Carlos Bordón es empleado de una empresa que organiza fiestas, que aporta desde la comida y los mozos hasta la vajilla. Lograron sacar la mayoría de los utensilios que tenían en un galpón de Juan José Paso 3850, del barrio Chalet. Quedaron centenares de sillas de color blanco, apiladas prolijamente. “Cuando pudimos volver las sillas estaban todas desparramadas por el galpón (de 30 por 10 metros). Estaban todas cruzadas, por el piso, como bailando.” En el 3829 de Paso, una pareja mayor nunca más regresó a vivir allí. El único recuerdo a la vista es una rosa china, marchita. También se fueron “esos chicos amorosos” que vivían en el 3867 de la misma calle. Lo único que pervive es el fuerte olor a humedad y el esqueleto de una casa olvidada.
Roberto García, de 55, tiene su negocio, la rotisería Las Mascotas, en la esquina de Aguado y Mendoza, en Santa Rosa de Lima. Arriba tiene su vivienda. “El agua tenía medio metro en la planta alta cuando nos fuimos con mi señora.” Lo único que pudieron salvar fueron “algunas ropas” y tres copas ganadas por el equipo de fútbol que García integraba en sus años mozos. Hoy los exhibe en el modesto mostrador de un comercio que se vino abajo. Roberto, con sus bigotes, sus anteojos y su barriga prominente, cuenta todo con pasmosa serenidad, como si fuera la historia de otro. “Sabés lo que fue ver cómo los tres freezer que teníamos daban vueltas por la calle, llevados por el agua. Ya nada me puede asombrar.”