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Sociedad|Lunes, 7 de diciembre de 2009
Los hijos mayores de 18 ahora podrán cobrar directamente el dinero de la manutención

El debate por la cuota alimentaria

Con la reciente ley que bajó la mayoría de edad a los 18 se abrió una polémica: ¿quién cobra la cuota alimentaria entre los 18 y los 21, cuando se trata de hijos de padres separados? De la ley deriva que el propio chico. Aquí, la polémica.

Por Pedro Lipcovich
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Por la nueva ley, el joven de 18 a 21 está ahora habilitado para cobrar la cuota de alimentos.

“Pa, ahora que tengo 18 años y no necesito esperar a los 21 para ser mayor de edad, ¿la cuota de alimentos se la vas a seguir dando a mamá o me la vas a dar a mí?” “Esteee...” La vacilación en la respuesta no sólo obedece a la perplejidad general del padre contemporáneo, sino que concierne a un punto difícil –en especial tratándose de padres divorciados– en la ley que se sancionó el miércoles pasado: la mayoría de edad se fija en 18 años a todos los efectos legales, a la vez que la obligación de otorgar alimentos a los hijos se mantiene hasta los 21. Nadie discute que ambas cosas son correctas, pero los profesionales con los que dialogó este diario no ocultan sus dudas: para la mayor parte de los consultados –pero no para todos–, el joven de 18 a 21 está ahora habilitado para cobrar directamente la cuota de alimentos. Pero, al mismo tiempo, algunos anticipan que la nueva situación “va a suscitar conflictos” o estiman que “muchos jóvenes no tienen todavía la madurez para hacerse cargo de esa responsabilidad”. Sin embargo –advirtió Nelly Minyersky, directora de la Maestría en Políticas Sociales Infantojuveniles de la UBA–, “a todos nos cuesta mucho aceptar la autonomía de los jóvenes”.

“A partir de los 18, la cuota de alimentos debe recibirla el hijo, ya que es mayor de edad y tiene derecho a administrar sus ingresos –sostuvo Nelly Minyersky, que también fue presidenta de la Asociación de Abogados de Buenos Aires–. Eso incluso puede fortalecer la relación entre el hijo y el progenitor no conviviente, que en la mayoría de los casos es el padre: si el hijo quiere estudiar y esto lo inclina a postergar su inicio en el trabajo remunerado, es bueno que lo hable directamente con el padre.”

“Además, no hay que olvidar que ambos progenitores están obligados con alimentos respecto del hijo; también puede suceder que el hijo viva solo. Pero supongamos, por ejemplo, un hijo de 20 años que vive con la madre y estudia, pero el padre no paga la cuota de alimentos correspondiente: la madre podrá exigirle judicialmente al padre que le reintegre gastos que ella ha hecho para que el hijo pueda estudiar pero, primero, el reclamo legal tendrá que haberlo hecho el hijo: si soy mayor de edad, no tiene sentido que mi mamá pida alimentos por mí”, ejemplificó Minyersky.

En todo caso, sostuvo la jurista, “estos cambios fomentan la responsabilidad individual y social; a las madres suele costarles mucho reconocer que los hijos son personas diferentes, que son sujetos de derecho. A una mujer puede resultarle más ‘cómodo’ seguir peleándose con el padre que discutir los gastos con el hijo, incluso plantarse y decirle: ‘Ahora te toca a vos’”.

Leonardo Glikin –abogado, titular del Consejo de Planificación Patrimonial y Sucesoria– también afirmó que “de acuerdo con la nueva ley, los alimentos debieran pagarse directamente a los jóvenes de entre 18 y 21; si viven con la madre, deberán darle a ella dinero para solventar los gastos de la casa, pero no tendría sentido que los alimentos se depositen en la cuenta de la madre cuando ya no tiene la patria potestad sobre ese hijo”.

Sin embargo, observó Glikin, “hubiera sido mejor si la ley especificara que, salvo acuerdo entre las partes, el pago de alimentos se haga al padre que se hizo cargo de la tenencia y con quien el joven sigue conviviendo: porque muchas veces la cuota tiene mucho peso en la economía de ese grupo: si el hijo no está preparado para entender esto, pueden presentarse problemas. Creo que, tal como está la ley, van a desatarse conflictos”.

Haydée Birgin –abogada del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género–- fue categórica: “Si el hijo sigue viviendo en la casa materna, es la madre quien debe recibir directamente la cuota de alimentos, que cubre gastos de infraestructura de la casa. Si la obligación alimentaria subsiste, se está reconociendo que ese joven no se puede mantener: que el padre le diera el dinero al hijo y éste a su vez le diera dinero a la madre perturbaría la vida familiar y podría generar conflictos. Supongamos que el hijo va a una universidad privada que paga la madre y el chico cobra el dinero para irse de joda”.

La psicóloga Graciela Fernández –directiva de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar– consideró que “depende de cada caso. No es seguro que muchos chicos de 18 años, especialmente en la clase media, estén en condiciones de administrar el dinero para su manutención, su seguro de salud, sus estudios. Sería otorgarle al chico una responsabilidad que tal vez no esté en condiciones de asumir. Por una parte, podría ayudar a diferenciar mejor entre los gastos que conciernen al hijo y los que en realidad son de la madre. Por otra parte, el padre podría darle el dinero al hijo en el marco de la persistencia de una pelea con su ex esposa. En todo caso, esto va a generar muchas situaciones conflictivas”.

La terapeuta familiar insistió en que “en la sociedad actual, muchos jóvenes de 18 años, o más, no tienen la madurez psicológica suficiente como hacerse cargo de sus vidas, aunque crean tenerla, y necesitan ser cuidados por sus padres: no parece que puedan estar en condiciones de administrar una cuota de alimentos. Pero –reiteró– depende de cada caso”.

De todos modos, destacó Nelly Minyersky, “la ley que trae a los 18 años la mayoría de edad es algo por lo que luchamos muchos años y que corresponde a la realidad actual: permitirá que una madre soltera de 20 años tenga derecho a llevar su hijo al hospital y que la atiendan, porque ahora tiene la patria potestad; permitirá que jóvenes de esa edad puedan conseguir alojamiento, porque ahora pueden firmar contratos. Pero nos cuesta mucho aceptar la autonomía de los jóvenes”.

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