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Espectáculos|Miércoles, 23 de abril de 2003
UN INTERESANTE DEBATE SOBRE LA NOVELA POLICIAL

Los sospechosos de siempre

Rubén Tizziani, Jorge Lafforgue y Juan Sasturain respondieron, cada uno a su modo, a la pregunta de si la novela policial argentina “ha sido asesinada”. Los tres son figuras representativas del género

Por Silvina Friera
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Sasturain, el coordinador Guillermo Piro, Lafforgue y Tizziani ,en un momento de la velada.
“La novela policial argentina ¿ha sido asesinada?” A Borges, proclive por la estética del cuento, le gustaba decir que “toda novela policial que no es un mero caos consta de un problema simplísimo, cuya perfecta exposición oral cabe en cinco minutos, pero que el novelista –perversamente– demora hasta que pasan trescientas páginas”. La pregunta inicial, que presupone que alguien piensa en un género moribundo o, al menos, en estado de agonía, generó reparos en los escritores Rubén Tizziani, Jorge Lafforgue y Juan Sasturain, que participaron de este debate coordinado por Guillermo Piro. La cuestión, así planteada, suscitó como respuesta unánime la negación de ese asesinato postulado en el interrogante. Lafforgue, autor junto con Jorge B. Rivera de Asesinos de papel, una detallada investigación sobre la colección El Séptimo Círculo, dirigida al principio por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, repasó la historia de la novela policial en el país, desde fines del siglo XIX hasta la década del 90. “Se comenzó a trabajar sobre el género cuando se realizaron las primeras traducciones de Edgar Allan Poe. Hubo un desarrollo en los ‘20, pero muy tenue”, señaló Lafforgue, que inscribió en esa filiación “pionera” del policial algunos cuentos de Horacio Quiroga de El crimen del otro.
Con el auge de las editoriales de la década del 30, entre ellas la popular Tor, y la multiplicación de revistas que demandaban cuentos policiales,, muchos escritores se atrevieron a incursionar en el género. “En esos años aparecieron cuentos policiales de Borges, que después publicó en La muerte y la brújula, también relatos de Jerónimo Rey, que era el seudónimo del padre Castellani, de Adolfo Bioy Casares y otros grandes autores, que conformaron hacia fines de los ‘30 y comienzos de los ‘40 lo que podríamos llamar la edad de oro del clásico policial argentino”. En sus propios cuentos, así como los que escribió con Bioy Casares, con el seudónimo de Bustos Domecq, Borges cultivó el estilo clásico inglés. La editorial Emecé acaba de reeditar las obras seleccionadas por los dos grandes, con títulos como La bestia debe morir, de Nicolas Blake (seudónimo que usaba el poeta Cecil Day Lewis, padre del actor actor) El cartero llama dos veces y Pacto de sangre.
“Rodolfo Walsh comenzó dentro del policial clásico en Variaciones en rojo. Después, él abjuró de esos textos", recordó Lafforgue. "Entonces, hizo una nueva apuesta: tratar de ambientar, de darle un color local a esta línea clásica. El mismo Walsh, en Operación Masacre, utilizó muchos de los procedimientos del policial clásico, pero dejó abiertas las puertas al desarrollo de la novela de inspiración norteamericana.” Por esa puerta, en los ‘70, ingresaron, entre otros, Osvaldo Soriano, Rubén Tizziani, Juan Martini, Ricardo Piglia, Juan Sasturain y José Pablo Feinmann.
Noches sin lunas y soles, de Tizziani, escrita entre 1973 y ‘74 y publicada en 1975, es un relato policial negro. “Escribí ese libro para hablar de la violencia, que estalla en la narrativa policial argentina en la década del 70. Todo es sangre y crimen y no es casual que aparezca en la década más violenta de la historia argentina”, explicó Tizziani. “Soy incapaz de abordar la realidad en forma directa. En eso, soy un discípulo contumaz y empedernido de Faulkner. Sólo puedo trabajarla por parábolas y arrimándome a ella tangencialmente, nunca entro por la puerta, siempre ingreso por hendijas o por la ventana a la realidad”, agregó el autorde El desquite y Todo es triste al volver.
Sasturain, autor de Manual de perdedores y Arena en los zapatos, coincidió con Tizziani en la relación entre la violencia militar y el auge de la literatura policial, y optó por intercalar nuevos detalles que resignificaron las perspectivas del debate. “El Séptimo Círculo, colección emblemática, ya contiene una referencia clásica: es el lugar de los traidores en La Divina Comedia, de Dante Alighieri”, precisó el escritor. “La cita culta indica un acercamiento al género desde un lugar muy particular. A Borges le interesaba el policial porque era una ideología de escritura que reivindicaba el valor de la trama, en un momento en que la narrativa moderna europea tendía, del Ulises en adelante, a la novela psicológica, que descuidaba la trama como forma.”
En Manual de perdedores, hay un detective, “bastante cervantino, guardando las distancias, que es un viejo jubilado que lee novelas policiales y que en algún momento decide vivir aquello que ha leído”. Para Sasturain, que el personaje saliera a la calle en la época de la dictadura, es una prueba más de la vinculación la explosión del género y las circunstancias políticas y sociales. Poe inauguró el cuento policial cuando escribió “El misterio de la Rue Morgan”, pero vivía, en un confín de la civilización occidental, la ciudad de Filadelfia. Sin embargo, apuntó Sasturain, la ambientó en París, en el único lugar en donde podía pasar algo .“En mi caso, la idea de escribir historias de aventura, un género aún más al margen de lo literario que el género policial, me llevó al intento de hacer que la aventura fuera posible en el mismo lugar en que se lee, convertir a nuestra realidad en aventurable”, añadió Sasturain.

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