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Sociedad|Lunes, 3 de marzo de 2003
GEORGE SOROS, FINANCISTA INTERNACIONAL

“Lo de Bush es extremismo”

Está cerradamente en contra de la invasión unilateral a Irak y es un crítico durísimo de los republicanos en el poder. Defiende a Lula y dice que el mercado no percibe lo que realmente pasa en Brasil. Una charla con un personaje que nunca es lo que parece, que se define como un activista y un “crítico bien pago”, y que detesta que le digan empresario.

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Por Ernesto Ekaizer e Isabel Piquer*

–No ha nombrado a Bush en sus discursos, pero a usted no le gusta nada. ¿Quién es Bush para usted?
–En Washington me interesaba estos días el sistema financiero, y no Bush. Estamos en serias dificultades. Esperaba encontrar comprensión. La globalización está en peligro. Y no la encontré. El problema es anterior a la administración de Bush y al 11 de septiembre de 2001. La respuesta de Bush lleva a Estados Unidos por un camino equivocado. Una cosa es ocuparse de Saddam Hussein, lo que me parece bien, y otra lo que se está haciendo. Lo que ataco es esa ideología en cierto sector del gobierno que incluye a Bush. Va en contra de los principios de la sociedad abierta que yo defiendo, y es una amenaza moral.
–Seguro que piensa en Donald Rumsfeld, ¿no es así?
–Seguro. Pienso en Rumsfeld, pero no sólo en él. También en John Aschroft (fiscal general del Estado), en Paul Wolfowitz (segundo de Rumsfeld en el Ministerio de Defensa). Y, claro, sin duda, en el vicepresidente Dick Cheney.
–¿Usted habla con ellos?
–Yo hablaba con Wolfowitz, el segundo de Rumsfeld. Formábamos parte de un grupo de debate. No hablo con Rumsfeld y él no habla conmigo.
–Hablemos de él.
–Creo que es un extremista, su ideología propugna la supremacía estadounidense. Es un personaje muy peligroso.
–Pero usted sostiene que hay que hacer algo con Irak, ¿cuál es su diferencia con Bush?
–La orientación de este gobierno me llena de energía.
–¿Energía en contra quiere decir?
–Sí, energía en contra. Siento que algunas cosas que dicen van en contra de mi experiencia.
–¿Está usted muy enfadado?
–Sí, puede decirse que sí. Me siento obligado a alzar la voz, decir lo que pienso.
–Veamos el tema de Irak...
–Lo ideal sería dar a Bush la autorización para proceder a través de Naciones Unidas. Y si las conclusiones de la inspección son insatisfactorias para la ONU, Bush debería solicitar nuevamente autorización al Congreso para hacer su propuesta. Ahora mismo, estaba escribiendo un informe que resume mis opiniones sobre la doctrina Bush. Las Naciones Unidas deben jugar un papel esencial. Si conseguimos desarmar a Irak se habrá obtenido una gran victoria. La vieja Liga de las Naciones y las democracias europeas fracasaron ante Hitler.
–¿Cree que el 11 de septiembre explica esta evolución extremista de Bush y su gente? ¿No existía una voluntad y un programa antes de que cristalizara el 11 de septiembre?
–Ya existían ambas cosas. Si se lee el programa electoral de política exterior del Partido Republicano, se advierte que la mayor parte de los elementos estaban en su sitio. Sin embargo, el 11 de septiembre dio a Bush el respaldo público que necesitaba para llevar a cabo su política. Antes, él, Cheney y Rumsfeld tenían una autoridad limitada, aquella que procedía de la mayoría de un voto en la Corte Suprema (el fallo sobre el proceso electoral de Florida), lo que no era mucho...
–Le dio legitimidad. ¿Es eso?
–La que recibieron de Bin Laden.
–¿Qué piensa de Alan Greenspan, el flamante Sir al que Bob Woodward llamó “San Greenspan”?
–Siendo un gran respeto por él. Sus comentarios siempre me causan gran impresión. Es un excelente analista. Debo decir que no estamos en el mismo bando. Hasta cierto punto, él está influido por el fundamentalismo del mercado.
–Le voy a leer lo que dijo hace pocos días. “Es muy poco claro que las burbujas, aun cuando sean identificadas con anticipación, puedan ser evitadas a menos que el banco central hubiese provocado una fuerte contracción de la actividad económica, o sea, el desenlace que tratábamos de evitar.” ¿Está de acuerdo?
–Creo que se podían haber hecho cosas. Se podía haber elevado el dinero que los intermediarios exigen a los clientes cada vez que compras acciones a crédito, los llamados márgenes requeridos, por ejemplo. Esta herramienta existía antes y se dejó sin efecto. Nos hemos quedado sin instrumentos para enfrentar la inflación en el precio de los activos (acciones, propiedades). Este es un problema. Necesitamos, por tanto, nuevas normas. Con todo, tenemos un banco central muy inteligente, más sofisticado que el de los europeos. Los banqueros centrales europeos manejan pendientes del espejo retrovisor, mientras que Greenspan mira hacia delante.
