas trabajar sobre los aspectos no verbales del acoso, ya estamos preparando algunas ideas para mostrar estas situaciones, porque en las discusiones mucha gente se queda en las palabras, cuando en realidad el contexto, el cómo, el dónde, el cuándo, el tono, la postura, todo eso es lo que hace realmente al acoso callejero. Se trata de una forma de intimidación, es hostigamiento constante en la vía pública. Tenemos que abrir más los ojos, esto, junto con otras actitudes que toman los hombres, especialmente en grupo, en la calle, pasa todo el tiempo, a toda hora, adelante nuestro. Lo tenemos tan naturalizado que cuando una chica reacciona, la miramos mal a ella en lugar de preguntar qué pasó. Cuando una chica se queja, le decimos que le tiene que gustar, que por lo menos significa que es linda, como si todo lo que tuviéramos como objetivo en la vida fuera la mirada masculina, como si no existiera una diversidad dentro del género como para que el “las mujeres” no se quede corto. Tenemos que prestarle atención a esto, porque les sucede a todas desde que empiezan a desarrollarse, o antes, y es una forma que tenemos como sociedad de hacer de que las mujeres naturalicen los comportamientos agresivos, intimidatorios y violentos hacia ellas; que naturalicen que los límites que ellas ponen no sean respetados –y que los hombres naturalicen no respetar esos límites–, y así empieza el espiral de la violencia de género. Mucha gente piensa que hay temas más importantes, yo creo que no es coincidencia que haya cada vez más adolescentes en noviazgos violentos y al mismo tiempo que haya escalado el nivel de violencia verbal hacia las niñas en la calle.

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