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Sociedad|Jueves, 6 de marzo de 2003
EL FISCAL PIDIO RECLUSION PERPETUA PARA EL POLICIA QUE MATO A TRES JOVENES

Pedido máximo para una masacre

Julio César Castro reclamó que el triple crimen de Floresta pasara a ser “homicidio calificado por alevosía”. El policía acusado interrumpió exaltado el alegato del fiscal, quien también pidió que se investigara a otros dos efectivos por encubrimiento.

Por Carlos Rodríguez
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“Un policía es un policía las 24 horas del día, los 30 días del mes, los 365 días del año”, gritó Velaztiqui.
”Un policía es un policía las 24 horas del día, los 30 días del mes, los 365 días del año. Y si hay conmoción tiene que estar siempre alerta, no se salva ni que sea el hijo del rey.” Todos tardaron en reaccionar, en reconocer la voz, casi ausente en la audiencia, del imputado Juan de Dios Velaztiqui. Por primera vez alegó en su defensa, interrumpiendo al fiscal Julio César Castro, quien había pedido ante los jueces que se modificara la calificación del triple crimen de Floresta, que se pasara de “homicidio simple a homicidio calificado por alevosía” y que se condenara al policía a la pena de reclusión perpetua. Castro, molesto por la interrupción, hizo una cruda alusión a lo ocurrido el 29 de diciembre de 2001, cuando Velaztiqui reaccionó a tiro limpio al escuchar comentarios adversos a la Federal: “Suerte que hoy (por ayer) no estaba armado”, dijo. Arrancó aplausos de los allegados a las víctimas y una reprimenda del tribunal. Sin mengua del tirón de orejas a Castro, el custodio de Velaztiqui en la sala recibió una discreta sugerencia: que alejara del alcance del imputado el arma reglamentaria que llevaba en el cinto.
La audiencia de ayer comenzó con una demora de cuatro horas porque Velaztiqui sufrió una indisposición (ver aparte). Tanto el fiscal como los tres abogados querellantes pidieron que se cambie la calificación del hecho y que se condene a Velaztiqui al máximo de la pena que contempla el Código Penal. El defensor Mariano Maciel, a su turno, cuestionó la decisión fiscal de modificar la acusación original. Consideró que “han sido violados los derechos del debido proceso y de la defensa en juicio”, porque el tribunal no hizo lugar a una solicitud suya para que se interrumpiera la audiencia unos minutos y pudiera reunirse a solas con su defendido para saber si éste “tenía nuevas pruebas que aportar”.
El alegato del defensor, que continuará hoy a la tarde, se encaminaba a solicitar la inimputabilidad por el “beneficio de la duda”. En su opinión, Velaztiqui asesinó a Maximiliano Tasca, Cristian Gómez y Adrián Matassa, en medio de un trastorno mental transitorio que le impidió tener el pleno dominio de sus actos. Cuando ingresó a la sala de audiencias, a las 13.30, Velaztiqui ocupó el banquillo de los acusados y se mostró especialmente interesado en escuchar los alegatos. A diferencia de las audiencias anteriores (por momentos hasta se había quedado dormido), ayer estuvo siempre atento y varias veces le preguntó al defensor: “¿Ahora puedo hablar?”. Ahora se espera que declare por primera vez ante los jueces, antes del veredicto, que se conocería recién el lunes próximo, según estimaron fuentes judiciales.
Ayer Velaztiqui hizo su breve discurso sobre el trabajo full time del policía, como respuesta a las palabras del fiscal Castro, quien desechó la posibilidad de que el acusado hubiera actuado bajo un cuadro de “emoción violenta”, producto del estrés que le provocó la situación que se vivía en el país a fines de 2001, tras la caída de dos presidentes y cuando un hijo del acusado, también policía, había estado hasta las ocho de la noche del 28 de diciembre trabajando en las cercanías de la Plaza de Mayo. “Cuando mató a los chicos el hijo del imputado ya estaba de franco...”, dijo Castro y Velaztiqui soltó su breve párrafo y fue también recriminado por el presidente del tribunal, Oscar Rawson Paz, quien dijo muy enojado: “No voy a permitir que esto deje de ser un juicio serio”. Pero su principal reproche fue al fiscal: “No provoque a la gente”, le dijo.
En su alegato, Castro rechazó toda posibilidad de atenuante. Sostuvo que el ataque de Velaztiqui “fue preciso, exacto, mortal. Tiró cuatro tiros y pegó los cuatro. No falló uno solo y ahora quieren decir que estaba en ‘corto circuito’”, aludiendo a otra de las figuras científicas a las que apela el defensor para pedir la inimputabilidad. Castro descalificó con suma dureza el informe presentado por las psicólogas Ana Cabanillas y Marta Castelli Perkins, que consideraron posible el “corto circuito”, comose denomina a una anomalía que hace que una persona pueda actuar sin que funcione su capacidad inhibitoria, quedando librada a sus instintos.
El fiscal sostuvo que la de Velaztiqui el día del crimen fue “una actividad motriz y cortical (consciente) del que tiene que accionar un arma”, como lo hizo esa madrugada “con total precisión. ¿De qué emoción violenta me están hablando?”. Insistió en que fue desproporcionado el ataque a tiros al escuchar que los chicos se burlaban de un policía que era golpeado por manifestantes. “Los chicos fueron asesinados por dar su opinión sobre un hecho que veían por televisión. Eso es lo mismo que ha pasado tantas veces en el país”, alegó Castro aludiendo a los crímenes ocurridos durante la dictadura militar, de la que Velaztiqui fue parte, como miembro de la Federal y como acusado por apremios ilegales.
El fiscal concluyó que hubo “alevosía” porque el triple crimen se produjo “sin pelea, sin riña. Disparó en forma artera, cobarde, por la espalda, sin que él corriera ningún peligro y a traición”. En el final, Castro apeló al corazón de los jueces: “Aquí se rompió la ley natural, que dice que los hijos pueden esperar la muerte de sus padres y no al revés”. Y recordó que ayer, al salir para la audiencia, “comprendí el dolor cuando al salir me saludó mi hijo”. Palabras similares le había dicho antes, a Página/12, Juan Ramón Gómez, el padre de una de las víctimas: “Lo que nadie me puede reparar es el ‘hola papirri’ que me decía el galleguito cada vez que me saludaba a la mañana”.

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