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Sociedad|Miércoles, 11 de enero de 2012
No a todos los turistas se les arruina un día de vacaciones con una tormenta

Dónde va la gente cuando llueve

Están los que se malhumoran viendo jugar a sus hijos en las máquinas electrónicas y los que caminan por la playa bajo la lluvia, sin que les importe nada. Los que se resignan a comprar un paraguas malo y los que se quedan a dormir en el hotel.

Por Carlos Rodríguez
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Desde Mar del Plata

El efecto lluvia dividió aguas ayer en la ciudad. Después de un lunes espléndido, el martes amaneció nublado y cerca de las cuatro de la tarde, después de algunas lágrimas que cayeron del cielo, un fuerte chaparrón acompañado por rayos, sapos y culebras, hizo que algunos turistas deambularan por la ciudad con la misma cara con que se viaja en el subte porteño a las siete de la tarde, mientras que otros se mojaron por arriba y por abajo, con la sonrisa ancha, como jamón del medio de un sandwich de lluvia y mar. “Uno no viene a Mar del Plata a mojarse con lluvia, viene a mojarse en el mar”, refunfuñaba una porteña cincuentona, mientras su marido la escuchaba y acumulaba bronca debajo de un paraguas comprado de apuro. Por el contrario, mientras caminaba tranquilamente por la playa, sobre el agua salada y bajo el agua bendita, María Dolores (38), habitante de Mar del Plata, se ufanaba: “Recuperé mi mar, volvió a ser mío”, aludiendo al aluvión foráneo que les quita intimidad a los marplatenses.

Nunca se venden postales con lluvia en la costa atlántica, pero que las hay, las hay. Basta salir a caminar por el centro para ver los locales de Sacoa llenos de pibes disfrutando de los juegos electrónicos, como en casa, acompañados por padres maldiciendo por lo bajo. Otra posibilidad es la que eligieron Orestes Palacios (52) y su hijo Rubén (9). De más está decir que los dos son hinchas de Racing, como sus nombres lo indican, heredados de Orestes Omar Corbatta y Rubén Paz. Ellos se fueron a jugar a la playa, al fútbol tenis, entre las quejas del chico porque su padre “hace trampa”. Orestes dio su versión y dijo que el niño es “mal perdedor”. Y aprovechó para darle una lección de vida académica: “Los de Racing tenemos que aprender a perder”.

Página/12 creyó oportuno recordar que Jorge Porcel, famoso hincha del club de Avellaneda, solía decir que las tribunas locales del Cilindro deberían estar mirando hacia afuera “para que la gente sufra menos”. El chiste fue recibido con una sonrisa forzada y una voz de trueno que obligó a una pronta retirada. En la playa Popular, algunos carteles quedaron ridiculizados bajo la tormenta, como los que dicen “alquiler de sombrillas”. En la escollera que entra al mar en esa misma zona, Guillermina (40), nacida en el Chaco, se escapó del hotel social en el que se encuentra, dejó al marido durmiendo la siesta, y estaba extasiada mirando el mar, furioso por la lluvia. La mujer tenía el rostro mojado, por agua del cielo y lágrimas “de emoción”, aclaró.

Un grupo de ruidosos jóvenes jugaban y corrían por la arena. Uno de ellos tenía una remera negra con una imagen de María Eva Duarte en el pecho. El chico dejó su mensaje político-meteorológico, mientras se mojaba muy contento: “Evita y la lluvia dignifican”. Cerca de allí, sentado en la punta de la escollera, un hincha de Estudiantes parecía reflexionar sobre el futuro de su equipo: “Qué será de noso-tros sin (Juan Sebastián) Verón”. La ciudad estaba llena de hinchas de Racing y Estudiantes, que anoche protagonizaron el primer partido del verano marplatense.

La lluvia también estuvo a punto de generar algunos inconvenientes, en las recovas del Casino y del Hotel Provincial, donde familias enteras se congregaron para estar cerca del mar, observar cómo llovía y a la vez estar bajo techo, a cubierto, como si fueran a oxidarse. El problema surgió porque una cuadrilla municipal trabaja en la zona, limpiando pisos y paredes con una potente manguera que arroja agua mezclada con lavandina. Hubo intercambios de palabras, amagos de empujones y parlamento conciliador. Los trabajadores esperaron a que menguara la lluvia. Toda la zona muestra todavía las huellas de la multitud que se reunió, para presenciar la largada del Dakar.

Los adoradores del mar y la lluvia salieron a chapotear sin inconveniente alguno, mientras que los abstemios se refugiaron en el Casino Central, en los bares del centro o bajo cualquier techito provisional. En una confitería de Corrientes y Belgrano, una mujer de treinta le pidió al mozo que cerrara una ventana a la calle porque la mojaba la lluvia. Cuando lo pidió ya había dejado la silla y estaba a unos tres metros de la ventana, como si el agua fuera a desintegrarla. Distintas reacciones frente al mismo fenómeno meteorológico. Muchas parejas se pasearon junto al mar. Otras, discretas, recordaron aquello que decía Serrat: “Es tiempo de lluvia, tiempo de amarse a media voz”, pero lejos del mundanal ruido.

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