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Domingo, 10 de noviembre de 2013
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El fuerte crecimiento de la industria editorial

Epoca dorada del libro

El año pasado, la cantidad de ejemplares editados fue record, con 97 millones de unidades, totalizando ventas por 3000 millones de pesos. El sector redujo el déficit de la balanza comercial a 25 millones de dólares.

Por JuliÁn Blejmar
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El 84 por ciento de la distribución se concentra en las 225 librerías de la Ciudad de Buenos Aires.

Los últimos tres años fueron los mejores en la historia nacional de la industria del libro. Eliminar el déficit de su balanza comercial y su elevada concentración son algunas cuestiones todavía pendientes.

En ese período, la industria del libro escribió las mejores páginas de su historia. A la cantidad record de ejemplares editados –en 2012 sumaron 97 millones y contabilizaron ventas por 3000 millones de pesos– se agregó otro elemento que define la madurez de esta industria: una balanza comercial que, aun siendo deficitaria, redujo significativamente su saldo negativo.

De acuerdo con la Cámara Argentina del Libro (CAL) –que agrupa 550 empresas, la mayoría pymes editoriales, librerías y distribuidoras–, en 2011 y en 2012 se editaron más de 95 millones de ejemplares, con una leve caída en ese último año, mientras que en 2008 y 2009 se superaron los 75 millones de ediciones. Estas cifras toman una mayor relevancia al vincularlas con las brindadas por el investigador Octavio Getino en su trabajo “Las industrias culturales en la Argentina”, en donde se afirma que los años de mayor edición durante el siglo pasado fueron 1953 y 1974, con 53 y 50 millones de ejemplares, respectivamente. Pero además, esta cantidad fue acompañada también de una mayor diversidad, pues luego de años de amesetamientos y caídas, entre 2003 y 2012 la cantidad de títulos publicados aumentó, casi sostenidamente, de 13.066 a 26.367.

La balanza comercial también experimentó un fuerte cambio. Según cifras de la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines y de la CAL, mientras que en 2011 sólo el 39 por ciento de los libros comercializados se imprimía en la Argentina, el año pasado esa cifra se amplió a más del 82 por ciento, lo que implicó una baja en las importaciones de más del 45 por ciento, así como una suba en las exportaciones de alrededor del 8 por ciento. Esto permitió reducir el déficit de la balanza comercial del sector, que hoy se ubica en unos 25 millones de dólares.

Ese resultado tiene que ver con diversas regulaciones gubernamentales implementadas desde fines de 2011, año en que se exportó sólo por 47 millones de dólares y se importó por 109 millones, según la Secretaría de Cultura. Así, según datos del Ministerio de Industria, el 78 por ciento de los libros consumidos en el país fueron importados. Las regulaciones implementadas a partir de ese año consistieron en el requerimiento de declaraciones juradas anticipadas de importación y autorizaciones de la Administración Federal de Ingresos Públicos para restringir las compras externas. Además, la Secretaría de Comercio Interior exigió estándares internacionales ecológicos y sanitarios en la cantidad de plomo de las tintas en los libros importados, medida que varios medios presentaron como “restricciones a la libertad de expresión”, pero que buscaba limitar importaciones para un mayor desarrollo de la industria nacional.

Con ese mismo enfoque, la Cámara Argentina del Libro rubricó un acuerdo con los ministerios de Industria y Economía, y con las secretarías de Comercio Interior y de Cultura, para equilibrar la balanza comercial de sus asociados.

Otro dato resalta el hecho de que hayan sido justamente estos los años de mayor auge en la historia de industria editorial. A las nuevas ofertas de consumos culturales, entre las que Internet juega un papel preponderante, se sumó una competencia ilegal pero directa: la del libro pirateado. Se calcula que de ese mercado clandestino proviene alrededor de un millón de ejemplares, lo que representa cerca del 10 por ciento de la oferta de libros, causando así un perjuicio a la industria editorial de aproximadamente 80 millones de pesos anuales. El libro digital, que el año pasado representó el 17 por ciento de las ventas totales, afecta en cambio sólo a la industria papelera y a los distribuidores, pues representa ganancias similares tanto para los autores como para las editoriales.

El fuerte crecimiento de la industria editorial no implica que no queden aún diversas cuestiones por resolver. Entre las principales, se cuentan el oligopólico mercado del papel, que provoca que los precios de este insumo básico sean superiores al de la media internacional; la alta concentración entre las editoriales, donde veinte firmas concentran más del 85 por ciento del mercado; la baja federalización de la distribución, pues el 84 por ciento se concentra en las 225 librerías de la Ciudad de Buenos Aires, y el bajo porcentaje que se destina al autor de la obra, quien sólo recibe entre el 10 y el 15 por ciento del precio de venta del libro, otro 15 por ciento va para gastos de impresión, un 30 por ciento para la editorial, y el restante 40 por ciento para la librería

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