–Pero él se negó a pinchar la burbuja cuando ésta se hinchaba, rechazó los márgenes que usted señala y que economistas como Stephen Roach, por ejemplo, sugerían.
–Todos nos equivocamos. Nadie puede caminar sobre el agua...
–Al ver cómo usted y los demás miraban a Greenspan, parecía que sí caminaba sobre el agua. Era Dios.
–Mire, los mercados esperan instrucciones, y miran a Greenspan en busca de pistas. Y él las da. Y es consciente de que dirige el mercado. Si tiene éxito, es un héroe, pero si falla es un loco. Ambos juicios son incorrectos. Ni es invencible, ni es estúpido. En realidad, es un analista del mercado. Muy inteligente. Y también es un inteligente manipulador.
–Usted estima, como Greenspan, que la economía norteamericana está mejor de lo que reflejan las cotizaciones de Wall Street.
–La economía estadounidense no está tan mal como se puede ver a través de la Bolsa. En cierto momento, ambas deberían acercarse o desequilibrarse del todo. Y creo que en gran parte depende de Irak. Pero, a modo de balance, lo que ocurre es que hemos pasado un ciclo de expansión económica de 30 años. Y ahora hay una crisis. Y yo creo que la globalización está amenazada... Y dada la falta de comprensión de las autoridades...
–¿Cuál es el problema central?
–La globalización, tal como la conocemos, se va a desintegrar...
–Kissinger dice que sus predicciones catastrofistas nunca se han cumplido...
–Hay más de un 50 por ciento de posibilidades de que se produzca esa desintegración. Y aquí es donde llegamos a Brasil. Quizá consiga abrirse camino por sí mismo, pero no podrá ir mucho más lejos sin la comunidad internacional. Con Lula, las posibilidades de que Brasil no pueda pagar su deuda o tenga un gobierno cuestionado son bastante elevadas. Creo que Brasil puede pagar sin causar demasiado daño a su país, siempre que todo se haga pronto. Si Brasil se ve obligado a imponer controles sobre los movimientos de capital para defenderse, será el principio de la desintegración.
Los controles, los sistemas de cambios fijos, eso es paradójicamente lo que ha permitido hacer a Soros una gran parte de su fortuna. Hace ahora 10 años, el 16 de septiembre de 1992, después de resistir con las reservas del Banco de Inglaterra la especulación contra la libra esterlina, el gobierno conservador de John Major devaluó la moneda un 20 por ciento. Fue el llamado Miércoles Negro. Un día más tarde, el 17 de septiembre, el gobierno socialista, después de gastarse inútilmente parte de las reservas del Banco de España para contener el aluvión de ventas, devaluó un 5 por ciento el valor de la peseta. Un mes más tarde, una mañana de octubre, Soros se hallaba en su casa londinense de Onslow Gardens. En la mesa tenía un periódico Daily Mail, cuya portada lucía una curiosa fotografía. Soros sonreía con una copa en la mano y un título a toda página: “Gané mil millones con la caída de la libra esterlina”. Soros se decidió entonces a contar los hechos. Pasó a la historia financiera como “el hombre que hizoquebrar al Banco de Inglaterra”. Los rumores cuentan que la reina Isabel tenía sus ahorros en uno de los fondos utilizados por Soros para especular contra la libra, y que, por tanto, también se benefició en la operación. Soros todavía, se asegura, sacó una buena tajada en España. Porque la devaluación del 5 por ciento se quedó tan corta que el gobierno socialista volvió a depreciar la peseta un 6 por ciento el 21 de noviembre de 1992 y otro 8 por ciento el 13 de mayo de 1993, pocos días antes de las elecciones generales.
“España es un bonito país. Siempre disfruto visitándolo, y me gusta su gente”, sonríe Soros señalando a sus interlocutores.
–Y de la especulación contra la peseta, ¿qué?
–Sabe, no lo recuerdo. No hay nada de lo que tenga que avergonzarme. Desde luego, me siento más satisfecho de las operaciones en las que hago dinero. Sucede así a veces. Y otra cosa: se olvida a menudo que los especuladores también pierden.
–Usted dijo que no es empresario ni lo quiere ser.
–Yo vine a Estados Unidos en 1956 a hacer dinero. Mi plan era ahorrar 100.000 libras en cinco años y volver a Inglaterra. Lo conseguí y seguí en la brecha.
–¿No se le pasaba por la imaginación ser un hombre de negocios?
–No soy un hombre de negocios. Soy un crítico, el crítico mejor pagado del mundo.
–Pero usted se dedica a ganar dinero.
–Esa no es mi ocupación esencial. No soy especialmente bueno como hombre de negocios. Soy un crítico de ciertos aspectos del sistema. Gano mi dinero como crítico del mercado.
–¿Fue entonces una crítica lo que usted hizo en 1992, en el caso de la libra esterlina?
–Podemos decir que fue una crítica muy bien pagada.
* De El País, especial para Página/12.

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