Es el joven que casi muere por no hacerse diálisis. No fue secuestrado, como dijo. Estaba de fiesta. Y terminó en un hotel.
El padre del muchacho, preocupado, fue quien denunció el caso.
La desmentida no salió de la boca de Hernando Figueroa, el estudiante de derecho cuyo caso fue conocido como el del joven trasplantado de un riñón secuestrado durante 36 horas. Después de un pormenorizado y concienzudo rastreo, fueron los investigadores quienes lograron determinar que la historia de Hernando, dramática historia, era ficticia en parte, y en parte real. Sí es verdad que Hernando tiene un riñón trasplantado y que sigue un tratamiento de diálisis imprescindible para su vida. También, que no estuvo en el lugar fijado como encuentro con su padre el domingo pasado. Que recién regresó a su casa en la madrugada del martes pasado, hecho una piltrafa. Y que aún permanece en terapia, ahora intermedia, por las vicisitudes pasadas. Pero es difícil que el identikit de sus secuestradores tenga aplicación práctica: Hernando no fue secuestrado, al menos en el sentido convencional de las páginas policiales; tampoco fue amenazado para extraer los 1000 pesos retirados del cajero, ni corrió otro riesgo que el de abandonar la diálisis. Porque según los investigadores, pasó las 36 horas de dramática ausencia en un telo, comiendo afuera y cantando “quién me quita lo bailado”.
Hernando Figueroa sigue internado, ya no en la terapia intensiva del Sanatorio Mitre, sino en la sala intermedia, según decidió el equipo médico luego de determinar que el paciente se encuentra en franco tren de recuperación de las complicaciones que lo mantienen postrado y en silencio. De todos modos, es plausible, y no por indicación de los profesionales de la salud, que el joven Hernando extienda el silencio cautelar por un período razonable.
Hasta el domingo pasado, Hernando seguía los mismos parámetros que cualquier necesitado de un trasplante de riñón: después de haber recibido un transplante a los 9 años, desde hace 6 que vive con diálisis tres veces por semana, esclavitud y ansiedad, el futuro plagado de medicamentos, y en lista de espera para un nuevo trasplante. Pero el domingo pasado, la vida de Hernando salió de los cauces normales. Había quedado en encontrarse con su padre en una casa de videojuegos de La Pampa, entre Cuba y Obligado, a las 18.30 del domingo pasado. Pero para preocupación familiar, Hernando no estuvo, y durante 36 horas nadie supo qué fue de él.
Nadie, excepto una señorita, pero esto es parte de la historia que pasará a ser develada más adelante. Al día siguiente, el padre del joven chequeó en el cajero automático los saldos de una cuenta conjunta y comprobó que se habían realizado diez extracciones de 100 pesos cada una, y temiendo que su hijo hubiera sido secuestrado, pidió el bloqueo de la cuenta. Después de largas cavilaciones, tras pedir la ayuda de Red Solidaria y Missing Children, finalmente presentaron una denuncia a la policía.
“Nos resultó raro que hubieran hecho tantas extracciones cada 15 minutos en pocas cuadras a la redonda –confió una fuente policial a este diario-. ¿Por qué no hicieron una extracción de golpe? Analizamos los videos de seguridad y, francamente, el muchacho entraba solo, nadie que lo apretara.” La pregunta, entonces, fue dónde había pasado Hernando las 36 horas de ausencia del domingo a la tarde hasta el martes de madrugada. Tras un rastrillaje por la zona, los federales comprobaron que no por dializado estaba exento de placer: en la grabación de seguridad de un hotel alojamiento de la calle Amenábar, en Belgrano, aparecía la figura del joven de la diálisis, convenientemente acompañado por una señorita. “Después de la fiesta, se guardó unas horas más en un hotel de pasajeros de Federico Lacroze, a pocas cuadras del telo”, agregó la misma fuente. Las dos sedes provisorias fueron abonadas con riguroso cash, provisto por las consecutivas extracciones.
Unas versiones que los investigadores aún no confirmaron sostenían que Hernando había utilizado la tarjeta de crédito en un restaurante del mismo barrio, acompañado por la misma señorita y una pareja de amistades. Lo cierto es que durante la madrugada del martes, Hernando apareció en su casa, tiritando, demacrado, extenuado. Alcanzó a susurrar “me dejaron enSaavedra” y se desvaneció. Inmediatamente fue internado en el Mitre, donde los médicos verificaron los signos de una seria y real descompensación, producto de la elipsis de las diálisis. Por ese motivo, semidormido y desmemoriado, no alcanzó a declarar en la causa, tampoco a describir a sus secuestradores, ni mucho menos, recordar su dramático periplo.
Y ésta es solo una percepción. Lo más probable es que Hernando jamás declare.