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Sábado, 24 de diciembre de 2011
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La debacle europea se profundiza con medidas de ajuste

El cepo del euro

Por Diego Rubinzal

La crisis financiera está arrinconando a las naciones europeas. Aunque con distinta intensidad, las convulsiones económicas en Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia dan cuenta de ello. Los tibios intentos de revival keynesiano, que dominó la escena internacional durante 2008, ya fueron archivados. La Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) continúan prescribiendo la antigua receta de apretar el cinturón. Así, el desembolso de fondos de la burocracia financiera internacional queda supeditado a la implementación de planes de austeridad.

En líneas generales, los países afectados aceptaron esas reglas de juego. Por ejemplo, el gobierno irlandés se comprometió a crear nuevos impuestos y a implementar un severo recorte de gastos para reducir el déficit fiscal al 3 por ciento en 2014. El ajuste no incluyó a los 50.000 millones de euros utilizados para el salvataje del sistema financiero, a pesar de que ésa fue la principal causa de que el déficit público ascendiera al 32 por ciento del PIB. El caso griego es bastante similar. Las autoridades helénicas se comprometieron a disminuir los gastos públicos y a implementar un amplio programa de privatizaciones, a cambio de los desembolsos aprobados por la Unión Europea y el FMI. Por su parte, el gobierno portugués apunta a reducir un déficit fiscal del 9,1 por ciento del PIB mediante la clásica fórmula de aumentar los impuestos y recortar los gastos. Además, las autoridades lusas se comprometieron a modificar la legislación laboral y a implementar un amplio programa de privatizaciones (Banco Portugués de Negocios, canal de televisión pública RTP, Aguas de Portugal, entre otras compañías estatales). En el caso de España, los recortes presupuestarios del gobierno de Rodríguez Zapatero incluyeron el congelamiento de los salarios públicos y jubilaciones, la supresión del “cheque bebé”, la eliminación de algunos subsidios recibidos por los desocupados y la elevación de la edad jubilatoria. Adicionalmente, el gobierno español emitió un decreto-ley de flexibilización laboral. El ajuste alcanzó también a Italia, la tercera economía europea.

En ese contexto, el Banco Central Europeo elevó las tasas de interés y las agencias calificadoras de riesgo degradaron las notas de los bonos soberanos determinando que el costo del endeudamiento alcance su máximo nivel histórico. Los ajustes presupuestarios y el aumento del costo del endeudamiento terminan conspirando contra la tan ansiada recuperación económica. En su artículo “UE: la suicida estrategia del estancamiento”, el jefe de la sección de economía del diario británico The Guardian, Larry Elliott, sostiene que no existe salida “sin políticas macroeconómicas favorables al crecimiento, estrategias de activismo industrial, sindicatos más fuertes, mayores ingresos reales en toda la escala y una actuación más contundente contra la desigualdad”.

La existencia de una moneda comunitaria es otra arista del laberinto en el que están inmersas las economías europeas. Las naciones menos competitivas verifican que el euro es un obstáculo a la hora de sortear la crisis. En su artículo “La Unión Monetaria. Utopía y Pesadilla” publicado en la Revista Realidad Económica Nº 153, el economista Víctor Sukup advierte que la unión monetaria cristalizó fuertes desajustes internos, ya que las economías siguieron “con ritmos de innovación, de aumentos de la productividad y de crecimiento, de estructuras de comercio exterior muy diferentes”. En ese trabajo, escrito en 1998, Sukup afirmaba que “imaginarse que la ‘convergencia’ de los últimos años sea suficiente para una unión monetaria estable parece ser de una ingenuidad excesiva. Los dirigentes europeos muestran, si no la proverbial actitud del avestruz, al menos la ceguera de los novios que descartan la posibilidad de un divorcio futuro”.

En opinión del director del Center for Economic and Policy Research, Mark Weisbrot, “el problema es que la unión monetaria... es un proyecto inequívocamente de derechas. Si no ha quedado esto claro desde su inicio, debería estar hoy ya dolorosamente claro, a medida que las economías más débiles de la Zona Euro se ven sometidas a un castigo que anteriormente se había reservado a países de renta baja y media atrapados en las redes del Fondo Monetario Internacional y sus gobernadores del G-7”

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