Según lo comunican los libros sagrados del imperio Disney, la última gran producción animada supervisada por San Walt en persona –al menos a temperatura ambiente– fue El Libro de la Selva. Aquella producción significó, poco más de 35 años atrás, el final de la primera época de oro. Pero como ya nada es sagrado y el oro se termina, en lo que ya parece ser el cierre de la segunda etapa de millones de dólares del estudio que revivió con La Sirenita, no hay nada malo en volver a exprimir a Mowgli y sus salvajes amigos.
Con una estilización y simplificación que hace pensar en el video más que en la pantalla grande, este Libro... retoma la historia donde la dejó la primera, como si no hubiese pasado el tiempo. El niño salvaje Mowgli vive en una aldea cercana a la selva, pero no deja de recordar su pasado. Sus peligros están del otro lado del río, pero también sus amigos, el oso Balú y la pantera Bagheera. De este lado está la vida cotidiana de la aldea, lo que incluye a la bella Shanti y el simpático niño Ranjan, el cachorro de hombre de esta aventura. La cotidianidad de Mowgli también le dio unos padres adoptivos, una madre amorosa y un padre querendón, sólo que también encargado de castigar a Mowgli cuando se porta mal.
De ese paraíso civilizado escapará sin embargo Mowgli, regresando a la selva y sus peligros, el mayor de los cuales es la venganza del tigre Shere Khan. No es cuestión de que falte algún personaje. Así es como se construye la historia, que tal vez sea muy simpática en su inocuo desarrollo, pero no le hace honor a la historia de un estudio que supo considerar las películas de animación como películas a secas. Parece ser una nueva estrategia de marketing que los productos que antes Disney lanzaba directo a video ahora se estrenen en cine. A comienzos de los ‘90, luego de un gran estreno era esperable una secuela de menor calidad en video. El éxito incluso derivaba en una serie de TV de aun menor ambición: el negocio seguía facturando. Pero al estrenar en cines este subproducto de una época venerable, Disney parece estar raspando sin pudor el fondo de la olla.
Imprimir|Regresar a la nota