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Espectáculos|Lunes, 6 de mayo de 2002

“Una metáfora sobre los que no tienen lugar en la mesa social”

Así define el director Luiz Fernando Carvalho su elogiado primer film, “A la izquierda del padre”, premiado en el Festival de Buenos Aires.

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Carvalho es famoso en Brasil por haber dirigido telenovelas.
Por Ana Bianco

Una historia ambientada en el Brasil de los años ‘40, una familia de origen libanés, un padre que ejerce un poder desmesurado sobre sus hijos. De estos lineamientos esenciales surge la tragedia que le da sustento dramático a la notable película del director Luiz Fernando Carvalho, estrenada el jueves pasado en Buenos Aires. A la izquierda del padre, su ópera prima, viene de obtener varios premios, cuatro de los cuales le fueron concedidos en el reciente Festival de Buenos Aires. Incesto, homosexualidad y complejas relaciones humanas conviven en esta arrolladora vorágine familiar, como una suerte de versión inversa de la parábola del Hijo Pródigo. El guión pertenece a Fernando Carvalho y está basado en la novela del escritor brasileño Raduan Nassar. El cineasta, que también es arquitecto y dibujante, es famoso en Brasil desde mucho antes de este debut cinematográfico. Es que fue el responsable de popularísimas telenovelas, entre ellas, “El rey del ganado”. En la entrevista con Página/12, Carvalho sostiene que el film encierra una metáfora, que expresa a los excluidos de la sociedad actual.
–La crítica especializada asocia su película con directores como Manoel de Oliveira y Alexander Sokurov.
–Agradezco las comparaciones con estos directores. Me gusta la mirada humanista que transmite en sus películas Manoel de Oliveira. Mis intereses pasan por los films poéticos-políticos. Tal vez la semejanza que percibe la crítica esté relacionada con buscar una verdad, a través de una expresión verdadera, auténtica. A la izquierda del padre para muchos es un film poético. No tuve la intención de realizar un film poético. Desde niño fui un asiduo asistente a la cinemateca. Un apasionado de la obra de Glauber Rocha y admirador del neorrealismo italiano, Pasolini, Rossellini, Visconti y Bertolucci. Soy un enamorado del cine italiano. En especial Visconti, que tiene un vínculo con el teatro.
–¿El film es una gran metáfora política?
–Es una metáfora del padre. El labriego es el padre y reparte las semillas, que son las palabras para sus hijos, su rebaño. En toda familia existe un hijo excluido. En la sociedad hay excluidos. Detrás del lirismo del film, de la tragedia y de la poesía existe una lucha entre la tradición representada por la figura del padre y la libertad que simboliza el hijo. El hijo dice: “Yo quiero ser el profeta de mi propia historia”. La metáfora social está expresada en la mesa familiar que representa la sociedad, el padre es el poder y uno de sus hijos personifica a los excluidos, los que no tienen derechos ni un lugar en la mesa social: los negros, los analfabetos, los que están en contra del poder, las mujeres y los homosexuales. Los que difieren con el pensamiento establecido.
–¿Cómo atravesó el proceso creativo?
–Es un film que entró dentro de mi sangre. Viví esta historia de manera intensa. Con facilidad me colocaba en el lugar de los personajes. Estaba pasando por un momento especial, luchaba conmigo mismo para saber si la profesión que había elegido era la correcta. Debuté con esta película, en Brasil se habla del film como una gran revelación. Esto llegó a tal punto, que yo había escrito el guión como un experimento, una guía. Cuando le mostré mis copias a Raduan Nassar, estuvo de acuerdo con las partes elegidas y adoró el film.
–¿Qué le aportó su experiencia televisiva?
–Tengo en claro la importancia de la televisión y también los maleficios. Es favorable la convivencia con grandes actores. De los maleficios intento desprenderme, tratando de hacer algo con dignidad y responsabilidad. Soy bastante crítico de la televisión. Con “El rey del ganado” en un momento me sentí insatisfecho. Si yo fuese el típico director de televisión, iría todos los días a los estudios, sin ninguna preocupación y recibiría buen dinero. No estaba feliz con los primeroscapítulos y eso me llevó hasta a cuestionarme mi oficio. Y me dije: “Tengo que encontrar algo que me permita continuar o desistir y dedicarme al diseño o a la pintura”. En Lavoura Arcaica (título original del film) puse dinero que gané en la televisión. Tengo una gran responsabilidad con la cultura de mi país. Brasil es un gran país de analfabetos, sin una política cultural, no tiene cine, teatro, ni literatura, sólo tiene televisión. La televisión fue un proyecto privado que acabó por aglutinar todas las carencias culturales. En el nordeste los sectores más pobres tienen a través de la televisión una única relación con lo lúdico, con la fantasía.
–¿El ritual del baile del final con la danza desenfrenada tiene semejanzas con el cine de Kusturica?
–Tal vez, pero no es a propósito. La escena del baile mezcla la cultura brasileña, africana, gitana, árabe. La descripción del autor habla de una mezcla de todas estas culturas y el film lo expresa sin palabras. Esto de alguna forma se asemeja a la estética popular yugoslava y mediterránea.
–¿Cómo recibiría el triunfo de Lula?
–Como ciudadano estoy a favor de Lula. Deseo que las alianzas políticas en la recta final decidan. Es necesario que la clase media acepte a un personaje como Lula y deje de lado su aversión por su trayectoria. El gran momento político del país que existe ahora fue aplacado por los medios de comunicación y por las estructuras del poder. El movimiento encabezado por Los Sin Tierra –para mí– es el más idóneo y el más verdadero. Me gustaría que se convirtiese en un movimiento revolucionario y llegase al poder. Si alguien me preguntase quién sería bueno para hacerse cargo de la presidencia mi respuesta sería: “Un líder de Los Sin Tierra”.

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