El más popular obispo argentino, el ahora jubilado Oscar Justo Laguna, deberá responder por falso testimonio en el juzgado federal de San Nicolás, donde se investiga el asesinato de su colega Carlos Ponce de León, en 1977, en un presunto accidente de tránsito cuando se dirigía desde San Nicolás hacia Buenos Aires. El rol de la Iglesia Católica durante la dictadura de 1976/83 volverá a plantearse así en una sede judicial.
El juez Carlos Villafuerte Ruzo citó a Laguna como testigo y a raíz de su declaración, que prestó por escrito, volverá a escucharlo dentro de dos semanas, pero ahora en persona y como imputado. En el mismo tribunal fue procesado y se le dictó la prisión preventiva al capellán del regimiento del Ejército en San Nicolás, Miguel Regueiro, quien mantenía un enfrentamiento abierto con Ponce de León. Un tribunal oral de La Plata juzga al capellán policial Christian von Wernich. Durante una de las últimas audiencias de ese proceso la hermana de una detenidadesaparecida narró que el actual presidente de la Iglesia Católica argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, fue puesto al tanto de la desaparición de su hermana, Elena de la Cuadra, de su cuñado y de la beba de ambos nacida en cautiverio. “El silencio de Bergoglio es atronador y vergonzoso. ¿Dónde está? ¿No tiene una palabra para decir sobre este juicio? Me indigna”, dijo Estela de la Cuadra.
Al declarar por escrito, el 4 de abril de este año, Laguna dijo que había sido administrador apostólico de San Nicolás entre julio y diciembre de 1978. Ponce de León murió el 11 de julio de 1977. Laguna lo reemplazó una semana después y el 11 de noviembre de ese mismo año fue designado para sucederlo Fortunato Antonio Rossi, hermano de uno de los abogados que la dictadura envió como interventores a la Corte Suprema de Justicia. El obispo Rossi asumió el 2 de enero de 1978. No es que Laguna haya confundido 1977 con 1978: toda su declaración procura poner distancia con el proceso de desmantelamiento de la pastoral popular de Ponce de León y alegar ignorancia sobre cualquier detalle de su asesinato, de la desaparición de los portafolios con información que llevaba y de sus archivos.
Contestó que no sabía qué pasó con esa documentación, porque llegó a San Nicolás un año después de la muerte del obispo. Lo mismo dijo cuando le preguntaron por el testamento de Ponce: “Estuve en San Nicolás un año después de abierto”. También recurre a la misma falsedad para explicar por qué no supo de las amenazas recibidas por Ponce antes de su muerte: “Había pasado un año”. Además dijo que le extrañó que demoraran tanto en designar el administrador apostólico. A la inversa, los sacerdotes de la diócesis señalan que la designación fue muy rápida, sin dar tiempo a que el presbiterio y sus consultores se reunieran para elegir un administrador diocesano interino.
También pretende que tuvo un contacto mínimo con la diócesis. Como no lo relevaron de su obispado auxiliar en San Isidro, dijo, debía ir y venir todos los días. Quienes conocen la zona afirman que eso no era viable entonces, cuando la vieja ruta 9 tenía una sola mano y el trayecto implicaba no menos de ocho horas de ida y vuelta. Contradice, además, los testimonios prestados por muchos sacerdotes de la diócesis, quienes mencionaron una presencia constante de Laguna durante ese semestre de intervención y un documento del Area Militar de San Nicolás dirigido a él en octubre de 1977.
Laguna abandonó la línea pastoral en opción por los pobres de Ponce de León pero no cedió a todos los reclamos del teniente coronel Manuel Fernando Saint Amant y se negó a remover al párroco de la Catedral, Carlos Pérez, como le exigía el militar. Pérez se había negado a oficiar una misa con autoridades militares para “significar la unión y el acuerdo entre FF.AA. e Iglesia” y a recibir al vicario castrense Adolfo Tortolo para la confirmación de 200 soldados.
Uno de los sacerdotes del presbiterio nicoleño califica como “nefasta” la gestión de Laguna. “Su misión fue desarmar lo que Ponce había armado”. Afirma que frente a una diócesis dolorida actuó con histeria. “Nos decía que parecíamos las viudas de Ponce y que estaba harto de oír hablar de él. ¿De qué quería que habláramos, de Lola Flores?” También considera que actuó con soberbia, haciendo pesar sus conocimientos teológicos ante sacerdotes de menor formación. Durante una charla sobre Mariología, en la que demostró por qué María era virgen antes, durante y después del parto, uno de los sacerdotes, el irlandés Denis, le preguntó si había venido a hablar de Mariología o de ginecología. Además tuvo miedo de interceder por “unos muchachos que habían sido detenidos”, lo cual provocó un serio incidente en el que un sacerdote amagó con pegarle y otro se interpuso para impedirlo. El retrato se completa con alusiones a la prepotencia que usó en la relación con los presbíteros. “Manejaba información y había averiguado vida y milagros de los curas”. Creía que “éramos tipos peligrosos”. Luego de recorrer la diócesis “se sorprendió porque los curas celebrábamos misa normalmente. ¿Qué esperaba, alguna orgía?” Laguna también declaró en la causa que su paso por San Nicolás fue “más que breve” y que en ese momento ya sabía que lo designarían en la diócesis de Morón. En realidad eso ocurrió recién en 1980.
La biografía oficial del ex nuncio Pio Laghi, en cuya redacción Laguna se atribuye una parte decisiva, critica con dureza a Ponce de León y a Enrique Angelelli, asesinado un año antes pretextando otro accidente carretero. “Para actuar en favor de los más necesitados no era inevitable caer en los extremismos” de ambos, que habían “alcanzado niveles de fuerte radicalización teológica y pastoral”, dice.
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