Un paquete de genes, en el origen de las metástasis
De acuerdo con una investigación publicada por la revista Nature, la activación de genes, en un cáncer de mama, puede dar lugar a tumores en el pulmón. El hallazgo contribuye a la mejora de terapias.
En el caso del cáncer de mama, el peligro mayor es cuando desde allí puede afectar otros órganos.
Por Xavier Pujol Gebelli*
Los mecanismos que desencadenan la extensión de un tumor inicial en forma de metástasis son todavía poco conocidos. Se sabe que a partir de un tumor inicial existen factores genéticos que sugieren un mejor o peor pronóstico, pero no mucho más. Investigaciones lideradas por Joan Massagué en el Instituto Sloan-Kettering Center de Nueva York podrían dar un vuelco definitivo al conocimiento de estos mecanismos. Según resultados que se publicaron ayer en la revista Nature, la activación de un paquete de genes concretos es la que da lugar a que de un cáncer de mama surjan tumores en el pulmón. Otros paquetes de genes impulsan metástasis distintas. El hallazgo abre “enormes posibilidades” en la mejora de terapias y su aplicación “inmediata” en la clínica.
No existen dos tumores iguales. Aparte de su tamaño y del órgano afectado, la identificación de sus posibles vías de expansión es fundamental para predecir su malignidad. En casos como el cáncer de mama, el peligro no es tanto la invasión del pecho, sino que desde ahí puede afectar otros órganos (ganglios, pulmón). Este diagnóstico puede verse impulsado con el descubrimiento que han hecho Massagué y su equipo. Para que una célula maligna escape de un tumor de mama, o de cualquier otra forma de cáncer, anide en un órgano vital y forme ahí un nuevo tumor, es imprescindible que adquiera un conjunto de habilidades muy concretas y que van más allá de las que definirían a una célula tumoral cualquiera. No basta con que sea inmortal, con capacidad para dividirse indefinidamente o incluso de inducir la formación de nuevos vasos sanguíneos que alimenten al incipiente tumor. También debe ser capaz de atravesar con éxito los capilares, sobrevivir a las turbulencias del torrente sanguíneo, adherirse a un tejido hasta entonces hostil y convencer a los componentes de su nuevo entorno de que la permitan desarrollarse, originando un nuevo tumor.
Para que este concepto, hasta hace poco teórico y con una enorme similitud a los procesos de selección natural y evolución planteados por Darwin, sea considerado válido, era necesario probar que las células tumorales adquieren estas capacidades, y que las nuevas funciones, además de facilitar su llegada a otros tejidos, estaban regidas por genes determinados. No en vano el cáncer se ha definido siempre como un evento genético en el que se da una acumulación de errores inducidos en forma natural o por factores externos como las radiaciones, el tabaco o la dieta.
Massagué va más lejos: pone de manifiesto que existen paquetes de genes específicos que conducen la formación de tumores a distancia. Es el caso del estudio publicado: metástasis en el pulmón a partir de cáncer de mama. Por lo que se conoce de estudios anteriores, este paquete de genes es distinto del que impulsa la formación de metástasis en el hueso y, muy probablemente, también distinto a los que rigen la formación de tumores secundarios en cerebro o en hígado. Dicho de otro modo, cada tipo de metástasis requiere un grupo de genes determinado.
Para probar su teoría, el equipo dirigido por Massagué tenía que verificar antes si en el tumor primario existe este paquete de genes que, una vez activados, provocan la metástasis. La respuesta en ratones fue afirmativa. ¿Y en humanos? “Al principio creímos que no íbamos a encontrar nada, pero vimos una presencia muy sutil de estos mismos genes”, explica.
El hallazgo señala, por tanto, que la presencia de este paquete de genes en el tumor primario de mama condiciona la aparición de metástasis en el pulmón. “El 90 por ciento de las muertes por cáncer obedece a la diseminación de tumores a órganos vitales”, aclara Massagué. En cáncer de mama, el pulmón acostumbra a ser el primer órgano invadido, muy por delante de otras localizaciones como hueso, cerebro o hígado. El comportamiento de estas metástasis, además, suele ser más agresivo, de peor pronóstico y con un manejo más dificultoso en la clínica.
Las muestras estudiadas corresponden a 82 pacientes que desarrollaron metástasis pulmonar. Todos ellos recibieron quimioterapia. Haber conocido su predisposición, sostiene Massagué, habría ayudado a decidir cuál era la mejor terapia a seguir.