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Domingo, 13 de septiembre de 2009
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Agro > El sonsonete de los pequeños productores

Un malentendido

Durante el conflicto con un sector del campo se impuso la idea de que el pequeño productor es frágil. Sostener que en ese grupo están los integrantes de la zona productora núcleo es un contrasentido.

Por Claudio Scaletta
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El anuncio del jueves lleva a la práctica la propuesta de la segmentación de retenciones.

Probablemente uno de los mayores malentendidos que emergieron durante el enfrentamiento de las corporaciones de la Pampa Húmeda con el Gobierno haya sido y continúe siendo el de la situación de los “pequeños productores”. Esta idea recurrente y anticapitalista de que lo pequeño es hermoso fue el sonsonete más repetido durante la confrontación a todo o nada iniciada en marzo de 2008. Escuchar a los satisfechos dirigentes terratenientes de las fértiles planicies pampeanas hablar de las penurias de los pequeños resultaba tan creíble como la voz compungida de obispos y cardenales que repentinamente redescubrieron que la pobreza es, al fin y al cabo, “un escándalo”.

Desde la economía, hablar de pequeños productores de cereales y oleaginosas en la zona productora núcleo es un verdadero contrasentido. El sujeto mentado se contradice con el sujeto real. Los anuncios de la Presidenta del pasado jueves en materia de devolución de retenciones a la abrumadora mayoría de los productores de cereales presenta un buen ejemplo numérico. Si el supuesto productor terrateniente no se convirtió en rentista para dejar su lugar en la organización de la producción al más activo arrendatario, y de paso partir a los centros urbanos a derramar el maná del efecto multiplicador de su renta, quienes serán beneficiados por la devolución anunciada son propietarios que poseen entre 200 y 300 hectáreas en promedio. Que sean el 95 por ciento de los productores y que produzcan el 50 por ciento del total de los cereales sólo habla de la concentración del estrato superior, los realmente representados por la Mesa de Enlace. Vale reconocer que no se trata precisamente de campesinos minifundistas. Por lo general estos empresarios, por la propia evolución técnica de la producción y sus requerimientos de escala, tercerizan todas las tareas culturales. Los campos demandan poca mano de obra. Una familia de peones, por lo general con salarios muy bajos en relación con los que se pagan en otros sectores (con la excusa de la autosuficiencia de abastecimiento que permite el campo), suele ser más que suficiente para todos los menesteres. El resto es negociar la compra de insumos, el costo de los servicios. Ir de aquí para allá con la camioneta. En buena hora poder tener esta vida contemplativa del crecimiento de las mieses, pero la privilegiada realidad debería vivirse con un poco más de pudor y no bajo el lamento permanente.

En este marco, el anuncio del jueves terminó de la mejor manera con una de las propuestas más peregrinas: la de la segmentación de retenciones. Desde el punto de vista técnico, la solución encontrada resulta impecable. Las retenciones a los cereales seguirán cumpliendo como siempre su función macroeconómica de separar los precios internos de los internacionales, pero adicionalmente pesarán más sobre los más grandes. Quizá no sea justo que los supuestos “pequeños” de 200 hectáreas no paguen, pero en las negociaciones deben encontrarse puntos medios.

Como cabía esperar, la Cadena Nacional de Medios Privados inundó el espectro de “peros”. Pero en rigor, la recurrente legitimación de las demandas del poder económico se quedó sin el escudo políticamente correcto de los “pequeños”. A la Mesa de Enlace le pasó por al lado. Sus dirigentes, ausentes con aviso en ejercicio de tareas de oposición permanente, todavía tartamudean los porqués de la ausencia. En tanto, la criticada María del Carmen Alarcón pudo demostrar algo que debería ser obvio: que mediante la interacción con el poder político puede lograrse mucho más que con la crispación y la letanía

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