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Sociedad|Viernes, 22 de marzo de 2002

La dueña de un perro que mató fue condenada por homicidio en EE.UU.

Marjorie Knoller, una abogada de California, recibirá una pena de entre 15 años y prisión perpetua. Sus perros asesinaron a dentelladas a una vecina. En una decisión que sienta precedente, el jurado la encontró responsable.

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Knoller, junto a su abogada, al escuchar el veredicto del jurado de Los Angeles.
Los cargos fueron asesinato en segundo grado, homicidio involuntario y posesión de un animal asesino. La pena, que aún no fue dictada, será de entre 15 años y prisión perpetua. Cuando escuchó el veredicto, la abogada Marjorie Knoller contuvo el aliento y peleó contra las lágrimas que asomaban, mientras los fotógrafos disparaban febrilmente sus cámaras. Es que el caso sentaba un precedente en California. Porque en verdad Knoller no asesinó a nadie con sus propias manos: fueron sus perros los que mataron a dentelladas a Diane Whipple, de 33 años. El jurado de Los Angeles consideró que Knoller, como dueña de los animales, fue responsable de esa horrible muerte. Su marido, Robert Noel, que no estaba en la ciudad en el momento del ataque, también fue considerado culpable de poseer los perros y recibirá una pena de entre dos y cuatro años.
Todo sucedió en enero de 2001, cuando Knoller y Noel estaban a cargo de Bane y Hera, dos enormes perros de más de 50 kg, mezcla de dogos ingleses y perros de lucha canarios. Los habían comprado a unos granjeros por pedido de Paul “Cornfeld” Schneider, de 39 años, que cumple cadena perpetua por intento de asesinato en una cárcel de alta seguridad californiana. Según las autoridades del penal, Schneider forma parte de una organización neonazi denominada Hermandad Aria que criaba y entrenaba a perros de ataque para venderlos después a traficantes de droga mexicanos. La anterior dueña de los perros declaró que le había advertido a Knoller que Hena era tan peligrosa que “debería haber sido sacrificada”.
La víctima, una mujer gay de 33 años, vivía en un departamento en el mismo piso que los acusados, en la exclusiva zona de Pacific Heights, en San Francisco. Los dos animales la atacaron el 26 de enero de 2001 cuando regresaba a su hogar. El ataque duró entre cinco y diez minutos y la mujer murió horas después en un hospital a causa de las dentelladas recibidas en la garganta. Uno de los perros, Bane, un macho, fue sacrificado por la policía esa misma noche. El otro, Hena, una hembra, corrió la misma suerte en enero pasado.
El juicio comenzó el pasado 19 de febrero y desde entonces los fiscales se esforzaron por convencer al jurado de que Knoller y Noel eran conscientes de que los animales eran extremadamente peligrosos. Presentaron más de 30 testigos que dijeron haberse sentido aterrorizados por los perros.
La defensa sostuvo por su parte que los dos perros eran dóciles y Knoller había hecho todo lo posible para evitar el ataque, arrojándose entre su vecina y Bane. También se intentó descalificar el testimonio de otra gente del vecindario.
El juicio fue trasladado a Los Angeles para evitar a la enfurecida opinión pública de San Francisco, en especial la comunidad gay y lesbiana, que durante un año vio cómo Knoller y Noel continuaban defendiendo públicamente a los perros y afirmando que la víctima los había provocado. Noel llegó a decir que Whipple había atraído la atención de los perros con su perfume. “No es mi culpa –dijo Knoller en una entrevista televisiva que fue exhibida al jurado–. La señora Whipple tuvo oportunidad de entrar a su departamento. Podría haber cerrado la puerta de un golpe. Yo lo habría hecho.”
En su alegato, el fiscal dijo de Knoller que fue “fría como el hielo”. Pero todo el juicio fue duro: al jurado se le exhibieron 77 fotos sangrientas del cuerpo de Whipple. Los expertos dieron detalles del ataque, que adjudicaron principalmente a Bane. No pudieron confirmar si la otra perra participó, aunque finalmente ambos fueron sacrificados.
Knoller testificó durante tres días llorando, gritando e insistiendo en que nunca sospechó que sus amados perros pudieran ser asesinos. “Vi a una mascota que había sido dulce, dócil y amistosa convertirse en un animal salvaje, enloquecido”, dijo sollozando. Su abogada, Nedra Ruiz, contribuyó al drama al escenificar las situaciones: caminó en cuatro patas, golpeó una silla y lloró. En su alegato final, acusó a los fiscales de “buscar el favor de la gente homosexual”.

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