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Viernes, 24 de marzo de 2006
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HOMENAJE A BORIS SPIVACOW

“El vínculo de Boris con los libros era absoluto”

Desde ayer, la plaza ubicada en la esquina de Las Heras y Austria lleva el nombre del fundador de CEAL, que durante la dictadura sufrió la quema de un millón y medio de ejemplares.

Por Oscar Ranzani
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Los familiares de Boris inauguraron una placa recordatoria.

Además de ser gerente de Eudeba durante ocho años y fundador del Centro Editor de América Latina (CEAL) –dos sucesos editoriales inigualables en la historia–, José Boris Spivacow resistió con las armas de la cultura a la nefasta dictadura que le quemó un millón y medio de ejemplares. Desde ayer la plaza ubicada en la esquina de Las Heras y Austria lleva su nombre, a partir de una iniciativa conjunta de la Biblioteca Nacional y de la Cámara Argentina del Libro. La inauguración no pudo ser mejor: la plaza se llenó. No sólo asistieron autoridades, familiares, compañeros de trabajo, amigos, sino también una gran cantidad de lectores que atesoran sus colecciones en los rincones de sus bibliotecas. Además, se inauguró la muestra Capítulo, que podrá visitarse en una carpa instalada en la Plaza Boris Spivacow hasta el 4 de abril.

El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, comenzó el acto de homenaje-inauguración reconociendo que la plaza fue puesta en condiciones gracias a los empleados de la Biblioteca: “Muchos realizaron el trabajo de jardinería, pusieron flores, desmalezaron, se puso una carpa para exponer los libros del Centro Editor de América Latina que nos hicieron a todos nosotros mejores lectores y que iniciaron en la escritura a muchos autores relevantes actuales de la Argentina”, afirmó. Después de su breve presentación, tomó la palabra el presidente de la Cámara Argentina del Libro, Hugo Levín, quien argumentó la honrosa decisión de bautizar la plaza con el nombre del fundador del CEAL. “El vínculo de Boris con los libros –dijo– era absoluto, su compromiso era total y desde ese punto de vista no hay mejor lugar de la ciudad de Buenos Aires que le quede mejor a Boris que esta plaza pegada a la Biblioteca Nacional.” Luego, Levín invitó a los familiares de Boris Spivacow a inaugurar una placa recordatoria que sella la identidad de la plaza. Fue uno de los momentos de mayor emoción, del que participaron sus hijos Miguel, Silvia e Irene y sus nietos Diego, Ana, Lucila y Martín.

El secretario de Cultura de la Nación, José Nun, arrancó su discurso destacando que “Boris Spivacow simboliza esa inmigración que hizo de la Argentina su país desde comienzos (en este caso) del siglo XX y luchó fuertemente por el desarrollo de la cultura nacional. Es decir, una inmigración que sin renunciar a sus orígenes se integró sanamente y gracias a la cual le debemos buena parte de lo que el país es hoy en día”. Nun también sostuvo que “una manera de hacernos responsables ante las generaciones futuras es respetando y poniendo en práctica la exhortación del Nunca Más. En eso también se inscribe la inauguración de esta plaza porque la exhortación del Nunca Más no es para el presente solamente. Nos obliga a construir un futuro de ciudadanos activos como Boris Spivacow, nos obliga a dar testimonio para ayudar a que las generaciones futuras no vuelvan a vivir el horror que vivió nuestro país”.

Beatriz Sarlo no pudo estar ayer porque se encuentra en el exterior, pero envió una carta que le escribió a Spivacow en septiembre de 1986, después de participar de la fiesta por los veinte años del CEAL. Luego llegó otro momento muy cálido cuando Rolando García, compañero de ruta de Boris Spivacow, contó una anécdota jugosa sobre el momento en que se decidió la elección de Spivacow para ocupar la gerencia de Eudeba. “Una cosa fundamental que hizo Boris es que exprimió el pliego del papel a un límite que yo creo que debe ser record mundial” y que sólo por eso “ya merecería un Premio Nobel”, sostuvo Aníbal Ford. Graciela Montes rescató la figura del editor subrayando que “respetaba mucho a los lectores y era muy crítico de los otros editores. No era nada corporativo y, en realidad, se enojaba cuando los otros editores hacían libros caros o de cualquier manera”. Luego continuó Jorge Lafforgue y finalmente uno de los asistentes subió al palco para leer un poema en su homenaje. Para ese momento, la plaza se llenó nuevamente de emociones colectivas.

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