Los cien años de un pueblo nacido para cobijar a judíos perseguidos
Es Rivera, en el sur bonaerense. El barón Hirsch llevó a ese lugar a judíos acosados por los cosacos. Una historia de leyenda.
La sinagoga del pueblo, uno de los símbolos de Rivera.
Rivera es una localidad de Bahía Blanca que fue fundada hace 100 años para dar un lugar a familias de campesinos judíos que vivían en lo que hoy es Ucrania, en Rusia. Habitaban aquellas tierras por entonces del zar, al norte del Mar Negro, donde “cada tanto eran atacados por hordas de cosacos que los ultrajaban y devastaban sus construcciones”, contó a este diario Jaime Marek, presidente de la Comisión por el Centenario de Rivera. “A nadie le importaba lo que les hicieran. Los cosacos culpaban a los judíos por cualquier mal circunstancial que padecieran.” Hacia 1900, la Yewish Colonization Association (YCA) compró en el sur de la provincia de Buenos Aires 110 mil hectáreas de “tierras nuevas”, como las llamaban, recientemente quitadas a los indios. Allí se establecieron y prosperaron los campesinos rusos. Más tarde, hacia 1920, el pueblo recibió a los polacos que dejaban su nación ante el avance del nazismo. Sobre estos pilares se formó Rivera, que en algún momento se llamó Barón Hirsch, a cuya historia se acopló la de los inmigrantes que llegaron de varios países. Entre el 2 y el 10 de abril, en la localidad se desarrollarán los festejos que tienen mucho de balance y de inauguración de espacios para dar homenaje a quienes pasaron y a quienes están en el pueblo.
El emblema de Rivera muestra a un paisano extendiendo la mano a un hombre empobrecido y cansado. “El inmigrante tiene un carro ruso con los caballos gastados, como si hubieran pasado por el mar. El nativo se ve enérgico, lleva un animal mejor”, describió Marek, quien remarcó el gesto simbólico de “la mano tendida”. Algo que necesitaban luego de “haber sido por 200 años sometidos al rencor racial que primaba en aquella parte de Europa”, relató el titular de la comisión organizadora, que se conformó hace un año y medio “para homenajear y dejar testimonio de lo que significó la colonización en Adolfo Alsina”. Para este fin destinaron 150 mil pesos que fueron donados por diversas personas interesadas en el festejo. La mano de obra emerge de las 35 organizaciones de la localidad, entre educativas, culturales, deportivas, de bien público y religiosas.
Las 25 primeras familias, integradas por 192 personas, llegaron en 1905. Bautizaron a las tierras con el nombre de Barón Hirsch. Este noble alemán “era un filántropo y un empresario muy exitoso que se había hecho rico con los ferrocarriles. Con su dinero, trataba de salvar a los judíos sometidos a sistemas sociales que los perseguían y los discriminaban”, dijo Marek, quien es nieto de uno de los 25 pioneros que vinieron a Argentina con sus familias. “Nuestra generación, la tercera, es la última conectada a la tierra”, notó Marek, consciente de que “la realidad económica se trastrocó. Las cooperativas desaparecieron. El pueblo hoy no tiene la imagen del desarrollo que tuvo en aquellas épocas”, enunció Marek, sin que fuera necesaria la aclaración de a qué tiempos se refería. “En 1907, ya había ferrocarril. Fue un factor fundamental”, juzgó. En las nueve formaciones diarias se iban productos del campo y de los animales. Pero “en los ’90, las vías fueron desmanteladas. Los pequeños productores desaparecieron.”
En su auge, Rivera tuvo 4500 habitantes. Lejos de morir con la desaparición del tren, hoy se estabilizó en 3800. Su panorama está marcado por metalúrgicas, fábricas, silos de granos, galpones y pequeñas industrias lácteas. Entre sus cooperativas cuenta con una apícola y una “de pastoreo, que es un caso único en Sudamérica –comentó Marek–, ya que los productores asociados alquilan campos y comparten el pastoreo durante el invierno”, cuando el riguroso clima pampeano hace que haya escasez de pasto para los animales. Rivera también tiene una cooperativa de obra y servicio público que se encarga de la administración de agua, electricidad, teléfonos, servicios fúnebres, gas y electricidad rural. El riverense remarcó que “el servicio fúnebre es solidario, para que los desprotegidos tengan asegurada la dignidad del entierro. En Rivera no hay cajón de rico y de pobre”, apreció. También hay un Colegio Agrario, donde los chicos que ya hicieron la primaria tienen alojamiento, comida y educación (puedan pagar o no) y salen con el título de perito en tambos.Cada 5 de abril es feriado en Rivera. Ese día es considerado el aniversario del pueblo. Los festejos comenzarán el 2 de abril con un homenaje a los veteranos de Malvinas y con una actuación de Yamila Cafrune, entre otros. El 5 las celebraciones se iniciarán en la plaza General San Martín, que ambientará buena parte de las actividades culturales que se desarrollarán durante el viernes 8, sábado y domingo.
El 5 se realizarán oficios religiosos católicos, luteranos y judíos. También se presentarán murales hechos en dos casas insignes de Rivera. En el marco del centenario se inaugurará una fuente, una feria, un bosque, una muestra fotográfica y una exposición de maquinarias agrícolas. La municipalidad cortará las cintas del sector de consultorios externos del hospital local y estrenará su Museo Regional.
También se descubrirán placas y se realizarán numerosos desfiles, obras de teatro y shows musicales. Las actividades culturales incluirán la entrega de premios a los ganadores del concurso por la creación del logotipo del centenario y a los elegidos por el certamen de prosa y verso. La Comisión del Centenario, bajo el lema “El esfuerzo gesta futuro”, ofrece sus noticias en el portal www.riveraycolonias.com.ar.
En algún momento, Rivera se llamó Barón Hirsch, en honor al benefactor de los pioneros. El nombre cambió cuando se cumplió otro centenario, el de la Independencia de Argentina. En ese momento, la zona fue rebautizada con los apellidos de los congresales de Tucumán en 1816, donde el político y abogado Pedro Ignacio de Rivera representó a la provincia boliviana de Mizque.
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