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Sociedad|Viernes, 7 de febrero de 2003

Del amor al odio

Por Horacio Cecchi
El pedido de apartamiento del fiscal Diego Molina Pico tiene su contrapunto en el cuidado discurso de quienes en su momento supieron extenderle loas y elogios. “El presupuesto de toda investigación consiste en recorrer todas las hipótesis, sin condicionamientos de ninguna naturaleza. Cuando me señalan que puede existir una (hipótesis) referida al círculo familiar, si yo tuviera que salir al cruce y decir que eso es imposible, trabajaría con escasísimo profesionalismo. En estos casos deben recorrerse todas las hipótesis, sin condiciones”. Quien hablaba era nada menos que José Licinio Scelzi. Lo pronunció el 23 de diciembre pasado, cuando recién habían pasado 12 días que se destapara el caso públicamente. Y agregaba: “La actuación de cada uno de los que intervinieron en el caso será revisada con celo por los investigadores”. Dos días después subrayaba “la aplicada investigación que lleva adelante el fiscal Molina Pico”.
Pero el 17 de enero, todo oscureció repentinamente. “El tema troncal de la investigación está todavía en veremos”, soltó ante los micrófonos. Ese viernes se iniciaban las indagatorias. “Ni en las más antojadizas y efervescentes elucubraciones que entretienen el tratamiento mediático del problema, nadie va a dejar de reclamar mediante todos los procedimientos legales, que las autoridades públicas cumplan sus obligaciones y esclarezcan el hecho.” También contundente, Nardi se plegó a la crítica: señalando “la vocación de Carrascosa de constituirse de inmediato ante la autoridad y aclarar definitivamente que se conjugue la retahíla de desencuentros que ha edificado la presunción de un encubrimiento”. Una semana después, cayó el pedido de recusación.

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